[D&D-A] - El que mueve los hilos

Esta entrada reproduce el registro hecho por Daveron de lo ocurrido durante la sesión del 19/9/2015. ¡La temible reaparición de "La Bruja", Selenia Lambard, trae sorprendentes revelaciones sobre esta campaña y las anteriores! Así como una breve síntesis de lo ocurrido hasta ahora, y una batalla contra una horripilante aberración.

El que mueve los hilos
(también conocido como "Terror! Encuentro con la Bruja!") 
Registrado y escrito por Daveron

Los primeros rayos del sol atravesaron el firmamento, el día era cristalino y ya no había rastros de la tormenta que había asolado Dellmid la noche pasada. Todo estaba en su sitio, el barco del Trono de Comercio seguía estancado en las afueras de la ciudad, los comerciantes se disponían a preparar sus tiendas como diariamente lo habían hecho desde hacía décadas, las mujeres comenzaban a hilvanar sus telares mientras los herreros encendían sus fraguas y el cabo Eradan, precediendo aquella ceremonia, comenzaba su guardia matutina como si nada hubiera sucedido. La única novedad pasó desapercibida para la mayoría y fue olvidada al poco tiempo, Dellmid tenía ahora una tumba sin nombre que jamás nadie lloraría.
Valyghar, Alexander y sus dos nuevas compañeras aprovecharon el imperturbable ritual matutino para partir lo más discretamente posible mientras que todos estaban ensimismados en sus asuntos, pero antes de dejar aquellas tierras decidieron que lo más conveniente era comprar unas monturas para aligerar la marcha. Para entonces la agitada vida en la ciudad ya había comenzado y sin muchas dificultades Belara pudo conseguir tres caballos ligeros sin levantar demasiadas sospechas. Ella y Sindel cabalgarían juntas, mientras que Alexander y Valyghar se repartirían las otras monturas. Así fue como, sin más preámbulos, la compañía dejó Dellmid por el camino de norte que marcaba el fin de la Alameda Wokin.

−Hay dos caminos que podríamos seguir –sugirió Berara mientras andaban, estaba cubierta de mapas y anotaciones−, podríamos seguir el sendero e ir hasta el Mesón de la Espada Dorada, pasar la noche allí y luego viajar desde ahí hasta las Ruinas Elficas o aventurarnos por el incipiente bosque y pasar cerca de las montañas. Si todo sale bien llegaríamos al anochecer.
−Vayamos por el camino más corto –respondió Alexander sin pensarlo demasiado.
−Pero eso implicaría pasar cerca de las montañas y por la zona donde hubo avistamientos de gnolls –repuso Belara con preocupación− ¿Eso no implica tomar un riesgo innecesario?
−En absoluto –respondió Valyghar con seguridad.
−¡Ay, gnolls! ¡Por favor! –dijo Sindel imitándola− ¡No son una verdadera amenaza, si nos molestan los matamos!

(una parte de la Bahía Dentada)


Las respuestas no la convencieron pues a su juicio todo riesgo, por menor que sea, era digno de ser considerado, pero para evitar seguir pareciendo una novata en aquellos asuntos, no dijo más y se sometió a la voluntad general. Tal como habían acordado los aventureros dejaron el camino atrás y emprendieron la marcha hacia las Montañas Tenaces. El día era sorprendentemente cálido,  para entonces el tenaz invierno parecía ser un recuerdo lejano y finalmente comenzaba a hacer calor. Mientras avanzaban poco a poco la civilización iba a quedando atrás dando lugar a una vegetación más abundante que oscilaba entre pequeñas arboledas, pastizales y claros repletos de rocas cubiertas por el moho producto del deshielo. A la distancia divisaron alguna que otra cueva que debía albergar algún animal salvaje tan peligroso como las liebres y zorros con los que se cruzaban. Sindel y Belara iban adelante conversando muy jovialmente, era evidente que se conocían hacía tiempo y que ninguna de las dos terminaba de darse cuenta de la magnitud del conflicto al que se enfrentarían. Por su parte el capitán de Argos y el discípulo de Rhadika se mantuvieron deliberadamente a cierta distancia y comenzaron a discutir con cierto temor qué harían cuando se encuentren con quien posiblemente sería su peor enemigo. Se dijeron varias cosas pero ninguna fue muy concreta, esta vez no sólo desconocían el terreno sino también las verdaderas habilidades de su oponente que no era otro que una Jueza que alguna vez había pertenecido al Circulo Solvedi. Cuando pasaron por una zona con unos pastizales particularmente tupidos y enmarañados, Valyghar aceleró la marcha y cabalgó hacia sus compañeras.

−Sindel, ¿conoces el lugar al que estamos yendo?
−Si, guapo –respondió ella con voz provocativa− ¿Qué querés saber?
−¿Hay algún lugar en dónde podamos escondernos?
−Es un templo en ruinas –respondió Belara pensativa−. Por lo que recuerdo hay muchos escombros, no debería ser difícil.
−¿Es realmente necesario hacer esto? ­–volvió a preguntar Sindel con cierto aire de cansancio y molestia−. En verdad que el dinero…
−Eso ya lo dijiste muchas veces, esto no tiene nada que ver con el dinero –volvió a responder Alexander que cabalgaba unos pasos atrás.
−¿Ustedes se dan cuenta que esto es claramente una trama? –preguntó, resignada−. Nos estamos metiendo en un edificio en ruinas al borde de la civilización, en un lugar en el que no hay nada, ni nadie, a reunirnos  con una persona que…
−Posiblemente haya sido un Juez del Anómicus…
−Justamente eso es lo que hace que esto de ser una mala idea, pase a ser una idea terrible…
−Lo es, pero tendremos éxito –respondió Alexander con determinación.
−Ah, eso me tranquiliza –ironizó Sindel.
−No sonás muy emocionada Sindel –intervino Belara, divertida.
−No, esto es claramente un suicidio. Podríamos ir a hacer lo otro que querían hacer ustedes y posiblemente no nos matemos en el proceso…
−No vamos a morir –dijo Valyghar, armándose de paciencia.
−No ustedes no, seguramente yo me voy a morir antes –comentó Sindel haciendo una mueca– Además, si no entiendo mal, voy a ser la carnada.
−Vas a hacer lo mismo que hubieras hecho si no estuviéramos ahí –explicó el capitán como si le hablara a un niño pequeño−. Vas a reclamar tu pago y vas a preguntar por qué estaba  interesada en nuestro entrenamiento.
−Si no estuvieran acá –repitió lentamente y arqueó una ceja−, estaría festejando en Portuaria...

La compañía continuó su marcha con la constante guía de la mediana hasta llegar a lo alto de una colina, allí pudieron contemplar como la inmensidad del paisaje que descendía para luego volver a ascender hacia el fin de las Montañas Tenaces. A sus pies se podían observar unas rusticas estructuras hechas a base de madera, barro y paja rodeados por una débil muralla de piedra y roca. El León de Argos explicó que aquello era una tribu gnoll que tiene cierta mala fama en la Bahía porque se cree que fueron los causantes de la caída de Valford años atrás. Después de aquello el Ejército Regular se encargó de ellos varias veces pero independientemente de cuantas veces los destruyeran, ellos volvían a levantarse. De todas formas después de las primeras purgas, el ejército gnoll nunca volvió a ser una fuerza digna de ser considerada.
Belara Denkel y Sindel Nordheim
Tal como estaba previsto el grupo se dispuso a seguir por allí su camino tratando de no ser vistos y
comenzaron a discutir cómo lo harían. Tras una minuciosa observación, Valyghar propuso algunas tácticas de distracción para pasar desapercibidos, Alexander preguntó sobre la naturaleza de gnolls y Sindel habló sobre las comodidades del Mesón de la Espada Dorada. Para sorpresa de todos, las habilidades de Belara fueron más que útiles para el fin propuesto, mientras sus compañeros deliberaban se dispuso a revisar un gran libro recubierto de grabados arcanos. Finalmente su dedo se detuvo sobre uno de los grabados, su rostro se iluminó  y sin despegar los ojos del libro, conjuró un sortilegio sobre su caballo volviéndolo invisible junto con todo lo que estuviera cerca, incluyéndolos a todos ellos.

Frente al entusiasmo de sus compañeros, ella aclaró que la esfera de invisibilidad funcionaría siempre que  se mantuvieran cerca del foco y evitaran hacer ruido o ser tocados. Todos quedaron muy conformes salvo Sindel, que burlándose de su amiga destacó que aquello estaba pasando demasiado rápido de ser “suicida” a “suicida y aburrido”.
El grupo se acercó lentamente al rudimentario asentamiento mientras que Belara les recordaba una y otra vez que eran invisibles, no inaudibles. En ese momento uno de los caballos relinchó cuando por accidente pisó lo que parecía ser un ser el cadáver de un gnoll recientemente descuartizado. El descubrimiento los alarmó porque no era el único, a su alrededor había muchos otros igualmente mutilados. Inmediatamente Valyghar comprendió a que se debía la inusual calma que había observado dentro de la aldea, algo los había atacado y al parecer era reciente. Quizá el perpetrador aún seguía allí…

−Debería ir a investigar –comentó Alexander, sorprendiendo a sus compañeras−. Quizá haya pasado algo.
−Sí, es claro que pasó algo –dijo Sindel como si hablara con un idiota−. Alguien pasó muy enojado y mató a todos estos infelices, ¿qué más querés saber?
−Es verdad, debemos investigar −concedió Valyghar.
−¿Desde cuándo es prioridad del Ejército Regular cerciorarse de que los gnolls están bien? –dijo Sindel entre risas−. Si ese es su objetivo, sepan que están haciendo un pésimo trabajo…
−¿De verdad están pensando en ir? –susurró Belara con timidez mientras los demás reían.
−Iré yo, ustedes esperen acá –dijo Alexander con decisión y sin esperar respuesta se perdió entre los pastizales.
−Claramente este chico tiene problemas –confirmó Sindel mientras lo veía partir.

El arquero se agazapó entre los pastizales y lenta y silenciosamente recorrió casi medio kilómetro hasta la muralla enemiga. Esta estaba construida a partir de troncos y pierdas que los gnolls prácticamente habían apilado dejando múltiples agujeros por lo que se podía ver el interior. Alexander creyó escuchar un débil chillido dentro de la fortaleza pero aquello no lo detuvo y lentamente salió de la protección de los pastizales, se acercó a la cerca y asomó la cabeza. El mismo escenario que habían visto afuera se repetía adentro, decenas de gnolls yacían despedazados pero en el centro del lugar había algo que lo estremeció: había tres extrañas criaturas que parecían aves pero tenían un cuerpo sinuoso y serpentino cubierto por escamas azules y brillantes que contrastaban con penachos de plumas doradas que les crecían en sus cuatro alas, al final de su larga cola y en su extenso cuello. Las fauces de las criaturas eran negras y escapadas con forma de pico con algunos filosos dientes y cuatro ojos ciegos, un par por encima del pico y otro por debajo de él.
Las extrañas criaturas chillaban y revoloteaban mientras disputaban los restos de un ogro que seguramente había sido el lugarteniente de aquel sitio y que ahora estaba siendo desmembrado por las bestias que por sus cuatro alas  parecerían tener dificultades para mantenerse en el piso. A la distancia no parecían más grandes que el arquero pero lo cierto era que tenían el mismo tamaño que la criatura que estaban devorando. En ese momento las criaturas se detuvieron en seco como si hubieran escuchado algo y una extendió su cabeza hacia donde, a la distancia, el arquero se estaba asomando y desde sus fauces emitió un penetrante graznido que se transformó en un terrible relámpago. Alexander abrió los ojos preguntándose quién lo había mandado a meterse allí cuando la descarga pasó a centímetros de su rostro erizándole todo el cabello. Rápidamente buscó un sitio para esconderse mientras las criaturas levantaron vuelo sobre la fortaleza para ir en su caza, sin dejar de emitir constantemente unos terribles e irritantes chillidos. Claramente ya no había dónde esconderse y ahora solo le quedaba correr.
Sus compañeros a lo lejos, bajo la protección de la esfera de invisibilidad, contemplaron como el arquero corría despernadamente en su dirección mientras dos extrañísimas criaturas con cuatro alas volaban en círculos sobre él como buitres alrededor de un cadáver. Belara aterrada se tapó la boca con la mano y contuvo la respiración.

−Y sí… −dijo Sindel asintiendo repetidamente con la cabeza− era evidente que esto iba a pasar. Bueno, ¿seguimos nuestro camino ya?
−¡Esperen! –ordenó Valyghar mientras maldecía en silencio a su amigo y pensaba un plan−. Él es muy hábil escondiéndose, capaz pueda evitarlos.
−¿Me ves muy apurada por ir a pelear contra esas criaturas? –preguntó Sindel con su sarcasmo habitual y Belara puso cara de reprobación− ¿Me recuerdan por qué está pasando esto?
−Porque es un idiota, siempre pasa esto…−dijo el capitán frunciendo el seño.
−Esto es muy raro –intervino Belara confundida–. Estas criaturas no tendrían que estar acá…

En ese momento Alexander detuvo su desesperada marcha, tocó el piso e inmediatamente una columna de humo negro se levantó contrastando con el cielo cristalino.
−Sutil… –comentó Sindel sin poder dejar de reírse−. Menos mal que no debíamos llamar la atención…
−¿De verdad no vamos a ir a ayudarlo? –preguntó Belara nerviosa, claramente reprobando la conducta de sus compañeros.
−No, aún –respondió Valyghar –. Además ahora no sabemos dónde está…

En el centro de la niebla, Alexander levantó la cabeza y tensó el arco confiando en que la nube lo protegería, pero su confianza duró poco puesto que dos rayos pasaron a sus costados y un tercero impactó directamente contra él derribándolo.
Mientras tanto el resto grupo observó cómo dos de las criaturas comenzaban a lanzar rayos al pilar de humo y poco después a su compañero salir corriendo desesperadamente hacia uno de los lados. Claramente su plan no había funcionado. Por un momento Alexander se detuvo confundido y miró hacia su alrededor desorientado pero inmediatamente intuyó la dirección donde estaban sus compañeros y corrió hacia ellos lo más rápido que pudo. Dos de las aves continuaron lanzándole rayos mientras que un tercero pasó sobre él para emboscarlo de frente, era claro que no podría huir de esas criaturas sin luchar.
El León de Argos, consciente de ello,  dio la orden de mover la esfera de invisibilidad hacia el arquero con la esperanza de que su repentina desaparición les permitiera evitar el combate. Raudamente Belara montó su caballo y Sindel el de Alexander. Sin mediar palabras, el capitán y la duelista desenvainaron sus espadas y junto a la mediana cabalgaron hacia la batalla; Alexander escuchó a sus compañeros, comprendió su plan y se detuvo para disparar una lluvia de flechas sobre una de las criaturas. Cuatro proyectiles impactaron sobre la bestia haciendo que caiga en picada, pero poco antes de tocar el suelo, volvió a levantar vuelo y cargó contra él. La tercera criatura, que aún estaba en el cielo expectante, emitió un graznido y arrojó un rayo directo hacia la tumultuosa masa invisible que galopaba en su dirección. Como no podía ser de otra forma el rayo impacto justo en donde no debía. Como una filosa hoja de fuego la descarga le cercenó una pata al caballo de Belara e inmediatamente el manto de invisibilidad se dispersó y Alexander vio como de la estampida invisible surgió, rodando, un caballo desbocado cubierto de sangre junto con la mediana que aún se aferraba con toda su fuerza al lomo de la agonizante criatura. Ambos pasaron a su lado a gran velocidad y se estrellaron contra una roca pocos metros atrás. 
Sin darle tiempo a reaccionar, Valyghar le grito a su compañero que le arroje el anillo de salto y él así lo hizo. El león de Argos valiéndose del objeto mágico, se paró sobre el caballo empuñando su espada bastarda y dio un gran salto sobre el ave que había derribado a Belara. La criatura trató de evadirlo pero antes de que pudiera hacerlo el guerrero logró asestarle un terrible golpe que cortó una de sus alas inferiores haciendo que ambos se precipiten hacia tierra firme para continuar su batalla; ahora en un terreno favorable para el capitán.
Por su parte la otra criatura aterrizó a la distancia para carroñar la pata cercenada del caballo y Sindel, sin dudarlo, saltó sobre ella clavándole el estoque en su lomo pero, lejos de caer, la bestia rabiosa levantó vuelo nuevamente llevándosela consigo.
Entre tanto, la última de las bestias que estaba gravemente herida cargó contra Alexander pero éste la evadió y le disparó por la espalda, acabándola. Sin dudarlo, corrió hacia la mediana mientras sus compañeros seguían combatiendo contra las otras bestias. La situación parecía ser crítica, Belara estaba cubierta de sangre y barro y había quedado atrapada bajo el caballo que para entonces ya estaba muerto. Con gran dificultad el arquero arrastro la montura hacia uno de los lados y trató de atenderla causándole más dolor aun.


−Las criaturas, encárgate de las criaturas –gritó entre lágrimas agarrándose las piernas rotas.
−No te preocupes por eso, ellos pueden encargarse –replicó el arquero intentando suplir con palabras su falta de destreza en primeros auxilios–. Concéntrate en mí, hay que acomodar el hueso.
−No entendés, esas criaturas no son de este plano –dijo turbada por el dolor.

El ave que había perdido una de sus alas extendió la cabeza y con furia arrojó un rayo sobre el capitán pero la descarga no detuvo la marcha del león y este volvió a atacar empuñando su espada bastarda con dos manos. La criatura, a pesar de estar desangrándose y no poder volar, ni mantenerse de pie, siguió luchando con ferocidad arrojándole mordiscos y evadiendo algunos espadazos mientras perdía gran cantidad de sangre. La batalla terminó de forma abrupta, se escuchó un grito y Sindel, seguida de su ave, se precipitaron desde del cielo aterrizando sobre la moribunda criatura y el León de Argos causando terrible estampida. Ambos quedaron cubiertos de sangre y barro y se acercaron, como pudieron, a ver cómo estaba Belara. Ella tomó un par de pociones y sacó una extraña varita que emitía una magia cálida distinta a cualquiera que hubieran visto hasta entonces. Inmediatamente sus heridas comenzaron a sanar.

Varita de curación
–Es increíble que siempre que queremos ser prudentes y silencios las cosas terminan así –comentó Valyghar con un deje de resignación.
–¿Qué demonios fuiste a hacer? –le preguntó Belara al arquero mientras la ayudaba a ponerse de pie.
–Debíamos saber qué era lo que había pasado y sí nuestros enemigos tenían algo que ver –respondió Alexander con frialdad.
–La verdad, buen trabajo –dijo Sindel aun agitada, le dio unas palmadas y se sentó sobre el caballo muerto– ¡Si seguimos así lo del templo va a salir perfecto!
–Nunca había visto algo así –dijo Valyghar señalando a las criaturas.
–Porque esas cosas no son de este plano –comentó la maga–. Hay formas de magia que están documentadas pero que simplemente no funcionan o no sabemos cómo llevarlas a cabo muy bien, algunas de ellas involucran traer criaturas que no son de este mundo. Parte de la idea de las Puertas Planares fue encerrar a ese tipo de criaturas hace cuatrocientos años.
–En el pasado luchamos contra enemigos del Fénix Negro que podían invocar –dijo Alexander.
–Eso es muy raro –dijo Belara francamente sorprendida.
–No importa, lo más probable es que hayan escapado de alguna Puerta Planar cercana–concluyó Valyghar–. ¿Cómo están tus piernas?
–Mejor, gracias –dijo Belara forzando una sonrisa.

Antes de proseguir el camino, los aventureros exploraron los restos de la aldea. Pocas estructuras se mantenían en pie y nadie parecía haber sobrevivido. Cerca de un improvisado trono de madera encontraron algunas monedas y objetos de valor que el difunto gobernante de aquel sitio guardaba celosamente. Aquello no evitó que Valyghar, Belara y Alexander se repartieran lo que le pareció útil. Sindel se quedó muy conforme con el hallazgo de un vestido azul de su talla en cuyo origen prefirieron no pensar; al parecer era cierto que el dinero no le interesaba, o al menos no tanto como la aventura, el alcohol, el sexo y la ropa. Detrás de la aldea había una grieta que conducía a una caverna cuyos secretos posiblemente solo conocían los difuntos gnolls. De una u otra forma, los aventureros decidieron dejar sus misterios en paz y proseguir su camino.
Alexander y Belara compartieron un caballo y Valyghar y Sindel el otro, ella se pasó todo el camino haciendo comentarios sugestivos y bromas sobre protuberancias que el capitán ignoró con disciplina, mostrándose más molesto que de costumbre. Sin mayores dificultades el grupo continuó su marcha bordeando las montañas durante horas hasta que ya entrada la tarde finalmente pudieron contemplar la inmensidad de los Bosques de Elondir. La espesura era mucho más profunda y desordenada que la alameda que rodeaba la ciudad de Dellmid, los troncos eran gruesos, desordenados de un montón de variedades distintas, algunos están derribados y otros crecían alrededor de inmensos pilares de piedra. La vegetación era realmente deslumbrante, los arboles median cerca de treinta metros y sus tupidas copas se entrelazaban de forma tal que apenas podía verse el cielo. Ese bosque no era como ningún otro que hubieran visto hasta entonces, claramente aquel era un antiquísimo sitio que desbordaba de vida desde tiempos inmemoriales. 
Sobre la inmensidad de la espesura, al noroeste, se erigía un colosal pilar de marfil que dividía el cielo en dos y cuyo final ni siquiera podía contemplarse. Aquello llamó la atención de los aventureros como ninguna otra cosa y Alexander miró a su compañero buscando las clásicas explicaciones. Esta vez no hubo respuesta y fue Belara quien tomó la voz cantante. Esa era la Torre Blanca del Bosque Elondir, una de las principales ruinas de las civilizaciones elficas que habitaron aquel sitio antes de la fundación de Arcadia.

Visible a gran distancia, la Torre Blanca de Elondir

–Es muy llamativa para los aventureros aunque la mayoría de la gente no parece reparar mucho en ella –comentó Belara–. Es honestamente bastante raro ya que está cortando el cielo…
–¿Hacia dónde lleva? –preguntó Alexander fascinado – ¿Qué hay arriba?
–Bueno, espero que alguna pista de lo que pasó a mi primo. 

Aunque ya era tarde, el grupo se detuvo a almorzar y Sindel señaló en la distancia lo que sería su primer objetivo, frente a ellos, a más de cuarenta kilómetros de distancia, en los lindes del bosque podría observarse una singular estructura blanca que resaltaba entre los antiquísimos troncos y las múltiples tonalidades de verdes que adornaban el paisaje.
Durante la comida se volvieron a discutir los asuntos que venían perturbando al grupo desde el amanecer con iguales resultados. Belara volvió a explicar lo que recordaban la estructura mientras Sindel se fue a acostar un rato (no sin antes invitar a quien quiera acompañarla y no recibir respuesta). Como era habitual, Valyghar procedió a explicar el plan de acción:

 –Sindel entrará sola a encontrar su empleador mientras que nosotros iremos por la terraza usando tú invisibilidad, Belara –dijo el capitán y señaló el improvisado mapa que la mediana había trazado–. Vos podrías quedarte afuera que es más seguro.
–No quiero ser una carga, puedo defenderme pero claramente ustedes tienen más experiencia que yo en estas cosas –comentó Belara, humildemente–. No recuerdo muy bien el lugar, fuimos con Sindel hace muchos años, era como si el templo hubiese sido tragado por el bosque, el piso de abajo estaba lleno de agua y era peligroso porque no se llega a ver lo que hay abajo. Supongo que también se podría subir trepando por los árboles.
–Claramente lo mejor es ir por arriba utilizando las habilidades de Belara –afirmó Valyghar recordando los malos momentos que había vivido bajo el agua a lo largo de su vida.
–No termino de entender si esta persona con la que nos vamos a enfrentar es una Jueza o una maga –inquirió Belara, visiblemente preocupada.
–De todo un poco, pero hasta donde sabemos no tiene su manto.
–Eso hace que solamente sea una mala idea –ironizó Belara, citando a su amiga.
–Quizá debas mantenerte al margen –intervino Alexander.
–Puedo cargar con mi peso –repitió Belera, tratando de convencerse a sí misma–. Estoy preocupada por Sindel, supongo que ustedes ya la conocen, es muy autosuficiente por momentos y muy infantil por otros, tengo miedo que se esté tomando esto con demasiada ligereza, no creo que haya luchado nunca contra un mago.
–Belara, no sé cuál es tu relación con Sindel pero nosotros no tuvimos la mejor relación –dijo Valyghar con frialdad y tomó la precaución de comprobar si la mercenaria dormía antes de continuar–: Ella es un señuelo y si no lo logra, no será una gran pérdida.
–¡No estoy de acuerdo, señor Dubrik! ¡Sería una gran pérdida! –lo corrigió Balara indignada–. No sé qué problemas han tenido entre ustedes, pero ella no le desea el mal a nadie.
–Ella ha atentado contra nuestra vida y nuestros objetivos demasiadas veces.
–Pero esta vez nos está ayudado –replicó Alexander–. Estas exagerando, no creo que de verdad sientas lo que decís.
–A mí no me importa lo que le suceda, ella tuvo muchas oportunidades y las desperdició todas y cada una.
–Honestamente señor Dubrik esperaba mucho más de usted, espero que no trate de la misma manera al resto de los soldados que están bajo su mando –comentó Belara con aspereza y fue a sentarse junto a su amiga–. Con su permiso.
–¿Por qué dijiste eso? –preguntó Alexander una vez que la mediana había partido.
–Porque es cierto, más de una vez no hemos cumplido nuestro objetivo por distraernos buscando otros medios. Estamos yendo a buscar a una bruja cuando deberíamos estar yendo por la rima de Thoral.
–Nuestro fin es mucho más grande que la búsqueda de Denkel o la rima de Thoral.
–Lo sé, yo también tengo dudas respecto del Orden –dijo Valyghar con pesar–, pero no por ello voy a preocuparme por Sindel, ella tuvo su oportunidad. Ahora es sólo un medio para un fin.
–Comprendo –dijo Alexander–. Yo creo que ella es uno de los nuestros y antes de que esto termine te lo demostrará.


Mientras esperaban la partida, Belara dio algunas vueltas entre los pastizales para despejar su mente y luego procedió a despertar a Sindel para proseguir la marcha. Valyghar inventó una excusa para deshacerse de Sindel y cabalgar con la mediana.
–Te quería pedir disculpas si te parecieron ofensivas mis palabras, a veces soy un poco tosco, soy un militar después de todo. Yo no le haría daño a Sindel, solo dije que ella nos generó muchos problemas, ella no es como vos o Alexander, no tengo ningún compromiso para con ella.
–Comprendo –dijo Belara en tono conciliador–. En todos los pueblos de la Bahía a Sindel se la conoce en las tabernas y en las prisiones, esto a algunos le parece muy gracioso y a otros muy molesto, pero la verdad es que ella es más despreocupada que otra cosa, si le das suficiente tiempo verás que cuando las cosas se ponen serias es alguien en quien se puede confiar.
–Quizás pero no puedo arriesgarme, ella trato de matarnos –repitió Valyghar pensativo–. De todas formas te pido disculpas nuevamente, no debí decir lo que dije.
–No es necesario que me pidas disculpas. Hay un punto en que esto no me debería incumbir, son sus asuntos, simplemente quiero encontrar a mi primo. Lo que sí no me gustaría descuidarla en una situación de peligro solo porque no ha tendido el tiempo de demostrar que no es tan molesta como parece en primera instancia.

La noche llegó y con ella los aventureros llegaron al linde del bosque y prosiguieron por allí su camino con la precaución de no adentrarse demasiado en la espesura. Los arboles eran inmensos, más grande que cualquiera que hubieran visto, y se inclinaban sobre sus cabezas dando la sensación de que se estaban metiendo en las fauces de una bestia colosal en cuyo interior estarían completamente a ciegas.
Varias horas más tarde el grupo pudo finalmente vislumbrar a los lejos la figura del templo, la estructura era más grande de lo que habían estimado a la distancia. Entre dos grandes montículos aparecía un camino a cuyos lados aun podían contemplarse vestigios de lo que alguna vez habían sido detalladas figuras talladas sobre la piedra blanca y que ahora eran solo recuerdos de una civilización olvidada. Tras el pasaje se alzaba el majestuoso templo, parecía como si la jungla que lo rodeaba lo estuviera abrazando, enormes troncos y fuertes raíces habían crecido a su alrededor y desde la parte superior filtraba un arroyo de una forma tal sutil como una cascada. El camino hacia la puerta principal, tal como Sindel y Belara habían descripto, estaba sobre una pequeña laguna que se extendía incluso en el interior de la estructura. Los aventureros amarraron los caballos a una distancia que consideraron prudente y siguieron el resto del trecho a pie.
Las ruinas élficas
–Bueno, ¿esta es la parte en la que escribo mi testamento? –comentó Sindel sin perder el sentido humor.
–Nada te pasara –dijo Valyghar sin mucha convicción.
–Es importante que aclaremos una cosa –interrumpió Alexander–, lo más probable es que la hechicera pretenda que nosotros actuemos con algún propósito, pero suponiendo que no sea así y que esto termine en una batalla, ¿qué haremos?
–Yo le juro lealtad a quien haya que jurársela…
–Según nuestras fuentes la hechicera no tiene su manto pero aun así e independientemente de lo lejos que este de los Nodos Telúricos hemos visto hechiceros haciendo desastres –comentó Valygar recordando la batalla con Ventisca–. Por ende si en el momento consideramos que es una buena opción escapar, no duden en hacerlo.
–Si esta persona es la mitad de lo que dicen que es y se está reuniendo conmigo para atar cabos sueltos, yo ya estoy en un problema enorme –dijo Sindel con inusual seriedad–. No crean que no soy plenamente consciente de ello, solo elijo no hacerme mala sangre…
–Creo que puede haber una alternativa que nos dejaría a todos más tranquilos –comentó Belara que hacía rato que estaba buscando algo en sus libros– ¡Puedo hacer una ilusión de Sindel que actué y hable por ella!
–Sí, también podríamos disfrazarnos de ella –comentó Valyghar sin mucho convencimiento.
–Nada de eso funcionará –explicó Alexander, implacable–. Selenia fue una Jueza del Circulo Solvedi, es prácticamente una leyenda viviente.
–Así es –afirmó el capitán–, es mucho más consistente que entre Sindel y que nosotros estemos ocultos para cubrirla.
–Esto es una pésima idea… –dijo Belara sin poder ocultar su miedo.
–Por favor, dejemos esto en claro –dijo Sindel con seriedad–. Si Valyghar pudo matar a un Juez, yo tengo que poder encargarme de esto.
Mientras su compañera reía, Alexander y Valyghar intercambiaron miradas, después de todo lo que habían vivido ambos se conocían muy bien y sabían lo que el otro estaba pensando, aquello claramente era un suicidio. Sindel respiró hondo y comenzó a avanzar hacia el templo con la habitual despreocupación que la caracterizaba. Sus compañeros la observaron hasta que su imagen se perdió en la oscuridad. Cuando ya no había rastros de ella rápidamente fueron hacia una de inmensas raíces que circundaban la estructura y comenzaron a trepar. El paisaje era realmente bello, los arboles formaban una corona circular que se extendía alrededor del templo.
El grupo se detuvo sobre una inmensa rama en la mitad del recorrido, Belara y Alexander se quedaron contemplado el reflejo de las dos lunas sobre la laguna cuando Valyghar los volvió a la realidad, algo en la copa del arboles los observaba. En las sombras había unas criaturas oscuras y peludas con siete ojos rojos, dos grandes y cinco pequeños, parecían arañas pero no lo eran, tenían forma humanoide y aguardaban inmóviles su presa. Belara los reconoció enseguida, era seis o siete ettercaps. Ella hizo un ademán y una pequeña esfera de fuego comenzó a crecer en su mano pero Alexander la detuvo, aquello haría demasiado ruido, debía haber otra forma de distraerlos, quizá era una buena oportunidad para utilizar el truco que Belara quería usar para engañar a la bruja. Silenciosamente la mediana creó una imagen de Valyghar que comenzó a correr entre los árboles y los ettercaps rápidamente fueron a su caza. Mientras Belara mantenía la ilusión, Alexander aprovechó para saltar hacia el muro del templo y logró agarrarse de una estatua. Valyghar lo imitó pero antes tropezó con una liana y cayó con todo su peso sobre el arquero y la pobre estatua. Naturalmente la antiquísima estructura no resistió y ambos atravesaron el muro y entraron rodando al edificio, no sin antes hacer un fuertísimo estruendo que retumbó por todo el bosque. La mediana se quedó atónita pero al ver que las criaturas regresaban sobre sus pasos, saltó al vacío junto a ellos. El grupo entró rodando a una tenebrosa habitación circular, rodeada de antiguos altares, a los pies de una oscura figura humanoide con las curvas de una dama…
–¡Esto sí es sigilo! –afirmó Sindel moviendo lentamente la cabeza. Los aventureros volvieron a respirar.
–No quiero echar culpas pero algo hizo mucho ruido y la ilusión falló –dijo Belara tras entrar en la habitación.

En ese momento, un grupo de ettercaps comenzó a salir de la grieta y trepándose como arañas por los techos y las paredes fue rodeando a la compañía. El guerrero desenfundó sus espadas al tiempo que el arquero tensó su arco, la maga comenzó a susurrar un cántico mientras la duelista alzó su guardia. La única luz que iluminaba aquella sala era el resplandor de las dos lunas que se filtraba por unos vitrales cuyos grabados se habían borrado con el tiempo. Espalda contra espalda la compañía aguardó a sus enemigos y llegado el momento los acabó sin piedad. La batalla fue rápida y silenciosa, las habilidades de Sindel, Valyghar y Alexander eran considerablemente superiores a las de sus enemigos.
La habitación estaba compuesta por dos puertas, una era por la que Sindel había llegado y la otra llevaba a la parte superior donde supuestamente la mismísima Selenia Lambart aguarda. Belara fue la elegida para ser el foco de la esfera de invisibilidad, si algo llegaba a salir mal, quizá aquello le daría una oportunidad.
La duelista atravesó la gigantesca puerta grabada y caminó hacia la superficie, bajo sus pies había larga explanada de mármol corroído por los siglos y en cuyas grietas se podía observar que crecía un atisbo de maleza que era la fiel prueba que la naturaleza estaba ganando una batalla que venía mantenido hacía centurias. No había nadie, solo la brisa nocturna que acariciaba la corona de árboles que se alzaba sobre el templo y las dos lunas que reinaban sobre el firmamento. Sindel caminó despacio, fingiendo estar en calma mientras que sus compañeros la siguieron rogando que el manto de Belara los ocultase lo suficiente.
De pronto la brisa se detuvo y una espesa niebla comenzó a surgir de las baldosas, los susurros del bosque se acallaron para dar lugar a una tempestad de pájaros que huían desesperadamente del incipiente mal que poco a poco iba volviéndose tangible. El grupo se estremeció y de la niebla comenzó a formarse una terrible figura humana, esbelta y orgullosa, la Bruja, Selenia Lambard había aparecido.
Selenia Lambard, antigua Jueza del Círculo Solvedi
–Una entrada realmente dramática, impresionante, envidiable –dijo Sindel tratando de mantener la calma –. Bueno, si no te molesta éste lugar es realmente horrible y me encantaría cobrar lo que me corresponde e irme de aquí para siempre.
–Pequeña, tengo que admitir que me llama mucho la atención que te hayas dispuesto a venir a este sitio –dijo la Bruja con la profunda y firme voz de quien sabe muchas cosas–. Te consideraba más inteligente que esto…
–Si la verdad es que yo también me consideraba más inteligente...
–No me malinterpretes –continuó Selenia con infinita frialdad–, tú y Makaresh han cumplido su labor en forma excepcional y les estoy profundamente agradecida por ello, simplemente es una cuestión de no dejar cabos sueltos. Créeme que hay un sentido en que esto me duele más a mí que a ti…
–No termino de estar entendiendo cómo esto puede dolerte más a ti que a mí –dijo Sindel desafiante mientras desenvainaba su espada lentamente– ¡Pero estoy dispuesta a averiguarlo!
–Siempre hay una alternativa, si es que estás dispuesta a abandonar el mundo como lo conoces y a refugiarte durante algunos años en algún sitio bajo mi protección –dijo la Bruja y a continuación le extendió la mano–. Podrías ser una adhesión importante a una sociedad futura, te ofrezco educación y cautiverio a cambio de vida. –Se detuvo–. Aunque tengo la intuición de que no vas a aceptar el cautiverio.
–Eh, es una buena oferta pero creo que voy a tener que pasar –dijo Sindel, mirando a su alrededor en busca de apoyo–.  Pero antes de que hagas lo que sea que vas a hacer, dime, ¿a qué se debió toda esta farsa?
–Eso, mi pequeña niña, ya no es relevante. No deberías preocuparte por cosas que exceden tu comprensión, simplemente date por satisfecha de que has cumplido un rol fundamental en una obra que es mucho más grande que tú –clamó Selenia lentamente mientras extendía una de sus manos hacia los cielos–. Uno no puede tenerlo todo…

El aire ya enrarecido se volvió más siniestro y pesado. Alexander tensó el arco de Rhadika mientras Belara formó una bola de fuego entre sus manos, Valyghar trató de detenerlos pero su compañero lo ignoró y tras pronunciar secretas palabras en una lengua desconocida, unas runas rojas cubrieron el arco. Inmediatamente cuatro proyectiles cubiertos de energía dispararon del manto de Belara e impactaron directamente contra la bruja dando lugar a una terrible explosión. El fulgor del fuego, la luz y el hielo hicieron visible un campo de energía violácea que protegía la hechicera. Nada sucedió, Selenia estaba intacta y pronto el escudo volvió a ser invisible. El semblante de la Bruja se oscureció y sus penetrantes ojos negros se centraron en los aventureros.

–Esto es realmente patético –comentó Selenia y bajó la mano–. Con razón no podía encontrarte con los hechizos de adivinación, veo que has cambiado de bando de forma bastante rápida.
–Pensaba que no iban a aparecer…–exclamó Sindel recuperando el aliento.
–¿Cuál es su gran idea ahora, soldaditos? –preguntó la Bruja, con voz de hierro– ¿De verdad están dispuestos a confrontarme en combate personal?
–En principio queremos saber la verdad y dependiendo de lo que digas tendrás tu respuesta –respondió Alexander con determinación.
–¿La verdad? –respondió ella tras una larga carcajada–. Ambos la conocen muy bien, son peones en una obra en la que se juegan fuerzas que ni siquiera pueden concebir.
–Eso lo sabemos, pero cuál es tu papel en esta obra –concedió Alexander visiblemente alterado– ¿Por qué has hecho todo esto?
–Tengo mis motivos, pero no me malinterpreten, debería ser yo quien se encargue de esto y no ustedes –dijo la Bruja con una sádica expresión en su rostro; y señaló al arquero con su dedo, concentrando allí poderosas energías mágicas–. Esta vez Ramgast no está aquí para salvarlos, sería tan sencillo…
–Si te tomaste tantas molestias, no vas a hacerlo –dijo Alexander mirándola fijamente, casi desafiándola.
–Obviamente –concedió la Bruja, divertida–. Por algún extraño motivo él está obsesionado con ustedes, tiene alguna especie de fe o delirio, pero ya van a tener tiempo para demostrarle que está completamente equivocado. Y cuando fallen en lo que tienen que hacer, yo ocuparé el lugar que me corresponde.
–¿Por qué enviaste a la muerte a ese hombre? –preguntó Alexander, dolido.
–Hay personas que tardan demasiado en entender la fragilidad de las razones humanas. En el fondo todos somos polvo e inventamos estas nociones como el honor y las deudas –afirmó Selenia con frialdad–. Makaresh era uno de esos pobres infelices, su historia es realmente trágica, todo su pueblo fue encerrado en una Puerta Planar por los mismos Jueces a los que terminaría sirviendo. El pacto es simple: nosotros los mantenemos vivos a cambio de que su mejor guerrero nos sirva en forma irrestricta.
–¿Solo eso era Makaresh para vos? –preguntó Alexander, visiblemente enojado.
–Terminó siendo mucho más eficiente que los fanáticos que teníamos en el pasado. Pero bueno, todo ese honor y esa devoción terminaron cuando alguien clavó una flecha entre sus ojos. Supongo que eso te hará sentir muy bien.
–Como me siento es irrelevante –dijo Alexander, esforzándose por mantener la calma– ¡Tú eres la responsable de todo esto, eres quien mueve los hilos y quién pagará al final del camino!
–¡Todos pagaremos al final, de una forma u otra, Arcadia está condena! –exclamó la Bruja con voz solemne–. Simplemente habrá algunos que saldremos mejor parados y otros que pagarán el precio de que así sea. ¿De verdad creen que pueden salvar este Reino decadente?
–Selenia, lo que decís no tiene sentido –intervino Valyghar con sagacidad, era el único que aún conservaba la calma– ¿Por qué te tomaste tantas molestias si somos tan insignificantes?
–Se suponía que debían descubrirlo por su propia cuenta, perseguir el fantasma de Denkel, averiguar qué fue lo que había encontrado como para que los Jueces mientan por él –afirmó la Bruja lentamente mirando como Belara se cubría la boca frente a tal revelación–. Tu primo encontró algo realmente alarmante y creo que tú –dijo mirando a los ojos de Alexander–, también debes haber visto la Barrera Canon cubriéndolo todo.
–Así que eso era…–tanteo Alexander sin comprender cómo podía saberlo, hasta entonces nunca le había contado aquel sueño a nadie– ¿Esa es la razón por la que los muertos no pueden descansar en paz?
–Entre otras cosas, pero principalmente es la razón por la que todos viven atrapados en el presente. Esa barrera va a romperse y muchas cosas van a romperse con ella –dijo con satisfacción–. Pero tal vez ustedes puedan evitarlo…
–¿Por qué habríamos de hacerlo? –preguntó Valyghar, desafiante –¿Por qué habríamos de seguir jugando este juego?
–Bueno, tú eres el León de Argos, te enorgulleces por éxitos que no tuviste y seguís cobrando réditos por flechas que no disparaste. Esta quizá sea tu oportunidad, ¿vas a dejarla pasar?
–Ambos luchamos juntos –la interrumpió Alexander–. No vas a conseguir separarnos.
–Sigue diciéndotelo muchacho, estoy segura de que en algún momento vas a creértelo. Pero no se preocupen tengo completa fe en que van a llegar al final del camino y fallar miserablemente.
–¿Por qué si pretendes que fallemos hasta ahora nos has ayudado, o eso es lo que pretendiste hacer enviado a Sindel y a Makaresh a entrenarnos?
–Por favor, estoy más que dispuesta a reconocer mi parte en este juego pero estas no son ideas mías, son ideas de él, y quizá tenga un punto, quizás puedan descifrar la Rima de Thoral y hacer lo que haya que hacer por Arcadia. Es indudable que han mejorado, pero yo les pregunto: ¿están realmente a la altura de la prueba que tienen frente a ustedes?
–No comprendo –confesó Valyghar ahora al borde del pánico–. Entonces todo lo que hemos hecho...
–Voy a ponerlo en términos que incluso ustedes puedan comprender: ¡hay un gran mal que se cierne sobre Arcadia! Y muchas cosas dependen que ese mal sea resuelto –recitó Selenia con grandilocuencia y en ese instante se desvaneció. Su penetrante voz lo envolvió todo– ¡Tu amigo ha visto a una enorme bestia alada incinerando Argos! Eso sería una gran tragedia, pero sin embargo hay quienes creen que ustedes, solo ustedes, pueden evitarlo. –Tras decir aquellas palabras la Bruja volvió a aparecer a espaldas de los aventureros. Todos se sobresaltaron y Belara dio un paso hacia atrás aterrada–. Pero el problema es que sus habilidades actuales son insuficientes: no pudieron derrotar a un simple nigromante en la Isla de los Túmulos, prácticamente mueren porque una embarcación se va pique, tienen problemas lidiando con la mitad de los desafíos con los que se enfrentan. ¿Realmente son el tipo de personas en las que Arcadia pueda confiar? –La bruja se desvaneció nuevamente y su imagen volvió a aparecer en su sitio original frente a ellos– ¿O no lo son?

No hubo respuesta, un silencio tenso reinó por un momento. Alexander, nervioso, se acercó a Sindel, la tomó del brazo y le susurró que se retire; Belara, por su parte, yacía inmóvil, pensativa, tratando de procesar todo aquello. De pronto el León de Argos se incorporó y dio un paso al frente; sólo restaba una pregunta por hacerse, aquello que nadie se había atrevido a preguntar:

–Si no eres tú, entonces quién es el que está detrás de todo.
–Ustedes ya lo conocieron, él es el líder de lo que alguna vez fue el líder del Fénix Negro, el traidor del Consejo Arcano, aquel que les mostró el camino hacia Tunelaria, el verdadero titiritero que ha guiado cada uno de sus pasos –exclamó la Bruja con una perversa satisfacción mirando fijamente los ojos de cada uno–. Él es el enemigo y ustedes son realmente imbéciles si creen que les diré su nombre.
–No puede ser…–consiguió articular Alexander, profundamente herido por aquellas palabras.
–¿Todo empieza a tener sentido? ¿Se dan cuenta cómo desde el principio han estado siguiendo los pasos que otros han estado poniendo frente a ustedes? Cruzarse con Ventisca en su primer aventura juntos, perderse en el medio del descampado para que un extraño sujeto les diga cómo entrar en Tunelaria, reencontrarse aquí para que surja todo este problema con Denkel y ahora enterarse de que los asesinos que los perseguían en realidad estaban preparándolos para lo que vendrá porque ni siquiera pueden hacerlo por ustedes mismos.
–Por lo visto vos tampoco tenés la capacidad para salvar a Arcadia –respondió Valhygar enojado, claramente desafiante.
–Yo no tengo ningún problema con que Arcadia se vaya al infierno –dijo la Bruja con odio visceral–. Tal vez ese sea el motivo por el que dejo que ustedes se encarguen; lo cierto es que la Barrera Canon se va a romper y no hay mucho que puedan hacer para evitarlo.
–¿Qué es la Barrera Canon? –preguntó el León de Argos.
–Existe en Arcadia más de que lo que el ojo normal llega a ver y una gran serie de mentiras y traiciones se alza detrás de eso; van a tener que llegar al fondo de todo si pretenden ayudar a la gente. –Se detuvo–. Pero ya te enterarás en breve, pronto tu amigo te dirá los secretos que celosamente ha guardado.
–Miente, yo no sabía qué era eso. Solo he visto imágenes…
–¿Miento? –preguntó, divertida– ¿Cuánto tiempo tardaste en decirle que el fantasma de Ventisca te estaba persiguiendo y señalando el camino?
–Esa culpa es solo mía, y por eso solo yo debo hacerme cargo –explicó Alexander con pesar–. Yo fui el que mató a Ventisca una vez que lo habíamos derrotado, no podía soportar su existencia. En ese momento no pude ver que él, al igual Markaresh, Sindel y nosotros solo éramos instrumentos de gente como ustedes.
–No te confundas. Ventisca tenía muy en claro lo que quería, él necesitaba el conflicto para convertirse en un héroe, en una leyenda como el genocida de Ramgast, a quien tanto idolatran.
–Ramgast es un gran hombre –la contradijo Valyghar– ¡Vos fuiste la que lo traicionó!
–No, yo no lo traicioné. Algunos de nosotros comprendimos porqué hicimos lo que hicimos y otros prefirieron vivir en la mentira y jugar a los santurrones para lavar culpas –dijo con desprecio–. Las líneas morales de Ramgast han cambiado bastante con los años, yo que ustedes le preguntaría qué fue lo que pasó con el líder de nuestro Círculo en el final del Anómicus.
–¿Qué querés decir? –preguntó Valyghar esperando que le confirmasen aquello que en el fondo siempre había sabido y que su amigo había tratado de decirle tantas veces.
–Vamos, incluso ustedes se tienen que haberse dado cuenta que un repentino surgimiento de no muertos fue demasiado casual hacia el final del Anómicus. Sería terrible que alguien hubiese decidido sacrificar una parte de Arcadia para salvar el resto, ¿no? –Calló bruscamente y luego de una larga y tensa pausa que nadie se atrevió a perturbar, continuó–: Pero al final, ¿cuál es la diferencia? –dijo mirando hacia el cielo como si se lo preguntara a ella misma– Polvo, mero polvo...

Hubo una larga pausa, el silencio de la fría noche volvió a ser tangible, sólo podía escucharse la agitada respiración de los aventureros que aguardaban lo inevitable. Los ojos negros de la Bruja dejaron de contemplar el infinito y volvieron a posarse sobre ellos, su mirada era penetrante como una espada y desbordaba de odio. Ella era quien merecía el lugar que había sido elegido para ellos. La niebla comenzó a moverse en círculos alrededor del templo como si estuvieran en el ojo de una tormenta.

–¡Estoy segura que ustedes están a la altura de la prueba que les espera y por eso serán los primeros en tener acceso a la verdad que hay detrás de todo! ¡Y supongo que sí en verdad se lo merecen, estarán más dispuestos a probarlo! –exclamó Selenia Lambard con sarcasmo mientras todo comenzaba a temblar a su alrededor y su temible figura volvía a ser una con la niebla de la que había surgido–. ¡Si quieren a la perra, luchen por ella!
–¡Selenia, has confundido nuestra voluntad con nuestra fuerza y esa será tu perdición! –gritó Alexander, gobernado por la ira.
El temblor se volvió cada vez más fuerte y la niebla comenzó a arremolinarse con furia sobre el edificio dando lugar a una nueva forma mucho más grande y terrible que la anterior. Una gigantesca criatura no muerta salió de la niebla: era un enorme lobo constituido por cientos de pútridos cadáveres que aún se estremecían en su interior. En sus fauces tenía unos terribles y afilados colmillos de hueso por los que se filtraba un fluido más esposo que la sangre y negro que la brea. Los aventureros se estremecieron al ver semejante criatura; ya habían luchado contra otros no muertos antes, pero nunca contra algo tan terrible como aquello. La bestia rugió y junto con el pútrido hedor de la muerte se sintieron los lamentos de las cientos de almas que la criatura había devorado.


–¡Sindel, salí de acá y llévate a Belara! –ordenó Valyghar empuñando sus dos espadas–. Nosotros nos encargamos.
–Bien, esa cosa no parece tener puntos vitales –respondió ella sin poder dejar de ver los ojos huecos de la bestia–. Llevo a Belara a algún lugar seguro y vuelvo. No mueran hasta entonces…
–No vamos a morir –gritó Valyghar y la hoja solar brillo en su mano izquierda.

El León de Argos se puso en guardia y aguardó a la bestia mientras Alexander pronunció las palabras del arco y arrojó cuatro proyectiles cubiertos de energía, dos de ellos penetraron la criatura y estallaron en su interior expulsando partes de cadáveres que la criatura rápidamente fagocitó.
Cuando hubo terminado, la bestia se incorporó lentamente y exhaló un prologando rugido que aterrorizó a los aventureros. Fue entonces cuando sin más preámbulos se arrojó de un gran salto contra el arquero, pero el León de Argos le negó el paso y le arrojó un golpe con su espada resplandeciente. El lobo se estremeció al ver la luz, pero el guerrero se detuvo al contemplar la verdad tras la bestia, lo que parecía ser uno en realidad eran cientos: su cuerpo estaba compuesto por un centenar de partes de cuerpos humanoides apilados que aún gemían como si estuvieran vivos. El espectáculo era realmente terrible, algunos lloraban y otros parecían reír pero en el fondo todos luchaban entre sí y se destrozaban unos a los otros mientras extendían sus mutilados miembros con la vana esperanza de atraparlo. Algunos pocos, de hecho lograron agarrar las manos y los pies del capitán, y si bien aquello no los satisfacía, aun así se aferraban a él con toda su fuerza porque aquello era lo que tantos otros deseaban, era lo que tanto habían querido y también era todo lo que les quedaba. En el fondo solo imitaban a la gran bestia de la que eran parte, o al menos eso fue lo que el León de Argos pensó cuando su mano vaciló y un sentimiento que hacía mucho no sentía comenzó a gobernarlo desatando el torrente de la conciencia que nos detiene y que tanto luchamos por acallar. ¿Era miedo? No, no podía ser: él había sido entrenado no sólo para no temer sino también para inspirar a otros. ¿Eran las palabras de la Bruja lo que lo hacían dudar? No, seguramente eran más mentiras para confundirlo y manipularlo. ¿Era el destino de Arcadia lo que lo perturbaba o quizá el suyo propio? Ingratos recuerdos se suscitaron uno tras otro: aquella expresión de desaprobación de su padre, la soledad de las profundas aguas cristalinas en las que casi pierde la vida y el terror helado que sintió cuando por primera vez supo que los Jueces podían caer. ¿Todo aquello valía realmente la pena? Sólo había una forma de averiguarlo, se dijo a sí mismo y cerrando el puño con fuerza arrojó un golpe con la espada solar que dejó un haz de luz sobre el cuerpo de la bestia. Algunos fragmentos de cadáveres, insectos carroñeros y el repugnante fluido negro cayeron sobre el frío mármol gris completamente chamuscados.
Impávida, la bestia respondió el ataque y derribó al León de Argos con una de sus afiladas zarpas de hueso. Inmediatamente Alexander saltó hacia atrás y usó la técnica con la que había matado a Makaresh, simultáneamente las tres flechas entraron en el cuerpo de la bestia liberando tres explosiones que la hicieron tambalear y retroceder. La bestia regurgitó varias veces pútridos trozos de cadáveres cubiertos por la hedionda sustancia viscosa y nuevamente, aunque con mayor lentitud, los cuerpos mutilados que formaban la patas de la bestia volvieron a tomar lo que aún servía y lo devoraron.
Valyghar se puso de pie recuperando la compostura, sabía que su amigo no soportaría ver lo que él había visto, no después de lo que la Bruja les había dicho, y su deber, ante todo, era protegerlo a él y a la gente de Arcadia. Sin dudarlo el León cargó contra el enorme sabueso dejando en su marcha el haz de luz de su espada y descargó sobre la criatura cinco terribles golpes. Nada vivo hubiera soportado aquella furia, cada espadazo dejó un profundo surco entre la masa cadavérica y empujo a la bestia un paso hacia el abismo, pero no fue suficiente, quizá, después de todo, era cierto lo que dicen: lo que está muerto, no puede morir. En ese momento culmine, Alexander cargó el arco, pronunció las palabras para reafirmar el voto anterior y se propuso disparar, pero la criatura solemne, al borde del abismo, fue más veloz y se abalanzó contra el León con toda su furia. Rápidamente el guerrero evadió el primer mordisco pero antes de que pudiera reaccionar fue atrapado por una de las garras de hueso y luego por la siguiente, los continuos impactos lo incrustaron contra el piso, desgarrando tanto las placas de metal de la armadura como su carne. La sangre de Valyghar se mezcló con los oscuros fluidos en medio de una nube de polvo y el abrazador hedor de la muerte lo cubrió todo.
Alexander llamó despernadamente a su compañero y sin dudar disparó cuatro precisos proyectiles, dos de ellos explotaron contra en la cabeza y dos en el resto del cuerpo, desmembrando a la criatura. En ese momento el León de Argos se alzó sobre los cadáveres con la guardia en alto para seguir luchando hasta el final, pero el combate ya había terminado. Frente a sus ojos pudo ver como la terrible bestia se tambaleaba y caía al vacío.

–¡Valyghar! –gritó Alexander con los ojos llenos de lágrimas y corrió a su encuentro–. Temí lo peor…
–Ya te lo dije, no voy a morir tan fácil –afirmó el capitán, claramente maltrecho.
–Honestamente estoy sorprendida –comentó Sindel al entrar a la escena, Belara la seguía tímidamente unos pasos más atrás.
–Agradecida es la palabra –la corrigió Valyghar y acomodó algo que posiblemente era su hígado –. Te salvamos la vida…dos veces.
–Esa es una forma muy particular de interpretar el hecho de que estoy acá por su culpa pero bueno, te dejo quedarte con eso y después te puedo agradecer de la forma más escandalosa que se te ocurra.
–Puedo curarte –afirmó Belara horrorizada al comprobar el lamentable estado de Valyghar.
–¿Así qué cual es la idea ahora? –preguntó Sindel mientras destapaba una botella que no compartió–. Estaba pensando mientras escondía a Belara…
–Sí, mientras escondías a Belara…–repitió Valyghar con sarna y se retorció del dolor.
–Sí…–respondió ella con complicidad–. Estaba pensado que esa torre debe ser un lugar muy interesante para ir, ¿es una buena idea, no? Además sería peligroso que Belara fuera sola con ustedes y el conjunto de psicópatas que quieren matarlos…
–Sindel, me gustaría decirte que lo mejor sería que vuelvas  a Darheim con tu padre –confesó Alexander–, pero supongo que hablo por todos al decir que necesitamos tu ayuda.
–Eso está más que claro –dijo ella y asomó la cabeza hacia el vacío para contemplar la pila de cadáveres que había dejado la bestia al caer.
–Pero entonces –dijo Valyghar para sí– ¿Quién producía los fenómenos naturales?
–El Juez Negro –aseguró Alexander.
–O, por lo que sabemos, esa mujer…–dijo Belara, tímidamente.
–Quizá sean la misma persona –comentó Valyghar.
–¿Qué era ese campo invisible que la protegió de las flechas? –preguntó Alexander.
–Puede ser muchas cosas, desde un hechizo de manipulación temporal a hechizos de protección e inmunidad. –Se detuvo–. Por todo lo que sabemos tal vez ni siquiera estaba aquí, eso de aparecer y desaparecer fue demasiado raro. Además qué clase de criatura era esa…
–Así es nuestra vida –repuso Valyghar con resignación y su compañero asintió con la cabeza.
–Hay posibilidades que lo que esta hechicera este usando tenga alguna conexión con sus poderes como Juez –continuó Belara pensativa–. Es sabido que dentro de los bosques los Jueces no pueden usar poderes porque no pueden canalizar la magia de los Nodos Telúricos. Puede que adentro del bosque estemos más seguros, capaz no sea casualidad que haya elegido un punto en el linde del bosque para encontrarse con Sindel.
–No podemos bajar la guardia, nuestros enemigos son Jueces y ya hemos visto lo que pueden hacer incluso lejos de sus nodos –afirmó el León de Argos dispuesto a llegar al final–. Descansemos, mañana partiremos al amanecer.

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Notas para recordar:
  • ¡Un nuevo encuentro con Selenia Lambard, "La Bruja", "Eclipse" del Circulo Solvedi! Síntesis de lo que ocurrido hasta ahora y varias revelaciones:
  • Se confirma que Selenia responde a alguien más. Era el verdadero lider del Fenix Negro, y tiene un poder inconmensurable. 
  • Se revela que ese sujeto ha escogido a Alexander y Valyghar para realizar una tarea secreta, y que los ha estado "guiando" y entrenando para ello. 
    • El encuentro original con Ventisca el día que se conocieron, así como los eventos de la primera campaña en su conjunto fueron orquestados por él. También fue él el misterioso vagabundo que guió a Alexander hacia Tunnelaria y lo aconsejó en varias ocaciones. Todos estos elementos serían parte de su plan. También lo es el actual encuentro de los aventureros, y el que se enteren que Denkel está vivo y que ha descifrado la Rima de Thoral. 
  • De algún modo, Selenia está al tanto de todos los sueños que ha estado teniendo Alexander: la bestia alada que destruirá Argos, el sueño de la barrera, e incluso los diálogos con el fantasma de Ventisca. 
  • Se confirma también que el surgimiento repentino de no-muertos que efectivizó el final del Anómicus fue orquestado por los jueces del Circulo Solvedi. Y, al parecer, el Juez Ramgast habría tenido un rol fundamental en ello.
  • Se menciona por primera vez la Barrera Canon, una barrera mágica que rodea la totalidad de Arcadia. Aparentemente, "es la razón de que todos estén atrapados en el aquí y ahora", y también retiene a los espíritus de los muertos. De algún modo está vinculada a las Puertas Planares y a los poderes de los jueces. Y (tal como soñó Alexander) se está rompiendo.
    • Selenia especificó que cuando la Barrera Cannon se rompa, Arcadia será destruida. 
  • Se revelan las motivaciones originales de Ventisca: buscaba que estallará un conflicto a gran escala para poder transformarse en un héroe de guerra, emulando los pasos del Juez Ramgast.
  • Se reveló la historia e identidad de Makaresh, el silencioso monje que acompañaba a Sindel: miembro de una comunidad encerrada por los jueces tras una Puerta Planar, el verdadero lider del Fenix Negro los mantiene vivos a cambio del servicio irrestricto de su mejor guerrero. 
  • Se reveló que Sindel y Belara se conocen hace muchos años. Son buenas amigas, y se cuidan mutuamente. 
  • Al final del decimoséptimo día de viaje, el grupo de aventureros decide redoblar sus esfuerzos, adentrarse en los lindes del Bosque Elondir y dirigirse hacia la Torre Blanca.