[D&D-A] - Lucha y muerte en las calles de Dellmid

En esta entrada se reproducen los acontecimientos de nuestra sesión del 9/8/2015, tal y como fuesen registrados y narrados por Daveron. ¡El combate más esperado tiene lugar! Revelaciones sobre los rivales, pistas sobre Denkel y la introducción de nuevos personajes.

Lucha y muerte en las calles de Dellmid
Registrado y escrito por Daveron


Las calles del tranquilo Dellmid, a la sombra de las Montañas Tenaces

Las nubes grises comenzaron a cubrir el cielo rojo de Dellmid, cualquiera que hubiera mirado el firmamento hubiese visto que se acercaba una tormenta, pero nadie lo hizo. Claro que no, en las desoladas calles del norte de la ciudad los aventureros y sus perseguidores aguardaban inmersos en un tenso silencio a que sus oponentes hicieran un movimiento en falso. Con su clásica sonrisa burlona Sindel agitaba su estoque en el medio de la calle y frente a ella aguardaba el León de Argos empuñando sus dos espadas.  A pocos metros de distancia, sobre los tejados de unas casas circundantes, el monje y Alexander estaban de pie esperando; el primero empuñaba su arco con cierto nerviosismo mientras que la mirada del segundo debelaba la disciplinada calma de quien ha bailado aquella danza mortal cientos de veces. Todo parecía igual a los encuentros anteriores pero esta vez había algo diferente, en el semblante de los aventureros se veía cierta confianza, ellos tenían un plan y contrariamente a lo que creían sus enemigos, esta vez ellos no eran la presa. 
El tiempo pasó y todos permanecieron muy quietos hasta que la tensión de lo inevitable se hizo tangible y todos hicieron su primer movimiento. Sin dudarlo Alexander tensó el arco, el monje arrojó su sakkat y corrió por los techos pero esta vez el arquero no era sería su oponente, esta vez no jugaría su juego. Valyghar rugió y cargó mientras que Sindel se puso en guardia y espero a su presa. El entrenamiento había dado sus frutos y Alexander logró actuar incluso antes que Sindel, mientras ella alzaba su guardia vio como a sus espaldas el arquero saltaba del tejado disparando en el aire tres flechas simultáneamente contra ella, dejando el monje atrás y obligándola a cambiar su defensa. Uno de los proyectiles le rozó un brazo y los otros impactaron en un muslo y en el hombro izquierdo. Apenas pudo recuperarse cuando vio que sobre ella se abalanzaba el León de Argos. Rápidamente ambos cruzaron espadas y ella le propinó un preciso golpe al tiempo de que su rival logró infligirle un corte el abdomen; pero antes de que Valyghar pudiera subir su guardia Sindel arrojó una segunda estocada, aún más precisa que la anterior, que impactó en la abertura del cuello de la armadura haciéndole un corte a pocos centímetros de la yugular. El León de Argos se agarró la herida, la técnica de su enemiga era impecable y él lo sabía. Sindel nuevamente no le dio la oportunidad de contraatacar y saltó varios metros hacia atrás chocando su cuerpo contra el de Alexander que aún estaba recargando su arco.


La acrobática duelista Sindel, y el misterioso monje

Sobre los tejados el monje dio un grito silencioso y se puso en guardia, todos los músculos de su cuerpo se volvieron tensos como rocas expulsando una fuerza destructora que hizo trizas las tejas a su alrededor. El poderoso espíritu del enemigo estremeció a los aventureros, esa era la técnica de la que Alexander había hablado la noche anterior y con la que había podido derrotarlo. Sin darles tiempo siquiera a temer por sus vidas, y a una velocidad casi sobrehumana, el monje saltó sobre el arquero con una patada descendente, pero justo antes que pudiera impactarlo Alexander esquivó el ataque con una barrida evadiendo también la espada de Sindel y cayendo al lado de su compañero. La patada del monje rasgo la tierra y Alexander disparó una flecha que fácilmente el asesino detuvo con sus manos. Los dos grupos estaban nuevamente en la situación inicial.
A pesar de que intentó disimularlo, Sindel comenzó a jadear producto de sus heridas mientras su insondable compañero observaba detenidamente a sus enemigos: algo había cambiado en ellos, sus movimientos no eran torpes e impredecibles como en sus anteriores encuentros, parecía como si todo estuviera fríamente calculado. 
Los dos grupos se quedaron nuevamente en silencio, ambos sabían que el siguiente movimiento podía ser el último. El León de Argos se puso en guardia a la espera de su presa, pero Sindel no cayó en la trampa y saltó hacia una el pórtico de una casa poniéndose a cubierto para tomar una poción y quitarse la flecha que tenía clavada en el muslo. Sin embargo, el monje cargó sin vacilar contra Alexander. Era claro que nunca había escapado a un conflicto en su vida y ésta no sería la excepción. Antes de que el arquero pudiera reaccionar el monje le propinó un jab en el estómago y le pegó con el canto de su mano en el cuello. La vista del arquero se nubló por un momento pero inmediatamente logró recuperarse. El monje se sorprendió al ver que su técnica no había funcionado cuando detrás de la capa de Alexander apareció el León de Argos esgrimiendo sus dos espadas, ya no había nada que pudiera hacer, había caído en sus garras.

−Subestimaron nuestras habilidades y esa será su perdición− gritó el León de Argos al mismo tiempo que arrojó los cinco poderosos espadazos con los que casi había matado al dragón de Fondaria. Con destreza sin igual el monje logró desviar varios golpes con sus puños hasta que uno de ellos impactó en su rostro ocasionándole una herida superficial para dar lugar a otro, mucho más terrible, que impacto directamente contra su pecho. El segundo impacto no sólo había desgarrado su poncho, le había causado un profundo corte por el que brotaba una gran cantidad de sangre. Bajo las rasgadas vestiduras, los aventureros pudieron ver que en su espalda aun cargaba el arco de Rhadica. El monje, a pesar de estar bañado en sangre, no retrocedió, las heridas no parecían afectarlo, sonrió con cierta satisfacción y volvió a atacar. Sin dudarlo, Alexander saltó hacia atrás y disparó sus flechas simultáneamente; el monje extendió su mano para detener los proyectiles tal como en su anterior encuentro, pero estos fueron más rápidos y mortíferos de lo que el arquero hubiera querido. Una de las flechas atravesó su mano, otra quedó clavada entre las costillas y la tercera se clavó directamente en su cuello. Inmediatamente el asesino del Fénix Negro cayó de rodillas cubierto de sangre y jadeando en vanos intentos por respirar; Alexander absorto dejó caer su arma mientras su enemigo solemnemente, con sus últimas fuerzas, se quitó el arco de Rhadica de su espada y con ambas manos se lo ofrendó al hombre que lo había asesinado. Su obra estaba completa.
Sindel, completamente horrorizada, soltó su estoque y levantó las manos en señal de rendición mientras que Valyghar caminó hacia ella con su semblante de hierro dispuesto a hacer lo que fuera necesario. Alexander, por su parte corrió hacia el monje pero ya era demasiado tarde, no había nada que pudiera hacer, el monje yacía sin vida en los suburbios de Dellmid. Antes de que alguien pudiera hacer su siguiente movimiento, el cabo Eradan y sus hombres llegaron al lugar sobre sus imponentes leones para detener un conflicto que ya estaba consumado. Rápidamente unos soldados apresaron a Alexander y lo alejaron del difunto monje que aun yacía de rodillas sosteniendo su ofrenda. 

−¿Valyghar? ¿Qué haces acá? –preguntó Eradan, desconcertado al ver a su viejo amigo y a la heredera del Restaurador junto a un muerto en plena calle– ¿Qué demonios es todo esto?

−Eradan, nos han atacado…−se limitó a decir Valyghar.
−Vas a tener que explicarnos esto en el Bastión, conoces el protocolo –contestó tajante el cabo− Usted también va a tener que acompañarnos señorita Nordheim.
−Sí, sí… –contestó Sindel con la voz entrecortada y sin oponer resistencia alguna.

Rápidamente los guardias recogieron el cuerpo y emprendieron la marcha hacia el Bastión llevando a la duelista y al arquero esposados. Antes de irse Valyghar agarró su anillo camaleónico del suelo y se detuvo un momento a mirar al cielo, era claro que esa noche llovería.

El grupo fue dirigido al Bastión, así llamaban a la torre donde se asentaba el ejército protector de aquellas tierras. El lugar estaba rodeado por una imponente muralla de piedra de cuatro metros de altura dentro de la cual no había más de una docena de hombres. Sindel y Alexander fueron encerrados en dos calabozos en el subsuelo de la torre, sólo unos barrotes los separaban. No había ningún otro prisionero, era claro que ese sitio no había sido usado en mucho tiempo. Ambos se quedaron en silencio pensando en lo sucedido, Sindel miró varias veces al arquero buscando las palabras para decir algo que jamás dijo. Alexander por su parte no la miró, sus ojos estaban perdidos en otro sitio, nuevamente alguien había muerto bajo su mano.

Eradan llevó a Valyghar a su oficina, no era muy grande pero había una pequeña mesa redonda sobre una alfombra, una biblioteca y un gran ventanal que daba al exterior donde que podía verse la muralla.

−¿Qué demonios es todo esto Valyghar? –dijo Eradan dándole la espalda al ventanal con una clara expresión de preocupación−. Esto es un problema enorme.
−Venían siguiéndonos, ya nos habían atacado en otras ocasiones –comentó Valyghar−. Creemos que son agentes del Fénix Negro.
−¿Estás seguro de lo que estás diciendo? El Fénix Negro está prácticamente desarmado.
−Eso mismo es lo que nos quieren hacer creer…
−¿Por qué estaría Sindel involucrada con ellos? ¿Tenés idea de quién es ella y del problema que implica que esta tipa aparezca al lado de un cadáver? −dijo dejándose caer sobre su silla y destapando una botella−. Voy a tener a la gente del Trono de Comercio aquí. –Se detuvo−. Hace menos de una hora estaba viendo como cerraban los negocios y ahora tengo a la hija de uno de los principales suministradores de este pueblo involucrada en un asesinato junto con una figura prominente de la milicia; ni quiero saber las implicaciones que esto va a tener…
−Lamento todo esto –se disculpó nuevamente Valyghar−. Lo que hemos logrado averiguar es muy poco, sólo sabemos que el monje tiene una relación con el Fénix Negro.
−¿Cómo sabes que es del Fénix Negro?
−El Fénix Negro suele entrenar a sus agentes para luchar con las manos descubiertas pero eso no es todo, el monje tiene unas plumas negras en su cinto y Sindel estuvo siguiéndolo. Es probable que supiera que veníamos aquí –explicó Valyghar.
−No sé, Sindel llegó al pueblo hace dos días y estuvo con Van Hasen tratando de arreglar ese maldito barco volador –se lamentó Eradan agarrándose la cabeza−. Si tan solo se hubiera arreglado ese barco antes. Valyghar, disculpa que no puedo ponerme contento por verte pero esto es realmente un dolor de cabeza. Voy a tener que reunir a la gente del Trono de Comercio y explicarle que esto es todo un enorme malentendido y que la hija del Restaurador no tiene nada que ver con lo que acaba de pasar y que simplemente estaba de paso y no va a haber cargos legales.
−No estoy tan seguro…−comentó Valyghar con cierto reproche.
−¿Entendés que Dellmid está fuera de todas las rutas de comercio de la Bahía? Si las naves del Trono de Comercio dejan de pasar por aquí, Dellmid se va a venir a pique en par de semanas.
−¿Por qué no llega aquí la Coalición Mercante?
−No sé, deben estar muy ocupados mandando sus barcos por Portuaria.
−Podríamos encontrar una forma… −sugirió Valyghar.
−¿Con qué objetivo? –preguntó Eradan cortante, temiendo por la respuesta−. ¿Crees que haya que encarcelar a Sindel?
−Creo que hay que investigar a Sindel. Encarcelarla tendría repercusiones fuertes, pero ella claramente oculta algo.
−Vamos a preguntarle, tenemos diez minutos antes que la gente del Trono se enteré de que está aquí.


En las frías celdas, Sindel y Alexander siguieron cada uno atrapados en sus pensamientos hasta que una puerta finalmente se abrió. Con sombría expresión entró Eradan, seguido por Valyghar y otros dos hombres que se apostaron junto a las puertas.
−Bien, Sindel, creo que esto supera en gran medida todos los otros problemas que has causado en este pueblo –le dijo cabo con un tono familiar, como si la conociera hace mucho tiempo−. Ambos sabemos cómo funciona esto, vos venís, haces lo que se te ocurre y nosotros tenemos que ver cómo juntamos los pedazos. Pero dado que esta vez te has metido en un lindo problema, ¿qué te parece si compartís con nosotros todo lo que pasó y vemos esto termine de la mejor forma posible?
Detrás de las rejas, Sindel siguió actuando como si nadie estuviera allí, seguía distraída mirando por una pequeña ventana que estaba cerca del techo, cuando de pronto un penetrante resplandor alumbró el cielo seguido por un terrible trueno. La anunciada tormenta comenzó a caer del cielo con furia y a colarse por el ventanal.
−Señorita Nordheim –dijo Valyghar, armándose de paciencia−, sería tal amable de explicarnos cuál es su relación con el asesino del Fénix Negro.
−A ver si entiendo la situación −dijo ella mirándolo fijamente−, ustedes dos acaban de matar una persona y vienen a intentar explicarme que yo estoy en un problema…
−Está desviando la pregunta…
−Recordame Valyghar, en qué ocasión este individuo atentó contra la vida de alguno de ustedes, porque hasta donde yo recuerdo dejó inconsciente a tu amigo y atendió sus heridas en vez de romperle el cuello.
−Las preguntas, Sindel, las hacemos los que estamos de este lado y vos no las estás contestando −replicó el León de Argos subiendo el tono progresivamente−. Por eso te pedimos que una vez en tu maldita vida contribuyas en esclarecer algo de todo esto. Ustedes comenzaron este conflicto, el anterior y el anterior a ese; ahora es momento de que nos expliques.
−Técnicamente el que disparó primero fue tu compañero y tú lo seguiste −dijo Sindel mientras se miraba las uñas−. Así que no, ustedes empezaron la batalla.
−La pregunta sigue pendiente  –repitió Valyghar, implacable.
−Esta bien –concedió Sindel−. Fui contratada para perseguirlos y entrenarlos.
La respuesta los sorprendió a todos. Alexander sentado en su celda, levantó la cabeza por primera vez y Eradan miró a su amigo que yacía de pie, firme como un roble, frente a la reja.
−¿Quién te contrató? –preguntó Valyghar sin creer nada de lo que estaba diciendo.
−Estás diciendo –interrumpió Alexander desde su celda, con vos crispada− que esto era una suerte de prueba. ¿¡Por qué no nos lo dijiste cuando te fuimos a decir que estábamos siendo perseguidos!?
−Porque el contrato así lo establecía –respondió Sindel con calma− se suponía que teníamos que decírselo cuando nos vencieran en combate singular, cosa que por cierto no hicieron pero supongo que ya no importa. Dos individuos, entre los cuales había una mujer con un muy cuestionable gusto por la ropa, aparecieron un día y ofrecieron un trato. Tengo licencia para ser mercenaria siempre que no lastime a terceros y he demostrada en muchas ocasiones mi pericia usando armas, es claro que no cometí ningún delito. Van Hasen traerá los papeles en breve y esto se habrá terminado.
−Sindel vos sabías quiénes éramos nosotros, hemos estado luchando con gente que ha tratado de matarnos durante años –gritó Alexander mientras sacudía las rejas que los separaban− ¡Sabías que esto podía terminar así y no hiciste nada! ¡Ese hombre portaba las plumas!
−¿Por eso fue que lo mataste? –preguntó Sindel en el mismo tono− ¿Qué clase de psicópatas son?
−Intenté hablar con él muchas veces…
−¡El no habla, es mudo!
−¿Por qué no me lo dijiste entonces? Podía ser un agente del Fénix Negro.
−Tengo un serio problema para entenderlos, creen que una pluma colgando de un cinturón es un buen indicio para transformar a una persona en un alfiletero y se enojan conmigo porque no les dije, algo que nunca me preguntaron, que este tipo es mudo. ¡Y te dije que ese hombre estaba muy bien entrenado y es muy peligroso!
Era muy peligroso... –la corrigió Valyghar por lo bajo captando las mirada de todos los presentes− ¡Pero mi compañero tiene razón fue culpa tuya Sindel! Podrías haberlo evitado pero tu respuesta fue siempre la agresión.
−¡Yo no disparé ninguna flecha! Hice lo que decía el contrato, nunca pensé que ustedes solucionaban así sus problemas.
−¡Has visto las catástrofes que nos siguen, dijiste que conocías a nuestros enemigos! –gritó Alexander casi tratando de justificarse.
−No entiendo la relación entre alfiletear a alguien y una tormenta.
−¿En realidad no sabes nada? – se detuvo Alexander en seco.
−Bueno, había algo –confesó Sindel revoleando los ojos–. La explicación es un poco más extensa. Estas personas cayeron en casa y al principio los saqué carpiendo, honestamente no confió mucho en mujeres que no llevan la mayor parte de su cuerpo al descubierto… pero luego me dijeron que la persona a la que tenía que desafiar era Valyghar… y bueno, nada. Es un individuo famoso y decían que era muy hábil con la espada, y quería corroborar si  era cierto. En Lansdow descubrí que no era cierto y hoy me lo volvió a demostrar, a pesar de que tenía una flecha atravesada en mi muslo. La razón por la cual me contrataron es porque debía ayudarlos a mejorar ya que en breves iban a ser perseguidos con intención de darles muerte por parte de múltiples bandos.
−¿Quienes? –preguntó Valyghar.
−Nombraron entre otros al Fénix Negro, lo cual me pareció un poco ridículo porque todo el mundo sabe que están desarmados, pero también hablaron sobre individuos dentro del Ejercito e incluso Jueces. Parte del contrato era que no debíamos decírselo porque si lo hacíamos no iban a pelear en serio. –Se detuvo−. De todas formas, matarlo así, fue demasiado cruel.
−Se suponía que iba a detener las flechas como lo hizo en Argos −dijo Alexander con pesar.
−Supongo que los empleadores estarán satisfechos porque consiguieron su objetivo. Honestamente pelearon mucho mejor que la vez pasada.
−¿Lo conocías? –preguntó Valyghar.
−¿Cómo conoces a alguien que no habla? Nos cruzamos varias veces.
−¿Cuál era su nombre? –preguntó Alexander.
−No sé, no hablaba. Los empleadores aclararon algo así como que tenía un voto de silencio, o un juramento o algo así. –Sindel se detuvo preocupada− ¿Supongo que no estarán diciendo que los que me contrataron fueron del Fénix Negro?
−No me importa que licencia creas que tengas –intervino Eradan en muestra de autoridad−. No podes ir por ahí blandiendo una espada y poniendo la vida de otros en riesgo. No vas a salir de aquí hasta que tengamos un reporte completo de quienes te contrataron.
−Tenemos que ver el contrato –exigió Valyghar.
−No hay problema, ya puedo recolectar mi paga. Quienes sea que estén atrás de ustedes pagaron una buena suma, lo suficiente para mandar al pelón a que se muera y darme a mí diez mil piezas de platino. No es que eso me interese particularmente, pero no todos los días se tienen la oportunidad de luchar contra el León de Argos y comprobar que sostiene la espada como un niñito.
−Por mi está bien Eradan, que se quede aquí encerrada –dijo Valyghar claramente molesto. 

El cabo se acercó a Valyghar y le susurró sobre la dificultad para liberar de su amigo si Sindel declaraba que ellos la habían atacado primero, después de todo ella es la hija del Restaurador, el principal lord de Darheim.
−Esta situación es muy, muy engorrosa –continuó Eradan subiendo el tono sin darse cuenta−. Vos tenés una armadura completa y dos espadas y Sindel anda por ahí con ese fierro, pero tú amigo mató una persona desarmada. ¡El único tipo que parecía honesto está muerto con una flecha en la cabeza!
−Es una persona buscada por el Magisterio –comentó Valyghar.
−Eso puede jugar a tu favor –concedió el cabo.
−Eso no honrará su memoria −murmuró Alexander sin dejar de mirar a Sindel con una expresión indescifrable.
−¡Ey, ey –intervino ella− yo estoy cooperando! Pregúntenle a Sindel lo que quieran saber.
−Nuestra presencia en este lugar es peligrosa, Valyghar, debemos irnos.
−En todo lugar es peligrosa –repuso él−, pero tenemos que averiguar quién la contrató.
En ese momento un guardia entró a la habitación y le susurró algo a Eradan, e inmediatamente tras él (y sin pedir permiso), apareció Franklin Van Hasel. El noble ignoró a la mayoría de los presentes y tras dirigirle una mirada de reprobación a Sindel se dirigió al cabo.
−Muy bien, ¿qué hizo esta vez?
−Bueno Franklin, Sindel estaba en un callejón donde se cometió un asesinato –describió Eradan−. Aparentemente ella y un amigo asaltaron a estas dos personas, una de las cuales es el León de Argos, Valyghar Dubrick.
−¿Y ella asesino al sujeto? –preguntó Franklin con una alarmante frialdad.
−No, pero puede que ella y el sujeto hayan sido quienes iniciaron el conflicto.
−El potencial está demás –intervino Valyghar−, ella y su compañero nos han estado siguiendo.
−¿Quién era el sujeto que estaba contigo, Sindel? –preguntó Franklin con severidad ignorando a Valyghar−. Deja tus jugueteos infantiles, si tenías un compañero blanquéalo, cuanto antes lo hagas, más rápido solucionaremos esto y más rápido cortaremos nuestras pérdidas.
−De verdad no tengo idea de quién era…
−Sindel asegura que hay un contrato –comentó Valyghar.
−Supuse que iba a necesitar esto, tengo su carpeta aquí −dijo Franklin mientras sacaba un desordenado cuaderno lleno de papeles−. Ya no puedo llevar un orden de esto y honestamente no entiendo tú letra.
 Franklin Van Hasel
Franklin recitó el pergamino en cuestión y todo lo que había dicho Sindel cobró sentido descolocando por completo a los aventureros, todo lo que creían saber, todas las conexiones que habían hecho eran erróneas. El manuscrito certificaba que ella y un acompañante, que le sería suministrado por la misteriosa organización que estaba detrás de todo, habían sido contratados para ayudar a desarrollar las habilidades marciales de los aventureros aclarando que si en alguna situación quedaban gravemente heridos, ellos mismos deberían asistirlos. La firma estremeció al grupo aún más:
−Es la Bruja –dijo Alexander, sin comprender− Selenia Lambard...
−Todo muy lindo –interrumpió Eradan−. Tenés un papel que corrobora tu historia pero en cualquier caso estaban generando disturbios en la ciudad bajo mi jurisdicción y hay un cadáver no identificado.
−El cadáver es el acompañante que se menciona en el pergamino –enfatizó Sindel.
 −¡Este papel no tiene ningún valor! –gritó Eradan.
−Muy bien –dijo Franklin con una altura y pragmatismo sin igual− ¿Qué va a hacer falta para solucionar esta situación de la manera menos bochornosa? La señorita Nordheim está consternada y arrepentida de todo lo que digan que haya hecho y promete solamente no volver hacerlo –la miró de soslayo−, básicamente porque va ser encerrada en Darheim hasta que cumpla cuarenta años. Hasta dónde puedo ver no tienen nada que indique que ella haya matado al susodicho, así que a lo sumo estamos enfrentando cargos por…
−Por violencia pública y atacar a un alto oficial de la milicia –continuo Valyghar.
−Tengo entendido que hay una fianza por este tipo de contravención –dijo Franklin dirigiéndose a Eradan− ¿Cuánto va a salir ésta vez?
−Eso debe conversarlo con el capitán…
−Caballeros, lo que puedo ver aquí es una transacción problemática –comentó Franklin en un tono que oscilaba entre conciliador y amenazante−. Hagamos caso omiso a que tienen entre rejas a la hija de un noble y que la susodicha atacó al héroe militar de la Bahía Dentada. Por lo que yo entiendo el señor que está aquí presente –dijo refiriéndose a Alexander− parece haber matado al individuo que lo atacó, no parece haber testigos de lo ocurrido, pero estoy seguro que Sindel testificará que fue en defensa propia. Aunque por otra parte yo podría testificar que el señor estuvo en mi barco comprando armamento, algo que sería ligeramente incriminante y que sería mejor evitar –hizo una pausa casi teatral y luego prosiguió−: No quiero que interpreten esto como algo intimidante, hay que buscar una forma en la que nos beneficiamos todos. Incluso el difunto. Me gustaría informarle a su familia pero lamentablemente no sabemos quién es.
−Pero podrían averiguarlo –comentó Alexander.
−Y lo haremos, así como todo lo que esté en nuestro poder para encontrar testigos que muestren que lo mataste en defensa propia.
−Eso no será necesario yo puedo aceptar las consecuencias de lo que hice –replicó Alexander con frialdad.
−Lo es, Alexander –interrumpió Valyghar, consciente de que Franklin los tenía donde quería− No es lo correcto pero es lo mejor, no tenemos tiempo para esto.
−Creo que nos entendemos capitán Dubrik, pero no me malinterprete, estoy seguro de que Sindel estaba haciendo algo que no debía. Está en su naturaleza.
−Me gustaría hablar a solas con ella –dijo Valyghar, cortante.
−Muy bien. Eradan, vayamos a hacer el papeleo y a organizar el funeral del difunto. 
Ambos abandonaron la habitación dejando a los aventureros con la mercenaria y ella relató la reunión con sus empleadores con mayores detalles. El primer encuentro había sido hace seis meses en Darheim cuando ella estaba visitando a su padre, ellos la contactaron en un bar, al que iba habitualmente para evitar morir de aburrimiento, y le hablaron de que en el futuro sucederían ciertos eventos y necesitarían su ayuda. Eran dos, uno era la mujer de poca ropa y el otro era un hombre relativamente mayor, tenía el cabello lacio negro, una barba candado y posiblemente llevaba una armadura debajo de sus finas vestiduras. El segundo encuentro fue en Argos poco después de que Valyghar organizara el ataque a la Guardia Parda, dieciséis días atrás. En esa ocasión sólo estaba la misteriosa dama y ella misma le dijo debía proceder con el plan porque en poco tiempo los aventureros comenzarían a ser perseguidos, por cuestiones que no reveló, por diversos grupos entre los cuales estaban agentes del Fénix Negro, Jueces, militares y monstruosidades de varios tipos. A pesar de que todo le resultó muy raro ella accedió porque le atraía la idea de retar al León de Argos.
 −Hasta donde sabemos Selenia pertenece al Fénix Negro –comentó Alexander despacio–.  Ella fue la que estuvo detrás del incidente del Juez Caído hace dos años…
−Papá me va a matar…−se lamentó Sindel, cubriéndose la cara con las manos.
−¿Cuándo te va a pagar? –preguntó Valyghar, era claro que ya tenía un plan y su compañero lo comprendió enseguida.
−Bueno, soy absurdamente rica, no me interesa el dinero, lo hago por la aventura.
−No importa, es nuestra oportunidad para encontrarnos con ellos –le dijo Alexander a Valyghar con determinación−. Llevémonos a esta mujer y salgamos de acá...
−No es tan fácil Alexander, hay que cumplir con determinados protocolos…
−Si permanecemos mucho tiempo firmando papeles y haciendo esas cosas triviales puede venir el Juez Negro y matarnos a todos −comentó Alexander mientras convocaba a las hadas para abrir la puerta de la prisión−. Sindel, ¿nos ayudarás a encontrar estas personas?
−Esto va a complicarse mucho –se lamentó Sindel, aun dubitativa−. Está bien, la verdad es que no me interesa el dinero en lo más mínimo pero había un sitio en el que podíamos encontrarnos si algo pasaba…
−Esto no es por el dinero, implica fuerzas mucho más grandes…−comentó Alexander.
−Ya empiezan a sonar como ellos…−dijo la mercenaria con cierta resignación − ¿Por qué tienen que hablar de forma tan grandilocuente? ¿Se escuchan cómo suenan?
−Nos estabas diciendo cual era el plan de contingencia−dijo Valyghar, ignorándola.
−Si algo pasaba debíamos ir a unas ruinas elficas en los lindes del bosque de Elondir. De todas formas la mujer esta dijo que nos estarían vigilando y que tenían ojos en todas partes.
−No te preocupes por eso, ellos no pueden vernos –aclaró Alexander−. Aún no saben lo que ha sucedido pero si tu empleador es quien creemos, estás en un grave peligro.
−Yo no tengo miedo –aclaró Sindel con la alarmante sinceridad de un niño o un loco.
−Valyghar, por qué no vas a resolver tus asuntos con los papelitos…
−Bien –asintió el capitán resignado− pero esperen en las celdas y no hagan nada estúpido, si lo hacen se van a quedar encerrados ahí por el resto de su vida.


El León de Argos salió de la habitación y se dirigió a la oficina de Eradan. Allí Franklin y el cabo estaban negociando, y por lo que Valyghar llegó a escuchar, el desastre que Sindel había causado le iba a costar al Trono, tras la reparación del engranaje de mana del barco, un incremento de un veinte por ciento del trigo que llevaban semanalmente. El León de Argos los interrumpió y le pidió a Franklin que permitiera que Sindel lo llevase con su empleador. Naturalmente él se negó rotundamente y sin perder más tiempo Valyghar se retiró consciente de que nada que le dijera lo haría cambiar de parecer y se dirigió a buscar las pertenencias de los reclusos.
−Alexander, Sindel, necesitamos salir de aquí lo antes posible –dijo Valyghar entregándole los objetos que había conseguido tras presionar al médico forense que examinaba al difunto.
−Me gusta cómo suena esto –comentó Sindel entusiasmada.
–Ni se te ocurra traicionarnos… –le advirtió Valyghar y lentamente le entregó su estoque.
Sin  más preámbulos el grupo comenzó a debatir el plan de acción: Sindel sugirió usar el anillo camaleónico, Alexander propuso transformarse en un soldado, hablar de papeles y trasladarla como prisionera mientras que Valyghar podía ir a distraer a Eradan y a Franklin. Él estuvo de acuerdo y le dio el anillo a su amigo, pero cuando estaban por proceder, Sindel preguntó en voz alta cómo habían llegado tan lejos; claramente era mejor que ella usara el anillo y Alexander escapara escondiéndose.  Valyghar se negó rotundamente pero su compañero le entregó el anillo a la mercenaria, no sin antes advertirle que la seguiría de cerca.
Valyghar salió de la habitación primero y se sobresaltó al ver que Eradan y a Franklin se acercaban a la celda para liberar a los reos.
−Perdón –los interrumpió−, tengo que hablar con ustedes de algo muy importante.
−Capitán Dubrik, ya hemos arreglado el asunto –dijo Franklin armándose de paciencia− Vamos a liberar a los prisioneros.
−¿Liberar a los presos? –dijo Valhygar, fingiendo estar horrorizado– ¿No les van a tomar declaración? ¡Por el Consejo Arcano! ¡Un hombre acaba de morir!
−Valyghar, ya lo habíamos arreglado –le susurro el cabo en tono conciliador al ver que Franklin se acariciaba la sien.
−Necesito que colaboren con esto, vamos al despacho no podemos hablar aquí, mi vida está en riesgo... –dijo Valyghar y miró a los costados como si alguien lo persiguiera.
−¡Por favor! –exclamó Franklin mientras lo seguía–. Yo sé que a ustedes les pagan por temporada pero de donde yo vengo el tiempo es dinero.
Bajo el poder del anillo camaleónico, Sindel salió de los calabozos con la apariencia de un soldado bajito y algo regordete, rápidamente Alexander la siguió agazapado entre las sombras, o al menos fue así hasta que ella comenzó a saludar amistosamente a sus camaradas. El arquero debió buscar otro camino y fue hacia el patio central, se acercó a una de las murallas junto a la torre y ante la falta de alternativas mejores, comenzó a trepar por uno de los muro.
Mientras tanto Valyghar estaba sentado en la oficina junto a Franklin y Eladan pidiéndoles que le expliquen por tercera vez o cuarta vez qué era lo que habían firmado con su consentimiento. En ese momento detrás de los susodichos el León de Argos contempló con terror que su compañero estaba trepando lentamente por la muralla junto a su ventana. Tomó aire y se tranquilizó, sus interlocutores estaban demasiado concentrados tratándolo un idiota como para mirar para atrás. Todo iba bien hasta que en determinado momento Alexander se resbaló y cayó al vacío.
−¿Estás bien Valyghar? –le preguntó Eradan al ver la burda expresión de su rostro−. Te ves pálido…
−Es justamente por eso que quería contarles…−mintió Valyghar secándose la transpiración.
Inmediatamente, en los patios interiores, unos guardias se dirigieron a investigar el ruido que había causado la caída del arquero, pero no encontraron nada. Rápidamente él, aún dolorido por el golpe, se escondió entre unos arbustos y escuchó como los soldados hablaban del simpático soldado que había pasado saludándolos y especulaban con quien podría ser.
−Si sus empleadores son realmente del Fénix Negro –continuó Franklin−, no pretenderá exponer la vida de la hija del Restaurador.
−Necesitamos que ella nos ayude a encontrar a sus empleadores, el futuro de la Bahía…−Valyghar se detuvo al ver por la ventana como su compañero daba un terrible salto para alcanzar la cima de la muralla. Sus interlocutores se miraron entre sí sin comprender−…está decidido. Entiendo lo que dice, lamento haberlo molestado.
−Yo también lo entiendo, sus sospechas están más que justificadas, sé que Sindel es un dolor de cabeza para todos los que se han cruzado con ella –dijo Franklin lentamente como si hablara con un niño no muy avispado−, pero a pesar de todo ella no representa un peligro real ni para usted, ni para nadie. He sido su niñera durante años, es simplemente una malcriada a pesar de los nobles esfuerzos de su padre.
Valyghar se excusó pero Franklin le pidió que los acompañe a liberar a los prisioneros y este no tuvo más opción que acceder. En el camino, aprovechando que habían llegado a un acuerdo, el noble se mostró más cortés que antes desvinculando las acciones de la joven del espíritu del Trono de Comercio y dejando en claro su apoyo incondicional a la labor del Ejército Regular. Valyghar le aseguró que no tenía ninguna duda de que así era y juntos descubrieron que desgraciadamente los prisioneros se habían fugado. Franklin suspiró sin perder la compostura, y antes de retirarse, sólo destacó que al menos Sindel tuvo la decencia de liberar a su compañero de la celda.
El León de Argos se despidió afectuosamente de su viejo amigo Eradan lamentando no poder contarle todo y fue a encontrarse con sus compañeros. No fue difícil, al salir del fuerte se encontró con un mendigo que pedía dinero “en nombre de los pobres” (que obviamente era Sindel) y juntos fueron a buscar a Alexander que yacía tirado entre un montón de basura corroborando si todos sus huesos estaban en su lugar. 
Una vez reunidos, decidieron que antes de dejar el pueblo, debían cumplir con el propósito que los había llevado hasta allí: la familia de Denkel aun aguardaba. Sindel contó que el viejo Denkel era el artífice del pueblo y el encargado de reparar el engranaje de mana de su barco. En el camino Sindel interrogó a los aventureros sobre sus propósitos mientras se burlaba de ellos, pero ni Valyghar, ni Alexander dijeron mucho, sólo le prometieron que cuando terminaran con lo de Denkel le contarían todo. Ella accedió de forma despreocupada, sin siquiera sospechar en lo que se estaba metiendo.

Los aventureros golpearon la puerta de la residencia Denkel y fueron recibidos por un autómata que 
Keneth Denkel, artifice de Dellmid
los llevó con su creador, el aciano artífice mediano Keneth Denkel. A pesar de su elevada edad y su corta visión, reconoció a Sindel inmediatamente y ante todo se disculpó por no haber terminado de reparar el engranaje del barco del Trono de Comercio. La principal sala de la casa estaba llena de libros apilados, tuercas y artefactos a medio terminar. Keneth se movió con dificultad hasta una pequeña mesa con una bandeja llena de cosas y a regañadientes los invitó sentarse. Era evidente que el mediano era ya muy mayor y se lo veía ciertamente cansado, pero aún así exhibía una mirada dura 
e inquisitiva que se esforzaba por ver lo que sus ojos sin cejas ya no venían. Durante toda la conversación el autómata se dedicó a tomar algunos libros de la biblioteca y a pasearlos de un lugar a otro mientras que en el exterior el viento comenzaba a soplar cada vez más fuerte.
−El engranaje funciona relativamente bien, lo que está completamente agotado es el núcleo y no tenemos otro por aquí, habría que conseguir uno…−comentó el anciano tratando organizar el caótico mundo que lo rodeaba.
−No nos interesa el núcleo, ni lo que sea que esté haciendo –lo interrumpió Valyghar con inusual brusquedad, quizá producto de su estadía en el Distrito−. Queremos hacerle una consulta.
−Es un poco tarde para consultas –se quejó el anciano− ¿No puede volver mañana?
−No puedo volver mañana –respondió el capitán− ¿No nos va a ofrecer algo para comer?
Keneth llamó a su hija, Belara, para que les llevara algo para beber y volvió a repetir algo del núcleo que, nuevamente, nadie escuchó.
−Me gustaría saber su parentesco con Edmund Denkel y qué fue lo que sucedió con él. –Tras conjurar aquel nombre, el cielo tronó y la tormenta se desató con más fuerza que antes.
−Soy el tío –dijo Keneth con cierto pesar, mirando hacia la única ventana−. No es un tema demasiado feliz, falleció hace dos años. –Se detuvo y luego de una pausa continuo−: Poco antes de que pasara pasó por aquí, se dirigía al bosque en busca de unas ruinas. No supimos de él hasta que el Juez Montag vino y nos dijo que había ocurrido un accidente.
−¿El Juez vino en persona? –preguntó Alexander, sorprendido.
−Le pareció importante, alguna vez tuvimos relación con Montag. Belara lo conoció cuando estudiaba en Argo. Nunca dijo nada al respecto y creo que nunca lo hará, tal vez porque Montag es mucho mayor que ella, pero yo siempre pensé hubo algo entre ellos. En su momento me pareció un buen gesto que viniera a decírselo.
Como si la hubieran convocado, la joven hobbit apareció cargando una bandeja con cinco tazas, una tetera y unos biscochos. Tenía el cabello castaño y ondulado en las puntas, ojos grandes y celestes que centellaban a la luz de las lámparas de mana, su contextura era mediana y portaba un vestido bastante simple. Cortésmente saludó a Sindel y al resto de los invitados y se sorprendió al descubrir que el León de Argos estaba en su sala (a diferencia de su padre que no tenía la menor idea de quién era).
−Me gustaría hacerle unas preguntas –comentó el León de Argos sin rodeos.
−¿Es en carácter oficial? –preguntó ella algo alarmada y miró a Sindel en busca de apoyo.
−No, pero me gustaría que lo que hablemos no salga de acá y que nadie se entere de nuestra visita.
−Comprendo –concedió la mediana con más dudas aún− ¿Papá, te molesta que tomemos el té en el laboratorio?
−¿Pero no venían por el engranaje? –volvió a preguntar el anciano y nuevamente fue ignorado.
En el segundo piso de la casa había un laboratorio que estaba considerablemente más ordenado que el piso de abajo que era un fiel reflejo de las ideas del anciano. Había varias bibliotecas, una mesa llena de cosas contra una pared, varitas, túnicas y círculos mágicos que inmediatamente Alexander reconoció. La mediana era una maga.
Belara Denkel, maga certficada y alquimista
–¿Eres una hechicera? –preguntó Alexander.
–Soy una maga certificada de tercer nivel y además soy la alquimista de Dellmid –respondió con orgullo.
–Belara, me gustaría saber de tu relación con tu primo y con el Juez Montag –intervino Valyghar–. Y cuál era la relación que había entre ellos.
–Fue mi maestro en las clases avanzadas –dijo sonrojándose y tratando de evitar el tema–. Creo que no se conocían. Montag se enteró que Ed falleció y vino a decírmelo.
–Tenemos motivos para creer que tu primo aún está vivo –comentó Alexander sin rodeos.
–¿Están investigando eso? –intervino Sindel sin comprender– ¿No se suponía que estaban de vacaciones?
–¿De verdad creen que Ed está vivo? –dijo Belara sin poder contener la emoción– ¡Hay que avisarle a Montag, puede usar magia de adivinación para encontrarlo!
–Belara, por favor, es solo un indicio –la detuvo Valyghar y miró con reproche a su insensible compañero–. Entendemos que tu relación con el Juez Montag pasó a un nivel personal pero lo que queremos que entiendas es que si él dijo que tu primo estaba muerto, es probable que lo haya hecho con alguna intencionalidad…
–¿Qué están insinuando?
–No lo sabemos con certeza –comentó Alexander mirándola a los ojos– pero puede que Denkel esté en peligro. Hay varios grupos que lo buscan, es probable que el haya descubierto el misterio detrás de la Rima de Thoril.
–Ed vivía en peligro –repuso ella pensativa– y siempre estuvo fascinado por los elfos. De hecho fue por eso que se fue a las ruinas del bosque.
–¿El Juez Montag dijo quién mató a Ed o cómo murió? –preguntó Valyghar.
–No puedo responder eso frente a ellos, involucra revelar información de los Jueces.
–Sabemos mucho acerca de los Jueces, de su historia y su poder –afirmó Alexander.
–¿¡Saben mucho de los Jueces!? –exclamó Sindel divertida – ¡Esto es mucho más interesante de lo que yo esperaba!
–¡Sindel, estamos hablando de mi primo muerto! ¡Esto no es un juego!
–Pueden escucharlo, Alexander es mi escudero, me ha acompañado todos estos años, pero Sindel…
–Ni se les ocurra sacarme de la habitación –dijo Sindel ante las miradas de todos.
–Bien, supongo que esto lo sabe cualquiera que estudie historia –dijo Belara sin mucho convencimiento–. Los poderes los Jueces tienen límites incluso dentro de sus prefecturas,  dependen de las líneas telúricas y la mayoría de los bosques tienen las líneas telúricas obturadas…
–Esa es la razón por la cual los rebeldes se escondieron en los bosques –dijo Alexander, reflexivo.
–Sí. Eso también implica que la mayoría de los bosques de Arcadia están apestados de criaturas monstruosas. Ed se metió a uno de esos bosques, uno plagado de ruinas élficas y Montag me dijo que se topó con uno de los sistemas de defensa que los elfos dejaron antes irse y simplemente pasó lo peor –dijo sin poder contener un sollozo–. Ed siempre fue un cabeza dura y supongo que se le acabó la suerte. ¿Por qué creen que puede estar vivo?
Lentamente Valyghar sacó algo de su bolso y se lo mostró, era la carta que había motivado el viaje, cuya firma compartía las mismas iníciales que el contrato de Sindel. Belara la leyó atentamente con lágrimas en los ojos.
–¡Estas son excelentes noticias! –exclamó esperanzada, sin poder ocultar su emoción–. ¡Cuando le diga a papá no se lo va a poder creer! ¡Hay que avisarle a Montag!
–Nadie debe saberlo –la detuvo Valyghar rotundamente.
–Nosotros creemos que Denkel descubrió algo que no debía ser descubierto –advirtió Alexander sombrío– y todos sabemos lo que sucede en este reino cuando esas cosas pasan.
–¿Y lo dijeron delante de Sindel? –Se detuvo y la miró fijamente con cierto reproche– ¿¡Vos sabías de esto y no me lo dijiste!?
–¡Díganle que yo me acabo de enterar! –La joven sacudió las manos en señal de defensa– ¡Yo no conocía a tu primo!
–Es verdad –confirmó Valyghar–. Aunque es probable que este en parte atrás de esto…
–Sindel se ofreció a ayudarnos aunque aún no sabe a qué –dijo Alexander en tono conciliador.
–Este sería un buen momento para blanquearlo –comentó ella y Belara la apoyó.
En medio de la tormenta los aventureros hablaron sobre asuntos que pocos saben, sobre eventos pasados y presentes, pero ninguno futuro, Deliberadamente decidieron guardar aquello sólo para sí.

–Durante el Anómicus existió un grupo de Jueces que fueron reconocidos por su poder y crueldad, ellos fueron llamados el Círculo Solvedi –dijo Alexander con la mirada perdida–.Uno de sus miembros es Selenia Lambard, quien firma la carta que tenés en tus manos Belara. 
Tenemos poderosos motivos para pensar que la traición de Ventisca hace dos años fue orquestada por ella…
–No entiendo que tiene que ver esto con mi primo –lo interrumpió Belara confundida– ¿Han pensado informarle a los Jueces sobre ésta Jueza traidora?
–Lo hemos hecho, le hemos informado a Ramgast y a él hemos respondido todo este tiempo.
–¡Tomé algunas clases con Ramgast! ¿él los envía? ¿Por qué no lo busca él mismo? Parecía alguien bastante capaz.
–Se podría decir –intervino Valyghar para evitar que la conversación siguiera esos rumbos–. Lo importante  es que estamos nosotros acá.
–¿Qué tiene que ver Sindel en esto?
–Yo soy una rehén de las circunstancias –dijo ella, haciendo un gesto con las manos–. Hoy fue un día de lo más raro y estos individuos no dejan de sorprenderme…
–Ella trabaja para la Jueza traidora –dijo Valyghar con firmeza.
–¿Sindel, vos no querías una vida de aventuras? –comentó Alexander y ella respondió con una mueca–. Bueno, ahora la vas a tener…
–¿Tenés algún indicio de dónde puede haber ido tú primo, Belara? –preguntó Valyghar–. Puede que aún se esté escondiendo allí.
–Sí, puedo llevarlos hasta allá –afirmó ella con determinación–. Conozco las mañas de Ed, puedo ser de gran ayuda.
–No me gustaría ponerte en peligro –comentó el capitán– ¿Sabes luchar?
–De hecho el lugar al que vamos es muy peligroso, pero no se preocupen soy una maga consumada. Tengo mis permisos si necesitan verlos.
–No, no quiero tener más problemas con los permisos y la magia –dijo Valyghar y miró a su compañero–. Ya tengo suficientes.
–¿Hay algo más que no nos hayan contado? –preguntó Belara, sagaz.
–¿Escuchaste hablar de la catástrofe de Lansdow?
–Si, fui allí para colaborar…
–Bueno, no nos importa –la interrumpió Alexander–. Esos incidentes han sido provocados deliberadamente para matarnos y su razón de ser puede que tenga que ver con ésta búsqueda.
–No fueron desastres naturales –aclaró Valyghar–. Nos estuvieron siguiendo por todo el camino hasta aquí.
–Al principio no sabíamos qué era, pero en Portuaria, en el naufragio vi que había alguien detrás, era una figura negra que volaba sobre el mar –dijo Alexander con una terrible expresión en su rostro como si aún pudiera verlo–: Era un Juez Negro.
–¿Un Juez de negro?¿Están diciendo que era Montag? –preguntó Belara visiblemente alarmada y con cierta desconfianza.
–No era un mediano, era un hombre, pero todos saben que los Jueces pueden tomar la apariencia que deseen.
–No quiero sonar ofensiva –dijo Belara con firmeza– pero dos hombres desconocidos llegan una noche y me explican que mi primo está vivo, que un hombre con un significado particular en mi vida podría ser un homicida y que desastres naturales que borran ciudades del mapa los persiguen. ¿No tienen nada más tangible que una carta?
Nadie respondió, solo se escuchó el sonido de la lluvia que se colaba por la ventana empañada. 
–Yo les creo –intervino Sindel cuando los aventureros se quedaron sin palabras–. La persona de la que hablaron me contrató para que los siguiera después que encontraron esa carta y desde entonces la naturaleza trató de matarlos. Se inundó Lansdow, se llenó de nieve el camino a Portuaria, se hundió un barco y luego atacaron Fondaria cuando ellos llegaron. –Se detuvo–. Ahora que lo pienso puede que no sea una buena idea estar parados aquí…
–Hemos tomados recaudos –dijo Valyghar revelando la piedra de bloqueo–. Ya no pueden seguirnos como antes.
–Esa piedra es altamente ilegal… –dijo Belara mientras la observaba, fascinada.
–Es justamente por eso que nada de esto debe salir de esta habitación –concluyó Valyghar.
La maga se quedó en silencio pensativa un largo rato y puso una última condición. Los aventureros debían someterse a un hechizo de visión verdadera para asegurarse que eran las personas que decían. Ellos accedieron y ella corroboró que no mentían; pero eso no fue lo único que vio, había algo más en los ojos de Alexander, algo que la impresionó y que por alguna razón prefirió no compartir.
La tormenta continuó el resto de la noche, los aventureros se habían librado de un gran peso para que uno mayor recayera sobre sus hombros. El camino se bifurcaba nuevamente, pero el panorama era cada vez menos alentador, un sendero los llevaba hacia Denkel y a la insondable Torre Blanca en los Bosques de Elondir y el otro hacia las fauces de quien posiblemente era su mayor enemigo.

~ ~ ~

Notas para recordar: 
  • Finalmente, el esperado duelo entre Sindel, el Monje y nuestros aventureros ha tenido lugar. Alexander ha matado (involuntariamente) al monje, quien utilizó sus últimas fuerzas para devolverle el arco de Rhadika.
  • Sindel reveló haber sido contrada por Selenia Lambard y "un hombre de largos cabellos negros y lacios" únicamente para "entrenar" a los aventureros. Se le suministraría un silencioso compañero (el monje) y tenían ordenes expresas de no matar a Valyghar y Alexander. Se habló de que los aventureros pronto serían perseguidos por una multitud de facciones, incluyendo al Fénix Negro, los Jueces, monstruosidades, y otros. 
  • Antes de morir, el Monje demostró ser un combatiente honorable. Sindel dice que este no hablaba por haber contraído algún tipo de voto de silencio, pero no sabía mucho más. Sus motivaciones e historia permanecerán un misterio.
  • Sindel Nordheim es la hija de Lord Nordheim, "El Restaurador", principal líder del Trono de Comercio y uno de los responsables de la restitución de Darheim tras la guerra contra los no-muertos. (Es absurdamente rica, y su principal motivación parece ser el aburrimiento y la aventura...muy para el pesar de Franklin von Hasel). 
  • Los aventureros finalmente dieron con la familia de Edmund Denkel en Dellmid. Según Belara (su primera), Edmund habría ido hacia el Bosque Elondir antes de morir. 
  • El juez Montag habría venido a comunicarle personalmente a Belara la muerte de su primo. Si Denkel sigue vivo, esto significa que Montag podría haber mentido deliberadamente. 
  • Sindel acordó llevar a los aventureros al punto de encuentro con Selenia "la Bruja" Lambard (miembro del Circulo Solvedi, responsable de la traición de Ventisca, de los ataques en el Sur y de vaya a saberse qué más).
  • Al final del día 16, los aventureros se preparan para abandonar Dellmid hacia el Bosque Elondir.