[D&D-A] - El único camino que nos queda
El único camino que nos queda
(también publicado como "Revisionismo histórico en el Bosque Elondir")
Registrado y escrito por Daveron
Una vez más los primeros rayos del sol disiparon la bruma matutina de la frondosa espesura del Bosque Elondir y se filtraron por los agrietados muros de las ruinas élficas donde los aventureros habían pasado una larga y tortuosa noche. Los recuerdos de la bestia cadavérica y de las palabras de la Bruja aún estaban muy presentes en los corazones de todos.
−¡Buen día! –saludo amablemente la mediana
rodeada con más planos que ingredientes−. El desayuno estará en breves, estoy
viendo a dónde tenemos que ir, estimo que al anochecer tendríamos que estar
cerca de la torre siempre y cuando salgamos temprano.
−Iré a despertarlos entonces –dijo Alexander contestando el saludo con un leve
gesto con la cabeza y sin prestarle demasiada atención.
−No es para tanto –dijo Sindel frotándose los ojos– ¿Qué hora es?
−Ya amaneció y el desayuno está listo−comentó Alexander, con
frialdad− Partiremos luego.
−Sí no nos desviamos y forzamos los caballos, quizá nos tome todo el día llegar
–comentó el capitán como si hablara para sí.
−Valgyhar –lo interrumpió Alexander desganado− ¿Realmente crees que tenga
sentido seguir con esto?
−Es necesario…−afirmó él incorporándose.
−Ustedes claramente quieren morirse –agregó Sindel mientras se cambiaba
despreocupadamente frente a ellos− En serio, la idea de todo esto es encontrar
una muerte lo más temprana y desagradable posible, ¿no?
−Entiendo cómo te sentís –le confesó Valyghar a su compañero con pesar– Hay
muchas cosas que le dieron sentido a mi vida y que ahora no lo tienen en
absoluto.
−No estoy segura de si ese es un buen motivo para buscar una muerte segura,
estoy bastante convencida de que se pueden encontrar otras razones para vivir…
−Sindel, es bueno callarse de vez en cuando si uno aspira a tener una larga
vida…
−¡Acabamos de pelearnos contra una cosa muerta, con cosas muertas adentro, y casi
nos mata!
−No tenés idea de la cantidad de veces que nos hemos enfrentado a "cosas
muertas"…
−Así que tuvieron esta idea muchas veces… –comentó Sindel con sarcasmo.
−Alexander –continuó Valyghar, ignorándola−, suponiendo que es cierto lo que
nos han dicho, eso no cambia nada, a
pesar de que nos estén manipulando tenemos que salvar a Arcadia.
−¿Salvarla de qué? Quizás yendo hacia donde se supone que vayamos estemos
desencadenando los eventos que en realidad queremos evitar.
−Saqué el desayuno del fuego… –dijo Belara al entrar en la habitación y se
detuvo al ver que estaban hablando.
−Es cierto lo que dices pero hay un montón de pistas que nos están guiando,
poco a poco la niebla se va disipando frente a nuestros ojos y nos acercamos a
la verdad –dijo Valyghar con convicción, aunque no tuvo respuesta− No podemos
quedarnos de brazos cruzados.
−¿Qué les parece si primero desayunamos y lo pensamos con el estomago lleno?
–sugirió Belara en tono conciliador− Creo que es algo que hay que analizar, no
sé qué experiencias hayan tenido antes, pero que pasó ayer claramente fue muy raro y me
gustaría que conversemos al respecto.
Sin decir más se adentró en el templo y fue
hacia la sala donde habían montado el campamento en la habitación circular a
pocos metros de la escalera que llevaba a la terraza donde hacía pocas horas
habían escuchado terribles y aterradoras verdades. Alexander se quedó un
momento mirando la puerta mientras sus compañeros seguían plácidamente
durmiendo uno encima del otro.
−Sindel, Valyghar −dijo
el arquero sin mucha convicción mientras sacudía a su compañero. El león de Argos se levantó sobresaltado y bruscamente se quitó a la
duelista de encima.
El grupo reunió sus cosas y se sentó a
desayunar alrededor de la improvisada hoguera en uno de los balcones exteriores
desde el cual podía contemplarse gran parte del bosque. Era la primera vez en
mucho tiempo que desayunaban una comida más elaborada que pan, fruta y embutidos
pero aquello no fue suficiente para levantar el ánimo de los aventureros.
Charlaron algunas cosas triviales sobre la comida y Belara confirmó que los
cálculos que Valyghar había hecho durante la noche eran más realistas que los
suyos. Alexander, por su parte, se limitó a comer en silencio más distante que
de costumbre.
−Alexander, entiendo lo te preocupa –dijo
Valyghar al verlo− pero siento que las cosas que pasaron no fueron casualidades
y aunque sea cierto todo lo que dijo la Bruja, al menos debemos ir hasta el
final para confirmar quien es el que está detrás de todo esto.
−Pero que hay sobre eso que dijo de que los están manejando desde antes que
llegaran a la Bahía Dentada, sí eso es cierto, ¿no están jugando su juego?
–preguntó Belara pensativa−. Bueno, de todas formas, no tenemos ninguna
garantía de que todo lo que dijo fuera cierto.
−Valyghar –comentó Alexander con la mirada perdida−, vos dijiste que nada era
casual, eso fue lo que yo pensé durante todos estos años, que el mundo estaba
ordenado, y eso es justamente lo que ahora nos han confirmado, nuestros
enemigos han estado adelante poniendo las huellas que debíamos seguir…
−Pero ahora sabemos cuál es el final del camino.
−Ese es el punto –comentó Belara− ella habló sobre salvar Arcadia pero tal vez
es todo lo contrario. Por lo que sabemos ella intentó matar a Sindel, ¿por qué
habríamos de creerle?
−Eso no hubiera estado del todo mal –dijo Valyghar con tono burlón mientras
terminaba su plato.
−Sí, digan lo que quieran pero al menos yo soy honesta con las cosas que hago –comentó Sindel con franqueza
y miró a Alexander− ¿Pero qué hay de lo que te dijo a vos? ¿Qué es todo eso
sobre las visiones y los secretos guardados?
−Es cierto que les debo una explicación…
−La verdad es que si tenés información deberías compartirla –dijo Belara con firmeza.
−La verdad es que a ellas no les debes nada –comentó Valyghar con sarcasmo y
algo de reproche.
−Señor Dubrik, todos nos estamos arriesgando en esto y (sin ánimos de ofender) yo
soy la que los está guiando a donde podrían conseguir información.
−Él puede darles la explicación pero “al que le debe la explicación” es a la
persona que puso en riesgo su vida en cada una de las locuras que viene
planteando desde hace años…
−Creo que te he dicho todo lo que sé y ellas también merecen saber toda la
verdad –comentó Alexander con decisión y sus ojos brillaron−. Desde niño he
visto imágenes y sueños sobre eventos pasados, presentes y otros que aún no han
sucedido…
−¡Lo sabía! –dijo Sindel con entusiasmo rompiendo el silencio generalizado que
generaron aquellas palabras− ¡Sabía que estaba loco!
−Hasta ahora he seguido esas intuiciones y esa fue la razón por la que dejé a
mi familia hace cuatro años.
−Cuando decís visiones o intuiciones qué querés decir exactamente –preguntó Belara igualmente
extrañada que intrigada− ¿Es como si se te ocurrieran ideas?
−No, veo imágenes, voces y sucesos que si no pasaron ya, eventualmente terminan
acontecimiento.
−Estas hablando de que tenés visiones literalmente –afirmo sorprendida− ¿Perdés el
conocimiento y ves esas imágenes?
−En general los veo cuando estoy durmiendo pero también ha sucedido cuando
estoy despierto e incluso a veces puedo interactuar con ellas. Siempre pensé
que todos podían hacerlo, sólo que no le daban la oportunidad para que suceda.
−Eso es algo muy llamativo.
−¿No le estarás creyendo? –preguntó Sindel conteniendo la risa− Claramente se
cayó de un bote cuando era chico…
−Bueno, hay una escuela de magia que no se enseña mucho en Sarónica que se
dedica a intentar ver lugares lejanos y cosas por el estilo. Se necesitan
niveles de certificación más altos de los míos, pero sé que dentro de la escuela
hay hechizos de nivel muy alto que se utilizan para hacer predicciones. El problema es que esos hechizos no suelen funcionar. Es una de las escuelas que
hemos perdido.
−Al principio los sueños eran vagos, sobre sitios lejanos, yo pensaba que eran
otros mundos posibles. pero con el tiempo se volvieron más concretos, y cuando
llegué al continente supe de otros seres que también podían ver más allá de su
propio destino.
−¿Has tenido alguno últimamente?
−Sí, eso fue lo que motivó este último viaje, vi lo que describió Selenia, vi a
la ciudad de Argos caer bajo una bestia con alas de fuego y a Valyghar morir
bajo las garras de la criatura.
La visión de Alexander: una bestia alada incinera Argos y a su guardián Valyghar |
Ambas quedaron en silencio al escuchar
aquellas palabras, una fuerte brisa meneo la corona de arboles que yacía sobre
ellos trayendo nuevamente el pútrido olor de la bestia.
−¿Y les pareció que lo más inteligente en ese
contexto era dar vueltas alrededor de la Bahía Dentada? –dijo Sindel lentamente
y luego se detuvo pensativa−. Quieren evitarlo, ¿no?
−Ya lo dijo la Bruja –dijo Valyghar con firmeza−, nosotros somos los únicos
capaces de detenerlo.
−El problema es que hasta ahora todos los sucesos se han dado siempre como vi
que serían, con lo cual estar aquí o en cualquier otro lado es irrelevante, eventualmente
terminaremos en esas circunstancias –comentó Alexander mirando el crepitar del fuego
de la hoguera−. Rhadica me dijo que a diferencia de lo que todos creen, el
mundo no se mueve por causas finales, hacia un fin dado del que carece, lo que
hay es una primera causa que determina que todo sea lo que es, pero las
circunstancias nunca son necesarias. –Se detuvo−. Eso es lo que he estado intentando probar y la
razón porque viaje hasta aquí, quizá a pesar de que todo este determinado haya
cosas que podamos modificar.
−Entonces no tienen ningún sentido no ir hacia la Torre Blanca –comentó Valyghar,
pensativo.
−Si lo que dijo tu compañero es cierto tampoco tiene ningún sentido hacerlo –lo
contradijo Belara frunciendo el ceño.
−Todo eso tenía sentido antes de que Selenia hablara –dijo Alexander exponiendo
sus sentimientos como nunca antes, estaba desesperado−, si de verdad los pasos
que hemos estado siguiendo han sido puesto frente a nosotros y ellos tenían
acceso a lo que yo sabía. –Se detuvo y miró a su compañero−. Vos no lo
comprendes, siempre seguiste órdenes,
ese es tu trabajo, yo seguía mis intuiciones, pero ahora no sé cuál es
siguiente paso. ¿Cómo sé que esas visiones son siquiera mías?
−Bueno ahora que lo decís, hay hechizos que permiten hacer que la gente tenga
sueños y evidentemente estamos lidiando con gente muy poderosa –comentó Belara−
¿Qué es eso de la Barrera Canon?
−Hace poco –dijo Alexander más calmado−, luego del naufragio en Fondaria tuve
un sueño en el que vi como los marineros muertos quedaban atrapados junto a
miles de almas dentro de un inexorable muro de cristal que se alza sobre los
cielos. –Se detuvo, mirando a lo lejos, como pendiente de algo que no llegaba a
ver−. En su momento no tuvo sentido pero ahora sé que esa la razón por la que
no podemos invocar a seres del exterior y posiblemente esa sea la razón detrás
del dominio de los Jueces.
La Barrera Canon, otra visión de Alexander |
−Quizá lo que encontró Denkel es esa
barrera…−comentó Valyghar mientras arrojaba tierra sobre las llamas.
−El punto es que puede que si vamos a esa Torre terminemos por precipitar los
eventos que estamos tratando de evitar –interrumpió Alexander con brusquedad
como si todo lo demás no importara en lo más mínimo.
−¡Es obvio que sí! –exclamó Sindel claramente exasperada.
−La única forma de terminar con esto es llegando hasta el fondo –repitió Valyghar
con la calma de quien sabe que sólo hay un camino.
−Vos sos el que va a llegar “al fondo” si las cosas que dice tu delirante amigo
son ciertas y Argos va a terminar quemada por una cosa con alas. ¿Se dan cuenta
que están completamente por fuera de su liga?
−Eso siempre ha sido así pero nunca tuvimos tan claro que las huellas que no
éramos nosotros quienes tomábamos las decisiones –dijo Alexander forzando una
sonrisa y se volvió hacia su compañero−. Vos no vas dejar Argos, no lo harías,
nunca, pase lo que pase…
−Es cierto –concedió Valyghar porque en el fondo si él tenía un compromiso con
alguien ese era con el pueblo al que había jurado proteger.
−Valyghar yo sé que nos hemos peleado en el pasado pero tengo una cabaña muy
linda en el norte, podemos envejecer juntos y dejar que todo esto pase –bromeó
Sindel aunque en sus palabras podían entreverse cierto temor.
−Existe la posibilidad de que los estén manipulando porque los necesitan para
algún plan –intervino Belara pensativa− Si ese el caso, seguir con esto podría
de hecho precipitar los eventos que están intentando evitar como dice Alexander.
−Es una falsa elección –dijo él como si de pronto lo comprendiera todo y
nuevamente miró a su compañero−. ¿De verdad te imaginas dejando a Belara sola, buscando a su primo? Todo está puesto allí para que hagamos lo que se supone
que debemos hacer, por eso fuimos escogidos.
−Yo desearía saber qué pasó con mi primo –dijo Belara lentamente, eligiendo
cuidadosamente cada palabra−, pero no sabía que todo esto estaba alrededor de
su desaparición. Sí deciden ir hacia la Torre Blanca yo los acompañaré hasta el
final, pero si deciden que es mejor no hacerlo no les guardaré ningún rencor.
−Hay que ir, Alexander –dijo Valyghar buscando de nuevo su mirada y con la
convicción de que allí estaba la verdad que tanto habían buscado−. Eso es lo
que siempre hemos estado haciendo y lo que haremos esta llegar al fondo de
esto.
−Son unos verdaderos idiotas –comentó Sindel y se puso de pie resignada− así
que juntemos las cosas y vamos yendo porque se va a hacer tarde y encima de que
nos vamos a morir, nos vamos a morir por el camino por imbéciles.
−Hay una última cosa –comentó Alexander y vio que sus manos temblaban−. El
sueño que mencionó Selenia sobre la Barrera Canon no se lo había comentado a
nadie. Pero eso no es todo, ella dijo que el fantasma de Ventisca me estaba
guiando…
−¿Estás insinuando que ellos tienen acceso a los sueños o que ellos son su
causa? –preguntó Belara directamente.
−No lo sé, pero siempre esas visiones se me han presentado incluso como más
reales que todo que nos rodea. El punto es que sí ellos pueden ver lo que yo
veo, ya no tendremos ninguna ventaja contra ellos…
−¿Sos consciente de que te dijeron que hagas lo que estás a punto de hacer y te
estás preocupando de estar adelantado de ellos? –comentó Sindel implacable−
¿Qué importa si pueden ver tus visiones? Es irrelevante, están como cinco pasos
adelante, lo importante es que llegado el caso puedan darles vuelta la jugada
final y honestamente no parece que vaya a ser el caso.
−Quizá sea eso, en última instancia ese sea el margen…
−Que no pueden prever −repuso Valyghar pensativo.
−Tal vez tengamos una oportunidad…
−¡Bien dicho Sindel! –dijo Belara admirada y le dio una palmada en la espalda.
−¿Eh? Eso no fue lo que yo dije –comentó la duelista agarrándose la cabeza con
la firme convicción de que estaba rodeada de psicópatas−. Espero que la próxima
vez no tenga que decírselos con una pala…
La discusión se había extendido más de lo
esperado y ya era la media mañana, todos eran consientes que viajar de noche
por esas tierras indómitas era riesgoso con lo cual debían partir lo antes
posibles y rogar porque ningún imprevisto se presente, algo que naturalmente no
iba suceder. Dicho y hecho, antes de dejar el templo Belara vació frente a
ellos una cantimplora y un líquido viscoso cayó del recipiente, no había que
ser un alquimista para saber que aquello claramente no podía consumirse. La
hechicera explicó que contrariamente lo que creían las pútridas aguas que
rodeaban el templo no eran producto de la caída de la criatura, quizá toda el
agua en un rango indefinido se contaminó cuando la Bruja la invocó a la bestia
o quizá el mal aún seguía emanando de sus restos.
Por su parte Alexander y Valyghar ya habían
pasado por estas circunstancias antes y se dispusieron a conseguir agua segura,
conjuntamente y con la seguridad de quien creer saber lo que hace decidieron seguir
la pequeña la cascada y caminar siguiendo el arroyo. Como era habitual, Sindel
se mostró desconfiada respecto del camino elegido y las dudosas razones por las
cuales lo habían tomado y si bien decidió seguirlos, durante el camino no dejó
de recordarles que no tenían la menor idea de lo que estaban haciendo. Por su
parte Belara los siguió con gusto pues tampoco tenía la menor idea de que lo
estaba haciendo y ese camino era tan bueno como cualquier otro.
En el camino Sindel se acercó a Valyghar
portando un enorme objeto cubierto por unos mantos deshechos por el tiempo.
−¿Qué es?
−Es para vos, idiota –dijo ella, revoloteando
los ojos.
El capitán descubrió el objeto, era una larga
espada repleta de grabados élficos desde el mango hasta la punta, tenía un solo
filo y era ligeramente curva y más fina y liviana que la mellada espada
bastarda que el capitán esgrimía con afecto desde hacía años, desde aquella
tarde en la que dejó Gland y su oficial superior se la legó para que se abriera
paso en el mundo con ella, como él había hecho en su juventud. Ciertamente le
había hecho honor aquellas palabras porque ese día fue también en el que partió
a la batalla junto a un peculiar explorador a las órdenes de un implacable Juez
del sur sin saber que su vida cambiaría para siempre. Desde entonces nunca más
volvió a aquellas tierras y lamentó no recordar el nombre del oficial cuando le
confesó alguno de estos sentimientos a Sindel, quien ni se molestó en fingir el
mínimo interés.
− Lo encontramos con Belara tirado en
el templo del agua frente a una escultura –comentó ella–. Tú martillo está todo
mellado y este parece haber sido hecho por un herrero experto
−Lo sé, gracias Sindel.
La duelista tenía razón, por más que le costara desprenderse de la espada del oficial, la hoja élfica estaba perfectamente balanceada y demasiado bien conservada, parecía nunca haber sido usada en combate. Dicen que todo guerrero debe conocer la historia del arma al que le confía su vida, pero Valyghar era una persona práctica y no creía particularmente en esas cosas, aunque ciertamente se entretenía imaginando quienes pudieron haber sido los antiguos portadores de las armas que esgrimía. La historia de su hoja solar la conocía bien, había sido un regalo del Juez Montag cuando fue nombrado capitán en Argos, evento del que se sitió muy orgulloso en su momento y que ahora sólo evocaba aquella secreta runa que el Juez había marcado en la hoja para mantenerlo vigilado. Sin embargo su nueva espada no tenía nombre, ni parecía tener un origen claro, ¿qué razones podía tener su anterior amo para abandonar semejante arma? El capitán nunca lo sabría, pero aun así aceptó la ofrenda con gusto, y la espada lo acompañó por mucho tiempo.
−Bueno muchachos –dijo Sindel cuando el sol del mediodía se posó sobre ellos −, no veo agua y
empiezo a tener algo de sed…
Ambos rechazaron su ofrecimiento más por
orgullo que por falta de sed. Siguieron avanzando mecánicamente hasta que Belara les recordó que
no estaban avanzando ningún sitio enumerando uno a uno los peligros de
deshidratarse con macabro lujo de detalles. Parecía divertida.
−Muy bien, todo está perdido –dijo Sindel
subiendo progresivamente el tono−. Vamos a morir por entrar a un maldito bosque
en busca de que nos maten en una estúpida torre ¡No tenemos agua, me estoy
quedando sin vino y esto simplemente no tiene ningún sentido!
Tras decir aquellas palabras se sentó en una
piedra en señal de indignación mientras Belara trataba de tranquilizarla.
Alexander y Valyghar se iban a sumar a la discusión cuando algo los perturbó,
había una presencia enemiga; a lo lejos saltando entre los troncos caídos un
temible lobo huía desesperadamente cuando desde el cielo una gigantesca ave de
presa se precipitó sobre él atrapándolo en el aire con sus dos garras y
llevándoselo consigo. Tras ella venían otras dos que inmediatamente se abalanzaron
sobre los aventureros chillando, eran una especie de búho gigante con unos
terribles cuernos de alce, algo ciertamente temible. Pero aquella no era la
presencia que habían sentido, no era la verdadera amenaza, había algo más, algo
realmente terrible iba en camino y ambos lo sabían.
Valyghar desenfundó sus armas y le advirtió a
sus compañeras sobre la amenaza, pero ellas no llegaron a reaccionar y una de
las aves se precipitó con furia desde los cielos sobre Belara. Antes de que
pudiera tocarla el León de Argos logró asestarle un terrible golpe, empuñando
su espada élfica con dos manos, cortando a la pobre criatura en dos partes y
arrojándola sobre unos arbustos. Otra de las bestias embistió a Alexander con
sus cuernos pero este rápidamente evadió el ataque, se puso por debajo de la
criatura y disparó cuatro flechas. Dos de ellas impactaron sobre su atacante y
las otras sobre otra ave que iba en camino, ambas cayeron instantáneamente sin
vida.
El verdadero enemigo aun aguardaba y ellos lo
sabían cuando otras cinco aves aparecieron en el cielo y entre ellas una era
roja como la sangre. La criatura carmesí rugió con furia y Valyghar vio en ella
las alas de fuego de las que hablaba la profecía y por un momento imaginó la
ciudad de Argos caer, había pasado poco tiempo desde el enfrentamiento contra la
terrible bestia cadavérica y las imágenes que había visto entonces estaban más presentes
de lo que creía. Sin pensarlo abrió sus manos y sus dos espadas cayeron sobre
el suelo.
Una inmensa hidra se alzo sobre la vegetación derribando
múltiples árboles y devorando una a una a las aves con sus seis cabezas. El ave
carmesí le hizo frente con sus cuernos a una de la cabezas mientras que otra se
alzó por detrás destrozándola con un sus fauces. La criatura estaba compuesta
de escamas plateadas que a su vez segregaban un fluido viscoso de color verde que
derretía todo lo que tocaba como si se tratara de ácido, así era el rastro de
desolación y muerte que la bestia iba dejando a su paso por el bosque. Pero lo
peor de la sustancia era que emanaba un nauseabundo olor capaz de paralizar a
sus presas. El hedor aturdió al grupo, Alexander se cubrió la nariz e hizo que
Valyghar reaccionara y fuera por sus armas. Belara por su parte comenzó a
descomponerse y a vomitar y Sindel fue en su auxilio. Pero la hidra no tuvo piedad
y se arrojó sobre ellos con furia sin darles siquiera tiempo a reaccionar. Una
pared de tierra se levantó separando a los miembros del grupo, Sindel empujó a
Belara a uno de los lados y una de las cabezas cayó sobre ella, Alexander saltó
para evadir las fauces de la criatura y corrió por una de las cabezas para
atacarla por la espalda, pero contrariamente a lo que esperaba la bestia tenía
dos colas muy largas que arrojó sobre él apresándolo como si fueran tentáculos.
¡Una temible hidra ruge en el Bosque Elondir! |
Entre los terribles alaridos y la tierra
envolviéndolo todo, dos cabezas envistieron contra Valyghar pero él rápidamente
evadió la primera moviéndose a un lado y pasó bajo la segunda rodando hacia sus
armas. En ese momento otra de las cabezas se precipitó sobre él y antes de que
pudiera reaccionar los colmillos de la bestia ya habían penetrado su armadura.
De todas formas ya era demasiado tarde, para ese momento él ya había recuperado
la compostura y junto con ella sus dos espadas. Con fuerza rugió y una de las
cabezas salió volando desprendida de su cuerpo cubriendo todo con ese
repugnante fluido viscoso; la hidra se estremeció de dolor levantando sus
largas y serpentinas cabezas para centrar su furia en el León de Argos. Sindel
seguía agarrada a una de las cabezas intentando -sin mucho éxito- que su
estoque penetre las escamas mientras que el arquero estaba prácticamente
inmovilizado aunque había logrado liberar una de sus manos en la que sostenía
una vara particularmente peligrosa.
−¡La bola de fuego no! –gritó Sindel al verlo
y trató, sin éxito, de sacar la espada de entre las escamas y ponerse a
cubierto.
Una gran explosión estalló sobre la hidra
envolviéndola, a ella, en llamas junto con Alexander. La criatura arrojó con
fuerza al arquero pero este rápidamente dio un giro para mantenerse erguido y
empuñó nuevamente su arco. Sindel por su parte logró agarrase de la rama de un
árbol cercano, estaba a salvo o al menos eso pensó antes de corroborar que las
mangas de su camisa aún estaban en llamas.
El fuego se había mezclado con la hedionda
sustancia que segregaba la criatura liberando un vapor tóxico que marchitaba
las plantas y nublaba la visión de los aventureros. La bestia jadeaba sin dejar
de observar con sus numerosas cabezas a sus presas, claramente estaba enojada.
Un terrible alarido resonó por el bosque y la hidra cargó contra los aventureros
destruyendo todo a su paso, una de las cabezas se incrustó en el suelo frente a
Alexander tragando tierra y piedras mientras que él rápidamente saltó sobre
ella y tensó el arco para disparar. En ese instante una de las colas se
abalanzó sobre su cabeza pero él rápidamente la esquivó, ya no volvería a caer
en el mismo truco.
Con sorprendente destreza Valyghar saltó sobre
una de las cabezas evadiendo el primer ataque, pero otros dos lograron
impactarlo con gran fuerza incrustándolo contra el suelo, levantando nuevamente
la nube de tierra. Pero aquello no lo detuvo, el León de Argos cortó una cabeza
en dos partes y corrió hacia la criatura abriéndose paso con sus dos espadas.
La danza fue rápida y letal y para cuando terminó la bestia yacía a sus pies y
él se alzó sobre ella cubierto con su sangre.
Los aventureros se quedaron en silencio
recuperando el aliento mientras contemplaban el resultado de la batalla, había
trozos de madera por todos lados, los restos de los pájaros cornudos se
encimaban sobre los de la hidra y a su alrededor yacían abatidos una decena de árboles
que seguramente habían estado en pie durante siglos contemplado batallas tan
terribles como aquella. Todo estaba cubierto por aquella pútrida sustancia
viscosa. Valyghar se preguntó cómo un ecosistema como aquel podía mantenerse en
pie con semejantes criaturas y cuántas
danzas como aquella se habrían librado desde los inicios de los tiempos en
aquel mundo salvaje en donde sólo el fuerte sobrevive.
−¿Qué mierda era eso? –preguntó el capitán,
quitándose el fluido viscoso de la cara− ¿Belara, Sindel, están bien?
A unos pocos metros Belara intentó hacer un
gesto pero las náuseas fueron más fuertes y sólo se limitó a proferir un largo
vomito que se terminó de llevar lo que había comido en el desayuno. Por su
parte Sindel se levantó entre los troncos tan enojada como chamuscada.
−.
Esta cosa debe haber descompuesto el agua que estaba por su camino, ya hay dos
direcciones menos por las que buscar…
Como si estar deshidratándose en una jungla
llena de mortíferas criaturas fuera poco, los aventureros se llevaron otra
ingrata sorpresa, al parecer mientras luchaban las monturas gobernadas por el
pánico habían huido junto con sus raciones de viaje y otros valiosos objetos en
los que prefirieron no pensar. Nuevamente otra gran disyuntiva se hizo presente:
gastar sus energías buscando el agua a pie o seguir las débiles huellas que los
caballos -o alguna otra criatura similar- habían dejado. A esta altura la
impericia del arquero, el solado, la mercenaria y la maga estaba más que
demostrada y la elección debía ser tomada con cuidado porque podría ser la
última. Naturalmente este cuidado no existió y sin discutirlo demasiado
Alexander fue en busca de los caballos y Valyghar lo siguió.
Consecuentemente y con la misma naturalidad
una hora más tarde los aventureros seguían sin agua y sin caballos pero el
conjunto de huellas que habían seguido -algunas propias otras ajenas y ciertamente
ninguna de las monturas- los había llevado a una antigua estructura que no
figuraba en los mapas y que a duras penas había sobrevivido al paso del tiempo.
Eran unas largas escalinatas de lo que quizá había sido un puesto de
vigilancia, una granja o cualquier cosa. La estructura ostentaba la
inconfundible arquitectura élfica en donde la que las líneas eran poco comunes
en comparación de los arcos y los ya desvanecidos grabados. Ciertamente el
trabajo del mármol de los elfos era algo digno de admiración para todo aquel
que no lleva más de cinco horas caminando bajo el sol sin agua. Valyghar se sorprendió
frente a una antiquísima puerta trampa que llevaba a las entrañas de la tierra
y la abrió.
Con el pasar de las horas la sed se volvió más
ríspida y el calor insoportable. La elección de continuar con la búsqueda de
los caballos podría condenarlos a deshidratarse aunque, como sugirió Belara,
quizá las monturas ya habían encontrado aquel preciado bien y encontrarlas
implicaba encontrar el agua.
Por fortuna la mediana tuvo razón y tras otra
hora de ardua búsqueda los aventureros encontraron a las monturas en un
paradisíaco claro en el bosque, frente a un cristalino manantial y una pequeña
cabaña. Las hojas de los árboles que los rodeaban iban de colores rojizos a purpureo
y parecían meneaban con y contra el viento. Los caballos por su parte aún
estaban nerviosos y alterados y cualquier movimiento brusco podría hacer que
huyeran nuevamente, Alexander dio un paso hacia ellos pero Sindel lo detuvo y sutilmente
le señaló las copas de los árboles. Lo que a primera vista parecían ser hojas
en realidad eran miles de mariposas posadas unas sobre las otras cubriéndolo
todo.
El arquero caminó lenta y silenciosamente
hacía las monturas, uno de los árboles se movió sutilmente y algunas mariposas
levantaron vuelo, todo parecía tender de un delgado hilo que en cualquier
momento iba a romperse desencadenando una catástrofe. Alexander tomó aire,
recordó las enseñanzas de su maestra y continuó caminando con la convicción de
que todo estaba en allí en su sitió fluyendo o danzando bajo un sutil balance no
debía, ni podía ser perturbado. Rhadika decía que los seres finitos tienen dos
opciones, ser arrastrados por la totalidad de lo que existe o actuar conforme a
sus leyes para poder trasformar aquello que es pasible de ser trasformado, de
eso se trata la vida. Y así lo hizo Alexander, con solemne paz el arquero se
dejó llevar y logró transmitir aquella sensación a los caballos, ellos se le
acercaron reconfortados y sin mayores dificultades juntos salieron de aquel
sitio.
Los aventureros considerando que ya habían
tentado suficiente a la suerte e inmediatamente dejaron aquel paramo y se
dirigieron hacia el otro lado de la pequeña laguna, lejos de las peligrosas
mariposas y cerca de la misteriosa cabaña. Allí bebieron lo que no habían
bebido en mucho tiempo y cargaron sus cantimploras.
El lugar estaba corroído por el tiempo y
claramente abandonado, en el interior había restos de telas y muebles
desvencijados que no parecían ser élficos. Mientras buscaban objetos que les
fueran útiles los aventureros divagaron divertidos con lo que aquel sitio pudo
haber sido en su momento, ¿habría sido una casa de campo de algún elfo antes de
que los Jueces llegaran o quizá aquellos dominios le habían pertenecido a un
traficante de polvo de mariposa? Independientemente de lo que haya sido aquel
sitio, el grupo encontró bajó el suelo un pequeño y antiguo cofre con monedas
de oro blanco con un sello desconocido, una estatuilla de mármol, mapas
ininteligibles y un pergamino mágico, con lo que parecía ser un sortilegio de
curación, que Belara monopolizó. ¿Sería quizá aquel cofre el último recurso que
algún elfo había dejado atrás cuando su mundo se derrumbó y que jamás había
llegado a reclamar? Nadie podría asegurarlo, lo único cierto era que los
tiempos de los elfos habían pasado y que su historia se había perdido.
Considerablemente más relajados y en medio de
estas delirantes historias los aventureros subieron al techo de la cabaña para
contemplar las nacientes dos lunas en el cielo crepuscular y se sorprendieron
al ver que la Torre Blanca que dividía el firmamento estaba más cerca de los
que pensaban. Desde allí se podía contemplar que la torre no era lo único que
los elfos habían dejado atrás, era en realidad la máxima expresión y el centro
de lo que parecían ser las ruinas de una inmensa ciudadela protegida por
grandes muros que brillaban a la distancia como si fueran de cristal.
A lo lejos a los pies de la Torre Blanca bajo
el cielo rojo, el grupo contemplo como un colosal autómata se alzaba sobre las
ya de por sí gigantescas estructuras de la ciudadela. La magnificencia del
artefacto era soberana, incomparable con lo que cualquier artífice mediano pudiera
hacer e incluso la terrible araña mecánica con la que el Fénix Negro había
atacado Teknoran años atrás parecía un cacharro ante semejante creatura. El
artefacto se detuvo como si pudiera verlos a la distancia pero luego giró y prosiguió
su eterna vigilancia hacía otro sitio. No había dudas de que aquel ser
pertenecía a un mundo perdido y olvidado.
- Alexander finalmente les revela a Valyghar, Sindel y Belara, que ha tenido visiones premonitorias desde hace tiempo. Comparte su visión de la Barrera Canon, y de la Valyghar muriendo frente a una bestia alada que incinera todo Argos.
- Valyghar recibe una espada élfica con grabados rúnicos, que Sindel y Belara encontraron en el Templo élfico del Bosque Elondir. Con ella, reemplaza la espada que sus superiores le dieran como regalo de despedida al abandonar su pueblo natal.
- El grupo de aventureros diambuló por el Bosque Elondir al borde de la deshidratación, combatieron contra una hidra, evadieron una colmena de mariposas alucinógenas, y consiguieron recuperar sus provisiones, caballos extraviados y agua.
- Rodeando la Torre Blanca, el grupo divisa una enorme ciudad élfica en prístinas condiciones. Y, caminando por ella, un gigantesco autómata de colosales dimensiones.
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