[D&D-A] - Crimen y amor en el Eterno Vigilante
En esta entrada se recapitulan los eventos de nuestra sesión del 11/08/2012, que condució a nuestros aventureros hasta el Eterno Vigilante con el propósito de rescatar a Lida, la secuestra hija del comerciante Fargas.
La sesión comenzó recapitulando los eventos recientes y con Alexander y Valygar decidiendo el modo más eficiente de ir a rescatar a Lida, la secuestrada hija del comerciante Fargas. Si bien era bastante evidente que los maleantes se habían dirigido hacia el Eterno Vigilante, la posición estratégicamente elevada de éste y la falta de cualquier tipo de terreno en el cual ocultar el acercamiento de los aventureros hacía preocupar a Alexander. Sin embargo, Valygar desestimó rápidamente el plan propuesto por el muchacho de enviar a la caravana en el camino principal para distraer posibles vigías (plan que, por otro parte, Fargas nunca hubiese aceptado ejecutar) por miedo poner en aún más peligro la vida de los guardias y del comerciante.
Finalmente decidieron optar por un acercamiento pseudo-frontal, siguiendo el margen del río y buscando un lugar donde esconder sus monturas. La idea sería llegar de noche y buscar una entrada secundaria al eterno vigilante, sorprendiendo a los forajidos y evitando, con ello, futuros encuentros con la monstruosa ave.
Así, tras pedirle a Fargas cualquier tipo de objetos curativos que pudiesen sobrarle (y obtener una sombría y silenciosa mirada como respuesta) y enterarse que uno de los guardias había muerto por heridas internas, Alexander y Valygar comenzaron su acercamiento al tiempo que la caravana continuó su camino hacia Argos, guiada por un Fargas desilucionado con el accionar de los aventureros y deseosos de solicitar la ayuda de un "famoso capitán" que residía en aquella ciudad.
El acercamiento no presentó mayores problemas y, una vez encontraron un lugar propicio para atar sus monturas, los aventureros se acercaron al Eterno Vigilante. Como bien pudo explicar Valygar, gracias a sus conocimientos locales, no se sabía con exactitud el origen o función de esta pequeña torre circular, de la cual restaban solo piso y medio de altura. Las fisuras en sus piedras y el simplista estilo arquitectónico parecía indicar que era muy vieja, datando posiblemente a tiempos previos a la fundación de Arcadia, cuando este tipo de puestos de vigilancia probablemente eran mucho más abundantes. Hoy por hoy era un simple torreón abandonado, habitualmente ocupado por esporádicos viajeros sorprendidos por una tormenta o con monturas demasiado extenuadas.
Al acercarse a la torre, Alexander y Valygar pudieron encontrarse con grandes fragmentos de roca (posiblemente pertenecientes a los ahora inexistentes pisos superiores de la torre) esparcidos por el perímetro de la estructura, ideales para brindarles algo de cobertura mientras se acercaban.
Resguardados tras una de ellas, pudieron observar la fachada quebarada de las ruinas, con una planta baja relativamente intacta y un primer piso con buena parte de su pared exterior totalmente ausente...dejando al enorme ave roc que dormía en el primer piso expuesto a la vista temerosa de nuestros aventureros.
Tras notar la luz mortecina de alguna antorcha encendida en su interior, pero sin detectar ningún guardia o vigía, Alexander optó por hacer una rápida corrida hasta las murallas de la torre y, evitando acercarse al desvencijado portón que se encontraba irremediablemente entre-abierto, comenzó a buscar una vía alternativa de acceso en las murallas exteriores de la torre.
Sus esfuerzos fueron recompensados al detectar una piedra de gran tamaño, considerablemente más limpia y floja que las demás, en uno de los lados de la torre. Tras empujarla ligeramente, la piedra se movió sin gran esfuerzo, creando un pequeño acceso lateral a la torre por el que podía pasar, con algo de esfuerzo, un adulto agazapado.
Valygar se juntó con su compañero (haciendo una corrida considerablemente más ruidosa de la que éste había hecho) y pronto estuvieron ambos en una pequeña habitación en el interior de la torre. Muy reducida en tamaño, la habitación carecía de ventanas y constaba de una única puerta... pero se encontraba atestada de bibliotecas y cajas llenas de bienes mundanos de todo tipo, tales como sedas, objetos de artes, trajes, alimentos, joyas y otros tesoros obtenidos por la banda de ladrones. De entre todos ellos, un pequeño cofre bordó con hermosos grabados y adornos en oro llamó poderosamente la atención de los aventureros, quienes intentaron forzar la resistencia impuesta por la cerradura para acceder a su contenido. Lamentablemente, no solamente fallaron en tal tarea, sino que descubrieron del peor modo posible que el cofre estaba protegido por una trampa de alarma, que resonó con un estruendoroso sonido, similar al de un cuerno de guerra, que aturdió a los dos aventureros e hizo un fuerte eco en toda toda la torre.
Valygar rápidamente entendió como había cambiado la situación y tuvo por reflejo hacer uso desesperado de su gran fuerza física para mover los más pesados objetos de la habitación y trabar la puerta. Tal fue su eficiencia, que cuando al poco tiempo la puerta intentó ser abierta desde el exterior apenas si se movió e incluso cuando se astilló frente a un certero hachazo, los muebles que tapaban la puerta impidieron el acceso de cualquier sujeto.
Con la puerta trabada, los aventureros habían quedado atrapados en una reducida habitación con una única entrada (el pequeño pasadizo por el que habían accedido). Lo que había sido un desliz avaricioso se presentaba ahora como una gran ventaja táctica y tanto Valygar como Alexander empuñaron sus armas y se prepararon para dar fácil muerte a quien intentase ingresar por el diminuto pasadizo, incapaz de defenderse. Pero, naturalmente, nadie se agazapó en búsqueda de una muerte segura y, en cambio, fueron asaltados unicamente por una voz ligeramente gruesa, aspera, experimentada, que chistaba con cierto aire de desaprobación al tiempo que decía: "No sé cual sea su problema, pero esto aún puede solucionarse. Arrojen sus armas por el pasadizo y les prometemos dejarlos ir, sanos y salvos."
Algunos minutos de deliberación siguieron a la propuesta. Ni Valygar ni Alexander estaban dispuestos en lo más mínimo a entregar sus armas y confiar en la palabra de una banda de criminales. Pero, del otro lado, la voz que los interrogaba perdía progresivamente la pasiencia y amenazaba con expulsar a los invasores por la fuerza si estos no se entregaban en forma pacífica. El que los aventureros fueran dando, paulatinamente, más información sobre sus propositos en esta torre no hacia más que entorpecer cualquier posible negociación: la voz del otro lado de la muralla se mostró terminante resuelto a no entregar a Lida.
Fue mientras Valygar se preparaba para utilizar su casco de invisibilidad que el interlocutor de los aventureros terminó por perder la paciencia y, excusándose en sus repetidos intentos de evitar medidas extremas, arrojó una pequeña pócima por el agujero en la muralla.
Al romperse contra el suelo, el líquido verdoso de la pócima comenzó a disolverse en el aire, evaporándose en lo que resultó ser una nube aniquiladora que rápidamente llenó la habitación con un tóxico hedor mágico. Cualquier intento de resistir la respiración era futil y los aventureros pronto sintieron sus fuerzas disminuirse al tiempo que grandes fríos, sacudidas y malestares invadían sus cuerpos.
Lo que antes había sido una proesa de fuerza por parte de Valygar se tornaba ahora en un gran problema: resuletos a no exponerse a sus enemigos por el pequeño hueco en la muralla, Valygar y Alexander hicieron enormes esfuerzos, entre arcadas y vómitos, para remover los pesados muebles que tapaban la única puerta.
Fue por un acto de conjunta desesperación, en un momento en el que Alexander estuvo al borde del desmayo, que Valygar consiguió arrojar a un lado las pesadas estanterías y ambos se dejaron caer en el amplio ambiente que yacía del otro lado de la puerta.
Pero su momento de recuperación y convalecencia fue corto: una enorme figura, de rubios cabellos largos y prominentes músculos muy trabajados, no tardó en arremeter contra ellos. Se trataba, sin duda, del individuo que había intentado tumbar la puerta momentos antes. Sin embargo, el ímpetu de su iniciativa pronto perdió su embergadura y en cuanto Valygar y Alexander pudieron incorporarse demostraron ser demasiado para el barbarico guerrero. Un par de golpes más tarde, el gigante de cabellos rubios escapaba a una velocidad sobre humana por una puerta lateral hacia el centro de la torre, donde los aventureros terminaron por perder contacto visual. Tras unos momentos de recuperación y la utilización de algunos últimos objetos curativos, Alexander y Valygar continuaron con la persecución.
Atravesaron la puerta hacia un ambiente semi-circular, lleno de escombros provenientes del techo decadente y con dos puertas: aquella por la que ellos proveninan y una más, situada en una pequeña pared lateral, que daba a la pequeña habitación que albergaba la entrada frontal de la torre.
Llegado este punto la situación era bastante evidente: el guerrero bárbaro había huido hacia el exterior para juntarse con el resto de la banda y poder gozar de la protección del ave roc. Lo más probable es que una emboscada ya estuviera tendida para atrapar a los aventureros en cuanto salieran.
Previendo esto, Valygar optó por utilizar ahora su casco de invisibilidad y se desplazó lentamente por la habitación que separaba a los aventureros del exterior dela torre. Se trataba de un espacio reducido y carente de más luz que la ofrecida por los rayos lunares que se inmiscuian entre las notorias grietas del techo. El suelo había ido perdiendo progresivamente la contienda contra el pasto exterior y las grandes enredaderas que trepaban por las paredes y entre las irregulares baldosas habían levantado la base de la única estatua que adornaba la habitación. Se trataba de un guerrero con armadura, que ahora se inclinaba tenebrosamente a poca distancia de la puerta donde se encontraban Alexander y Valygar.
Utilizar el casco de invisibilidad resultó ser una idea doblemente buena cuando Valygar no solo consiguió desplazarse impunemente hasta el exterior de la torre, sino que pudo detectar un pequeño hobbit escondido sobre la cabeza de la estatua, listo para saltar sobre cualquiera que pasara por allí. Pero no solamente eso: otro individuo, un humano rubio con algunos años encima, se encontraba tensando su arco detrás de la puerta exterior de la torre. Una emboscada doblemente letal.
Valygar apresuró el paso y se posicionó fuera de la torre, al lado del humano con el arco. Y luego, todo ocurrió con demasiada velocidad.
Al tiempo que Valygar advertía de un grito a Alexander sobre la presencia del hobbit emboscado, el capitán de Argos desencadenó toda su fuerza de combate sobre el sorprendido humano y con una veloz seguidilla de podersosos golpes lo dejó malherido en el suelo antes de que éste pudiese dar cualquier tipo de respuesta. Pero, en simulataneo, el descubierto hobbit saltó de escondite sobre un Alexander que se había ido aproximando cautelosamente a la estatua. La advertencia de Valygar llegó en el momento justo para que Alexander esquivase con un acrobático salto el traicionero ataque de su rival. La respuesta del arquero llegó con letal velocidad y tres flechas impactaron en el pequeño cuerpo del hobbit: una en la cadera, una el pecho y la última en el cuello... crítico impacto que desangró al joven hobbit dándole muerte antes de que pudiera salir de su inicial asombro.
Cuando el silencio volvió al Eterno Vigilante, el magullado humano que yacía tendido frente a Valygar extendió la mano declarando su rendición. En ese momento Drago, el bárbaro, salió de entre los arbustos recuperado pero Marcus, el líder de la banda, simplemente le ordenó deponer sus armas. "Hemos sido vencidos Drago, siempre supimos que podía llegar a esto. No tiene sentido que sigamos derramando sangre." En nada cambió esta decisión el que bárbaro le indicara con un gesto al jefe que su compañero yacía muerto en el pasillo, noticia que no vino sin una sombría mirada de angustia por parte de ambos.
Fue en el momento en que Alexander y Valygar se disponian a apresar a los dos maleantes que un femenino grito quebró el tenso silencio de la noche: "¡No! ¡No! ¡Berrin! ¡Berrin! ¡¿Qué te han hecho?!". Sollozos y profanaciones le siguieron, y antes de que los aventureros pudieran reaccionar una jovencita con ropas ensangrentadas salía corriendo de la torre para darle fútiles puñetasos a los aventureros que venían a rescatarla.
Se trataba, como ahora quedaba claro, de Lida la hija del comerciante Fargas. Ella y Marcus se habían conocido en Dellmid y se habían enamorado perdidamente. Pero Fargas no consentía la relación de su hija y le había prohibido terminantemente acercarse a Marcus. Por ello, Lida y Marcus habían decidido simular un secuestro: ella convencería a su padre de llevar sus mercancias a Argos y la banda de Marcus los asaltaría en el camino. Si bien se llevarían algunas cosas (más para disimular la verdadera naturaleza del asalto que para otra cosa), el verdadero objetivo sería llevarse a Lida.
Aparentemente todo había salido relativamente bien y la mayoría de los guardias mercenarios habían depuesto sus armas ante la mera vista de la gigante bestia que Marcus tenía amaestrada. Pero hubo algunos que decidieron poner su deber por sobre su seguridad e, incluso cuando Marcus y sus amigos dejaron en claro que venían por las mercancías y no por sus vidas, ellos optaron por interponerse. El tiempo apremiaba y se produjo una batalla desigual, e incluso cuando los asaltantes intentaron inutilizar (y nunca matar) a los guardias, algunos de ellos defendieron tan obstinadamente a su empleador que terminaron por recibir serias heridas. Heridas que resultaron faltales, en el caso de uno de dichos guardias.
Marcus y Drago optaron por entregarse de inmediato, con la condición de que Valygar y Alexander los ayudasen a darle entierro a Barrin, su amigo caído y de que dejaran ir al ave roc que Marcus había entrenado. Fue en este momento cuando los aventureros notaron que las intenciones de los maleantes eran honestas: despierta, la gigantesca ave observaba detenidamente a los invasores a la espera de una orden de ataque nunca vino.
Los aventureros aceptaron los términos y Valygar utilizó su libelula de piedra para enviar un mensaje a Argos solicitando un grupo de soldados que llevase a los prisioneros. Pero, una vez el entierro estuvo hecho y mientras todos esperaban la llegada del relevo, un inevitable debate moral tuvo lugar.
Alexander estaba particularmente preocupado sobre si habían hecho o no lo correcto y si Fargas querría o no saber la verdad detrás del asunto. En cierto sentido, parecía que las intenciones de Marcus y sus amigos habían sido buenas y que había sido un fortuito desenlace lo que había generado todo este problema. Principalmente, le preocupaba la suerte que les deparaba Argos y el juez Montag...conocido por su poca paciencia y consideración.
Valygar, por su lado, tenía una posición mucho menos dubitativa: las reglas están escritas. Marcus y sus amigos habían obrado en forma criminal e irresponsable, especialmente a la luz de otras opciones. Estaría en el Juez decidir su destino. Pero esto no hacía más que confundir y enfadar más a Alexander: ¿Qué pasaría con Lida? ¿Tendría ella también el mismo destino? ¿Y por qué debía recaer la decisión final sobre todo este asunto en una figura que había estado ausente durante todo su desarrollo, cómodamente sentado en el aislamiento de su propia Torre?. Pero, una vez más, la respuesta de Valygar era tan tajante como determinante: porque así es como funciona el Orden y es en la fuerte autoridad de los Jueces en lo que descanza la paz y comodidad en la que los habitantes de Arcadia viven sus pacíficas vidas diarias. Y, en todo sentido, ¿quien les había otorgado a este grupo de maleantes la autoridad para hacer lo que habían hecho? ¿de dónde habían obtenido tal poder?
-"De su voluntad. Fue su voluntad actuar como actuaron, y se equivocaron. Pero si mueren a las manos del Juez no tendrán ninguna posibilidad de redimirse"- dijo Alexander, a lo que creyó oír una voz del pasado reírse burlonamente en su oído (o en su mente) acusandoló de lo hipócrita que resultaba rechazar la abietrariedad del verdugo cuando el cuerpo de Berrin yacía tibio en una improvisada tumba. ¿Dónde estaban los límites de su propia voluntad?.
Pero el encanto se quebró cuando Valygar simplemente respondió:
-"No. Vos sos el que se equivoca. Por opiniones como esas caímos en el Anómicus en el pasado, y aún estariamos en plena guerra civil si no hubiesen surgido la amenaza mayor de los No-Muertos."
-"...una verdad muy conveniente..."- se limitó a decir Alexander y con una desafiante mirada guardó sepultural silencio. Solo al paso de unos momentos, ocupados únicamente por el repiqueteo de una antorcha, Drago, quien había escuchado toda la conversación, dijo en un tono interpelante:
-"...asumo, entonces, que no se quedarán con ese cofre y que han obtenido en forma legítima todo su equipo. Jeh...detrás de todos sus discursos ambos siguen creyéndose mejor que los demás."-
-"No, no mejores. Pero somos la Justicia."- respondió altivamente Valygar.
-"Exactamente..."- deslizó Drago, y el silencio se apoderó de la noche.
Notas para recordar:
Finalmente decidieron optar por un acercamiento pseudo-frontal, siguiendo el margen del río y buscando un lugar donde esconder sus monturas. La idea sería llegar de noche y buscar una entrada secundaria al eterno vigilante, sorprendiendo a los forajidos y evitando, con ello, futuros encuentros con la monstruosa ave.
Así, tras pedirle a Fargas cualquier tipo de objetos curativos que pudiesen sobrarle (y obtener una sombría y silenciosa mirada como respuesta) y enterarse que uno de los guardias había muerto por heridas internas, Alexander y Valygar comenzaron su acercamiento al tiempo que la caravana continuó su camino hacia Argos, guiada por un Fargas desilucionado con el accionar de los aventureros y deseosos de solicitar la ayuda de un "famoso capitán" que residía en aquella ciudad.
El acercamiento no presentó mayores problemas y, una vez encontraron un lugar propicio para atar sus monturas, los aventureros se acercaron al Eterno Vigilante. Como bien pudo explicar Valygar, gracias a sus conocimientos locales, no se sabía con exactitud el origen o función de esta pequeña torre circular, de la cual restaban solo piso y medio de altura. Las fisuras en sus piedras y el simplista estilo arquitectónico parecía indicar que era muy vieja, datando posiblemente a tiempos previos a la fundación de Arcadia, cuando este tipo de puestos de vigilancia probablemente eran mucho más abundantes. Hoy por hoy era un simple torreón abandonado, habitualmente ocupado por esporádicos viajeros sorprendidos por una tormenta o con monturas demasiado extenuadas.
Al acercarse a la torre, Alexander y Valygar pudieron encontrarse con grandes fragmentos de roca (posiblemente pertenecientes a los ahora inexistentes pisos superiores de la torre) esparcidos por el perímetro de la estructura, ideales para brindarles algo de cobertura mientras se acercaban.
Resguardados tras una de ellas, pudieron observar la fachada quebarada de las ruinas, con una planta baja relativamente intacta y un primer piso con buena parte de su pared exterior totalmente ausente...dejando al enorme ave roc que dormía en el primer piso expuesto a la vista temerosa de nuestros aventureros.
Tras notar la luz mortecina de alguna antorcha encendida en su interior, pero sin detectar ningún guardia o vigía, Alexander optó por hacer una rápida corrida hasta las murallas de la torre y, evitando acercarse al desvencijado portón que se encontraba irremediablemente entre-abierto, comenzó a buscar una vía alternativa de acceso en las murallas exteriores de la torre.
Sus esfuerzos fueron recompensados al detectar una piedra de gran tamaño, considerablemente más limpia y floja que las demás, en uno de los lados de la torre. Tras empujarla ligeramente, la piedra se movió sin gran esfuerzo, creando un pequeño acceso lateral a la torre por el que podía pasar, con algo de esfuerzo, un adulto agazapado.
Valygar se juntó con su compañero (haciendo una corrida considerablemente más ruidosa de la que éste había hecho) y pronto estuvieron ambos en una pequeña habitación en el interior de la torre. Muy reducida en tamaño, la habitación carecía de ventanas y constaba de una única puerta... pero se encontraba atestada de bibliotecas y cajas llenas de bienes mundanos de todo tipo, tales como sedas, objetos de artes, trajes, alimentos, joyas y otros tesoros obtenidos por la banda de ladrones. De entre todos ellos, un pequeño cofre bordó con hermosos grabados y adornos en oro llamó poderosamente la atención de los aventureros, quienes intentaron forzar la resistencia impuesta por la cerradura para acceder a su contenido. Lamentablemente, no solamente fallaron en tal tarea, sino que descubrieron del peor modo posible que el cofre estaba protegido por una trampa de alarma, que resonó con un estruendoroso sonido, similar al de un cuerno de guerra, que aturdió a los dos aventureros e hizo un fuerte eco en toda toda la torre.
Valygar rápidamente entendió como había cambiado la situación y tuvo por reflejo hacer uso desesperado de su gran fuerza física para mover los más pesados objetos de la habitación y trabar la puerta. Tal fue su eficiencia, que cuando al poco tiempo la puerta intentó ser abierta desde el exterior apenas si se movió e incluso cuando se astilló frente a un certero hachazo, los muebles que tapaban la puerta impidieron el acceso de cualquier sujeto.
Con la puerta trabada, los aventureros habían quedado atrapados en una reducida habitación con una única entrada (el pequeño pasadizo por el que habían accedido). Lo que había sido un desliz avaricioso se presentaba ahora como una gran ventaja táctica y tanto Valygar como Alexander empuñaron sus armas y se prepararon para dar fácil muerte a quien intentase ingresar por el diminuto pasadizo, incapaz de defenderse. Pero, naturalmente, nadie se agazapó en búsqueda de una muerte segura y, en cambio, fueron asaltados unicamente por una voz ligeramente gruesa, aspera, experimentada, que chistaba con cierto aire de desaprobación al tiempo que decía: "No sé cual sea su problema, pero esto aún puede solucionarse. Arrojen sus armas por el pasadizo y les prometemos dejarlos ir, sanos y salvos."
Algunos minutos de deliberación siguieron a la propuesta. Ni Valygar ni Alexander estaban dispuestos en lo más mínimo a entregar sus armas y confiar en la palabra de una banda de criminales. Pero, del otro lado, la voz que los interrogaba perdía progresivamente la pasiencia y amenazaba con expulsar a los invasores por la fuerza si estos no se entregaban en forma pacífica. El que los aventureros fueran dando, paulatinamente, más información sobre sus propositos en esta torre no hacia más que entorpecer cualquier posible negociación: la voz del otro lado de la muralla se mostró terminante resuelto a no entregar a Lida.
Fue mientras Valygar se preparaba para utilizar su casco de invisibilidad que el interlocutor de los aventureros terminó por perder la paciencia y, excusándose en sus repetidos intentos de evitar medidas extremas, arrojó una pequeña pócima por el agujero en la muralla.
Drago |
Lo que antes había sido una proesa de fuerza por parte de Valygar se tornaba ahora en un gran problema: resuletos a no exponerse a sus enemigos por el pequeño hueco en la muralla, Valygar y Alexander hicieron enormes esfuerzos, entre arcadas y vómitos, para remover los pesados muebles que tapaban la única puerta.
Fue por un acto de conjunta desesperación, en un momento en el que Alexander estuvo al borde del desmayo, que Valygar consiguió arrojar a un lado las pesadas estanterías y ambos se dejaron caer en el amplio ambiente que yacía del otro lado de la puerta.
Pero su momento de recuperación y convalecencia fue corto: una enorme figura, de rubios cabellos largos y prominentes músculos muy trabajados, no tardó en arremeter contra ellos. Se trataba, sin duda, del individuo que había intentado tumbar la puerta momentos antes. Sin embargo, el ímpetu de su iniciativa pronto perdió su embergadura y en cuanto Valygar y Alexander pudieron incorporarse demostraron ser demasiado para el barbarico guerrero. Un par de golpes más tarde, el gigante de cabellos rubios escapaba a una velocidad sobre humana por una puerta lateral hacia el centro de la torre, donde los aventureros terminaron por perder contacto visual. Tras unos momentos de recuperación y la utilización de algunos últimos objetos curativos, Alexander y Valygar continuaron con la persecución.
Atravesaron la puerta hacia un ambiente semi-circular, lleno de escombros provenientes del techo decadente y con dos puertas: aquella por la que ellos proveninan y una más, situada en una pequeña pared lateral, que daba a la pequeña habitación que albergaba la entrada frontal de la torre.
Llegado este punto la situación era bastante evidente: el guerrero bárbaro había huido hacia el exterior para juntarse con el resto de la banda y poder gozar de la protección del ave roc. Lo más probable es que una emboscada ya estuviera tendida para atrapar a los aventureros en cuanto salieran.
Previendo esto, Valygar optó por utilizar ahora su casco de invisibilidad y se desplazó lentamente por la habitación que separaba a los aventureros del exterior dela torre. Se trataba de un espacio reducido y carente de más luz que la ofrecida por los rayos lunares que se inmiscuian entre las notorias grietas del techo. El suelo había ido perdiendo progresivamente la contienda contra el pasto exterior y las grandes enredaderas que trepaban por las paredes y entre las irregulares baldosas habían levantado la base de la única estatua que adornaba la habitación. Se trataba de un guerrero con armadura, que ahora se inclinaba tenebrosamente a poca distancia de la puerta donde se encontraban Alexander y Valygar.
Utilizar el casco de invisibilidad resultó ser una idea doblemente buena cuando Valygar no solo consiguió desplazarse impunemente hasta el exterior de la torre, sino que pudo detectar un pequeño hobbit escondido sobre la cabeza de la estatua, listo para saltar sobre cualquiera que pasara por allí. Pero no solamente eso: otro individuo, un humano rubio con algunos años encima, se encontraba tensando su arco detrás de la puerta exterior de la torre. Una emboscada doblemente letal.
Valygar apresuró el paso y se posicionó fuera de la torre, al lado del humano con el arco. Y luego, todo ocurrió con demasiada velocidad.
Al tiempo que Valygar advertía de un grito a Alexander sobre la presencia del hobbit emboscado, el capitán de Argos desencadenó toda su fuerza de combate sobre el sorprendido humano y con una veloz seguidilla de podersosos golpes lo dejó malherido en el suelo antes de que éste pudiese dar cualquier tipo de respuesta. Pero, en simulataneo, el descubierto hobbit saltó de escondite sobre un Alexander que se había ido aproximando cautelosamente a la estatua. La advertencia de Valygar llegó en el momento justo para que Alexander esquivase con un acrobático salto el traicionero ataque de su rival. La respuesta del arquero llegó con letal velocidad y tres flechas impactaron en el pequeño cuerpo del hobbit: una en la cadera, una el pecho y la última en el cuello... crítico impacto que desangró al joven hobbit dándole muerte antes de que pudiera salir de su inicial asombro.
Marcus |
Cuando el silencio volvió al Eterno Vigilante, el magullado humano que yacía tendido frente a Valygar extendió la mano declarando su rendición. En ese momento Drago, el bárbaro, salió de entre los arbustos recuperado pero Marcus, el líder de la banda, simplemente le ordenó deponer sus armas. "Hemos sido vencidos Drago, siempre supimos que podía llegar a esto. No tiene sentido que sigamos derramando sangre." En nada cambió esta decisión el que bárbaro le indicara con un gesto al jefe que su compañero yacía muerto en el pasillo, noticia que no vino sin una sombría mirada de angustia por parte de ambos.
Fue en el momento en que Alexander y Valygar se disponian a apresar a los dos maleantes que un femenino grito quebró el tenso silencio de la noche: "¡No! ¡No! ¡Berrin! ¡Berrin! ¡¿Qué te han hecho?!". Sollozos y profanaciones le siguieron, y antes de que los aventureros pudieran reaccionar una jovencita con ropas ensangrentadas salía corriendo de la torre para darle fútiles puñetasos a los aventureros que venían a rescatarla.
Se trataba, como ahora quedaba claro, de Lida la hija del comerciante Fargas. Ella y Marcus se habían conocido en Dellmid y se habían enamorado perdidamente. Pero Fargas no consentía la relación de su hija y le había prohibido terminantemente acercarse a Marcus. Por ello, Lida y Marcus habían decidido simular un secuestro: ella convencería a su padre de llevar sus mercancias a Argos y la banda de Marcus los asaltaría en el camino. Si bien se llevarían algunas cosas (más para disimular la verdadera naturaleza del asalto que para otra cosa), el verdadero objetivo sería llevarse a Lida.
Aparentemente todo había salido relativamente bien y la mayoría de los guardias mercenarios habían depuesto sus armas ante la mera vista de la gigante bestia que Marcus tenía amaestrada. Pero hubo algunos que decidieron poner su deber por sobre su seguridad e, incluso cuando Marcus y sus amigos dejaron en claro que venían por las mercancías y no por sus vidas, ellos optaron por interponerse. El tiempo apremiaba y se produjo una batalla desigual, e incluso cuando los asaltantes intentaron inutilizar (y nunca matar) a los guardias, algunos de ellos defendieron tan obstinadamente a su empleador que terminaron por recibir serias heridas. Heridas que resultaron faltales, en el caso de uno de dichos guardias.
Marcus y Drago optaron por entregarse de inmediato, con la condición de que Valygar y Alexander los ayudasen a darle entierro a Barrin, su amigo caído y de que dejaran ir al ave roc que Marcus había entrenado. Fue en este momento cuando los aventureros notaron que las intenciones de los maleantes eran honestas: despierta, la gigantesca ave observaba detenidamente a los invasores a la espera de una orden de ataque nunca vino.
Los aventureros aceptaron los términos y Valygar utilizó su libelula de piedra para enviar un mensaje a Argos solicitando un grupo de soldados que llevase a los prisioneros. Pero, una vez el entierro estuvo hecho y mientras todos esperaban la llegada del relevo, un inevitable debate moral tuvo lugar.
Alexander estaba particularmente preocupado sobre si habían hecho o no lo correcto y si Fargas querría o no saber la verdad detrás del asunto. En cierto sentido, parecía que las intenciones de Marcus y sus amigos habían sido buenas y que había sido un fortuito desenlace lo que había generado todo este problema. Principalmente, le preocupaba la suerte que les deparaba Argos y el juez Montag...conocido por su poca paciencia y consideración.
Valygar, por su lado, tenía una posición mucho menos dubitativa: las reglas están escritas. Marcus y sus amigos habían obrado en forma criminal e irresponsable, especialmente a la luz de otras opciones. Estaría en el Juez decidir su destino. Pero esto no hacía más que confundir y enfadar más a Alexander: ¿Qué pasaría con Lida? ¿Tendría ella también el mismo destino? ¿Y por qué debía recaer la decisión final sobre todo este asunto en una figura que había estado ausente durante todo su desarrollo, cómodamente sentado en el aislamiento de su propia Torre?. Pero, una vez más, la respuesta de Valygar era tan tajante como determinante: porque así es como funciona el Orden y es en la fuerte autoridad de los Jueces en lo que descanza la paz y comodidad en la que los habitantes de Arcadia viven sus pacíficas vidas diarias. Y, en todo sentido, ¿quien les había otorgado a este grupo de maleantes la autoridad para hacer lo que habían hecho? ¿de dónde habían obtenido tal poder?
-"De su voluntad. Fue su voluntad actuar como actuaron, y se equivocaron. Pero si mueren a las manos del Juez no tendrán ninguna posibilidad de redimirse"- dijo Alexander, a lo que creyó oír una voz del pasado reírse burlonamente en su oído (o en su mente) acusandoló de lo hipócrita que resultaba rechazar la abietrariedad del verdugo cuando el cuerpo de Berrin yacía tibio en una improvisada tumba. ¿Dónde estaban los límites de su propia voluntad?.
Pero el encanto se quebró cuando Valygar simplemente respondió:
-"No. Vos sos el que se equivoca. Por opiniones como esas caímos en el Anómicus en el pasado, y aún estariamos en plena guerra civil si no hubiesen surgido la amenaza mayor de los No-Muertos."
-"...una verdad muy conveniente..."- se limitó a decir Alexander y con una desafiante mirada guardó sepultural silencio. Solo al paso de unos momentos, ocupados únicamente por el repiqueteo de una antorcha, Drago, quien había escuchado toda la conversación, dijo en un tono interpelante:
-"...asumo, entonces, que no se quedarán con ese cofre y que han obtenido en forma legítima todo su equipo. Jeh...detrás de todos sus discursos ambos siguen creyéndose mejor que los demás."-
-"No, no mejores. Pero somos la Justicia."- respondió altivamente Valygar.
-"Exactamente..."- deslizó Drago, y el silencio se apoderó de la noche.
Notas para recordar:
- Marcus y Drago, fueron capturados y escoltados, junto a Lida (hija del comerciante Fargas y amante de Marcus) a Argos para ser enjuciados. Berrin, su compañero hobbit, murió en combate.
- El ave roc de Marcus fue liberada y se dirigió hacia su habitat natural en las Cordilleras Solemnes.
- Las posiciones político-filosóficas de los aventureros continúan explicitándose en forma confrontativa.
- Al momento de poder reanudar el viaje, el grupo lleva viajando: 2 días.