Burning Crusade - Classic (Fase 1)

Segunda parte del recuento y rememoración de mi experiencia volviendo a jugar World of Warcraft durante los tiempos de aislamiento pandémico. Los cambios de perspectiva, forma y razón de juego se profundizan durante la Burning Crusade Classic, llegando al final de este nuevo ciclo. 


Beyond the Dark Portal

El resumen anterior terminó a pura algarabía y amenidad. El resumen super resumido es que WoW Classic fue una experiencia super terapeutica, muy divertida y que me ayudó mucho a sobrellevar un momento complicado. Saldé varios pendientes que tenía, conocí gente muy copada, y descubrí lo mucho que había cambiado como jugador (y boe, como persona supongo) desde la primera vez que prendiese el juego hacia finales del 2006. Así que en ese hype pude asistir a otro de los grandes pendientes que tenía con este juego: el evento de apertura del Portal Oscuro, el cual atravesaríamos para llegar al desolado mundo de Draenor (ahora conocido como Outland o "Terrallende") y dar así comienzo a la primera expansión del WoW, la Burning Crusade. Como pasaba con Azeroth, mi vínculo con Draenor data del Warcraft II (en particular, de la expansión Beyond the Dark Portal, en la que hacías este mismo trayecto con tus tropas.... y veías / causabas el holocausto que destruía Draenor). Allá por el 2007 recuerdo que leía sobre las enormes batallas campales que se habían armado entre jugadores de ambas facciones intentando cruzar este mítico portal, cientos de jugadores de cada bando... soportados por una infraestructura que claramente había subestimado el éxito del juego y la emoción de sus adeptos. Había colas de horas para entrar en los servidores, que luego se caían a cada rato cuando las tropas se amasaban en las laderas de las Blasted Lands para intentar garantizar que su facción (y solo su facción) tuviese el primer acceso al portal. Un lanzamiento que fue objetivamente un desastre y que (precisamente por eso) es aún al día de hoy recordado con afecto por aquellos que lo vivieron. Conjunto de individuos entre los que .... ¡no estaba yo! Otaxeq aún no me había regalado mi cuenta del oficial, y yo no tenía forma de costeármelo en aquel momento. ¡PERO ESTA VEZ SI TENIA, DEMONIOS! Era un condenado adulto y tenía el equipo (...físico y virtual xD) necesario para la tarea. 

No escribo esto con ninguna ligereza: estaba emocionado. Estaba muy emocionado. Lo pienso ahora, terminando el año, y claramente fue el momento en que estuve más emocionado de todo el año. Y si bien no es que haya habido demasiada competencia este año, es la textura de la emoción lo que me importa: una especie de ansiedad alegre, de excitación infantil por lo que está por ocurrir. De no querer perderse nada. Esa tarde, ese 1 de Junio, por primera vez en muchísimo tiempo, el agotador manto del cinismo dio respiro y el día fue un intenso, intensísimo, maratón de risas, alegría, diversión, emoción y descubrimientos. Algunos elementos "fuera del juego" que me gustaría rememorar con nostalgia algún día fue la corrida a comprar víveres (...de los más insanos y ricos posibles) bajo la lluvia, tan a las apuradas como la ducha que vino después, desesperado por no perderme ni un minuto de lo que pasaba. ¡Los ataques de DDoS que hicieron contra nuestro server, y únicamente nuestro server! ¡Las carcajadas con los chicos en Discord mientras las zonas se iban cayendo diferencialmente, o alguno se trababa intentando cruzar el portal! El refugiarse en Ramparts mientras el resto del mundo exterior estaba caído. El planear juntar a la banda de Ardoz, Henry, Neko y Poyk, cruzaar el portal y hacer nuestro primer nuevo dungeon juntos... solo para pensar que no iba a poder hacerse.... ¡pero perseverar y conseguirlo de todas formas! Y, obviamente, la contienda que antecedió a todo esto y que algún día debería protagonizar su propia entrada: la Batalla por el Portal Oscuro


Bebimos, peleamos, honramos a nuestros ancestros (?). Y, en cuanto conseguimos poner nuestras botas en los páramos de Terrallende, pasamos por la taberna del Bastión Honor, esquivamos una cantidad impresionante de Hordas, y nos reagrupamos en el primer calabozo de estas nuevas tierras. Sin que lo supiesemos entonces, comenzaba allí mismo lo que sería el núcleo de la experiencia "TBC Classic" de la mayoría de nosotros. 


Dungeonando all the night

En las semanas previas a la apertura del portal comenzaron a circular portentos de desolación para los nuevos aventureros. Terrallende estaría plagada de invasores y sus tierras no darían a basto para satisfacer la sed de tesoro y aventura de los recién llegados. La recomendación general: "enciérrense en dungeons hasta llegar a nivel máximo y después hagan las quests de los territorios". Lo curioso es que, más allá de la supuesta eficiencia de este método, rápidamente descubrimos que los ahora autoproclamados "TITANES del Wipe" no hacíamos otra cosa que instancias. Esto tenía al menos tres razones claras. La primera, la eficiencia. Si bien las 10 "layers" que Blizzard habilitó en Faerlina y el respawn dinámico de monstruos aseguraron que todos pudiesen levear questeando a lo más tranqui, lo cierto es que convenía dejar las quests para subir reputaciones en nivel máximo. En segundo lugar, que teniamos un grupo completo: entre los cinco formábamos una party con healer, tanke, buen CC y un cantidad aceptable de DPS. Bah, nos estoy vendiendo barato: siguiendo la tradición que ya estableciéramos en Classic, nos la pasábamos haciendo dungeons que eran un poco más difíciles, o de un poco más de level, de lo que en teoría nos correspondía. Pero, la tercer y principal razón, es que éramos un grupo completo. Ya teníamos grupito de whatsapp, y el WoW se volvió algo parecido a una partida de cualquier otro juego: solo que en vez de romperle el nexus al bando enemigo nos loggueabamos a reirnos por discord y hacer algún dungeon. Esto me encantó. Básicamente, porque tenía los elementos de gameplay del WoW (que tiene unas dinámicas de grupo muy complejas para estas mazmorras), y la progresión de un RPG, pero en medidas cortas. Una mazmorra duraba una hora. Podíamos meter una o dos por noche, sin perder tiempo armando grupo ni nada, y todo el tiempo estábamos charlando, viajando a zonas nuevas, viendo el contenido, viendo el DPS de Poyk. Durante esta etapa todo (...salvo un espantoso, pero muy informativo, encuentro con Letholdis "el loco") continúo siendo algarabía y juego. 


Naturalmente, había momentos en los que "conseguía" jugar solo y me encontraba saldando algunas de esas deudas pendientes de la infancia. En particular, soy una de las tres personas en el planeta que jugaba al WoW por las quests, y habiendo crecido con la Horda, siempre me pregunté como serían las quests de la Alianza. Esta era mi oportunidad para descubrir que había pasado con personajes que me encantaban de niño, como Turalyon o Alleria, algunos de los cuales tenían sus propias bases de operaciones en Terrallende (...o eso pensaba, porque resultó que las quests de la Alianza retomaban tan poco del Warcraft 2 como las de Horda, pero boe). Aún así, fue divertido y satisfactorio finalmente conocer la historia de los Draenei, locaciones como Bastión Honor y la Fortaleza de Alleria, y en general ver otro lado de la historia. También me encontré, para mi gratísima sorpresa, participando activamente en las mecánicas de "World PvP" de los primeros mapas de Terrallende. Minuto de explicación recordatorio: cuando jugué TBC por primera vez esta estaba terminando. El equipo de las "primeras fases" de la expansión ya era obsoleto, y las zonas iniciales estaban despobladas. Tomar torres en Hellfire Peninsula o juntar Spirit Shards en Terokkar era o bien imposible por la falta de oponentes, o bien inútil por lo irrisorio de las recompensas. Pero ahora, en el día 1 de la expansión, recompensas como la Band of the Exorcist o la Mark of Defiance tenían stats que justificaban (¡y provocaban!) más de una trifulca con la facción enemiga. Me doy cuenta escribiendo esto que la emoción y alegría que me generaba estar participando de esos eventos y usando esas mecánicas era la misma que me generaba la primera vez que accedí al WoW oficial: algo que antes funcionaba a medias, brillaba ahora con su resplandor pretendido... ¡un resplandor que dio lugar a gloriosas batallas! 


[Tres veces quisieron arrebatarnos el coliseo. Tres veces vinieron, 2 contra 1, mejores equipados y de mejor nivel. Tres veces su armamento forjado en Naxxarramas se quebró frente las descargas de un único mago. Resignados, revivieron a escondidas y huyeron despavoridos al pozo del que vinieron.]

Ya hacia el final de esta etapa se fue haciendo muuuuy claro que algo en la forma en que me acercaba al juego había cambiado radicalmente. Siendo como soy, tenía lo suficientemente en claro cual era la estrategia "m.e.t.a", la más óptima y eficiente para usar mi personaje. También tenía bastante en claro cuales eran las mejores formas de conseguir recursos preciados, para obtener así objetos costosos y poderosos... y tenía en claro, por sobre todas las cosas, que me importaban dos pepinos. No tenía ningún interés en usar una escuela de magia que no me resultara "rolera y divertida", y cuyo equipamiento (para colmo de males) parecía sacado de un circo. Ni tenía intención alguna de pasarme horas y horas haciendo tareas repetitivas de "farmeo", o "grindeado" reputaciones, como habría (y había) hecho de pequeño. Me divertía jugando con mis nuevos amigos, y eso era todo. Con ser "lo suficientemente bueno" para completar la mazmorra estaba satisfecho y, por suerte, el mago era una clase tan desbalanceada que ni siquiera tomaba tanto esfuerzo llegar a eso. Esta mentalidad (que luego denominaría "anti-grindeo" se solidificó) en dos decisiones clave: abandonar mi preciada herboristería para aprender sastrería y luego especializarse en la rama que me dabas las togas para ser mago de hielo. La primera porque, si bien herboristería me encantaba, me encantaba para jugar plantas en el descampado mientras subía de nivel. Pero la subida de nivel ya no iba a ser así, claramente. En nivel máximo, su función era básicamente farmear plantas de oro... y no pensaba hacer ninguna tarea repetitiva aburrida. La segunda, porque solidificaba mi decisión de jugar con la especialización que, si bien hacía menos daño, era más versátil, más rolera, y se veía mejor. Ambas decisiones le decía f-you al super mega meta hardcore, y la última me garantizaba la posibilidad de conseguir equipo decente incluso si no terminaba raideando como en los viejos tiempos. Y yo no podía estar más contento. Con eso resuelto, y casi todas las mazmorras del juego completadas, ¡y habiendo llegado a nivel 68 sin haber salido de Hellfire Peninsula!, alcancé eventualmente el nivel máximo de la expansión. Y, como no podía ser de otra manera, lo conmemoré sacando una foto grupal (torcida) con todo el grupo, entregándole a Danath Trollbane, un heroe del Warcraft 2, prueba de la muerte de un héroe orco del Warcraft 2, Kargath Bladefist, en el Bastion Honor que me albergó casi todo mi entrenamiento: 


Raiding [into phase 2]

Fue entonces cuando pasó algo que, honestamente, no me esperaba mientras jugaba. Si bien albergaba alguna esperanza de que la party original consiguiera expandirse a un grupo de 10 que pudiese hacer Karazhan, y revivir algunas de esos recuerdos de antaño, ya para cuando llegué a nivel 70 me iba dando cuenta de que mi ritmo y "compromiso" con el juego era muuuuy distinto al de entonces. Y supongo que cabe aclarar que "compromiso" acá es una palabra rarísima: ahora tenía un renovado y entusiasta compromiso con tomarme el juego como un juego. No-grindear, no hacer "trabajo" para el juego. Simplemente loggearme, reirme con amigos, y ya. Eso (que escrito en forma explicita suena al tipo de cosa que no debería hacer falta aclarar) no es la mentalidad estándar en los MMORPG. Especialmente en el WoW, que cuyos "raids" son mazmorras para equipos de 10 (Karazhan) o 25 jugadores (Grull y Magtheridon). Hay un sentido literal de compromiso en el cual, si algún jugador no conoce las mecánicas de las peleas, o no viene bien equipado y con todos sus elixires y pociones (...que son costosos y hay que renovar cada tanto tiempo) básicamente está haciéndole más difícil la cosa a los otros 9 o 24. Esa presión no podía interesarme menos. Peeeero, por otro lado, Karazhan es sin lugar a dudas mi "mega-dungeon" favorito de todos los tiempos, y el recuerdo que tengo es de jugarlo con gente relajada, haciendo chistes, pasándola bien. Entonces, cuando nos llegó la oferta de la guild <Insane> de sumarnos a uno de sus grupos de Karazhan, ¡liderado por nada más, y nada menos, que mi amigo de antaño ChrisFenix y co-capiteando por su hermano Feadur!, una sana ambición comenzó a ganarle a mi buen juicio. Después de todo, ya no quedaban niveles que subir, el contenido del juego ya no sería "nuevo" para nosotros 5 y... principalmente, ya no éramos nosotros 5. Henry y Ardoz habían dejado de jugar al poco tiempo de llegar a nivel 70 por cuestiones ajenas al juego, y Poyk se había hartado de su pícaro y había comenzado a levear una bruja con una nueva guild. Con Neko barajamos las opciones y, si no recuerdo mal, aceptamos ingresar a lo que sería mi última guild. Y, como no podía ser de otra forma, el ingreso se hizo en el fragor de la batalla, durante mi primer raid de 25 personas en más de una década: la Guarida de Gruul.


Acá correspondería una triste comparación y explicación de la causa del cambio de cofradía. Más allá de las ganas de ir a Karazhan con amigos, más allá del recuentro con ChrisFenix y Feadur, más allá de la mística de terminar el poco contenido de Fase 1 que nos quedaba por hacer.... nuestra guild anterior, TITANES, fue siempre un desastre. Nosotros solíamos reirnos de eso (#megel), y nos importaba poco, pero empezó a volverse un problema cuando literalmente recibí "whisps" de desconocidos insultandome proque alguien de mi guild había arruinado un run de una mazmorra, robado un item o hecho alguna otra imbecilidad. Esta guild, en cambio, estaba llena de jugadores veteranos. Casi todos habían matado a Illidan y a Kil'Jaeden en el TBC original, y se tomaban el juego en serio. Muy en serio. Ese primer raid contra el Matadragones fue realmente emocionante, y un poco terrorífico. Yo me sentía alto infiltrado: los entendidos verán las screenshot y apreciarían que mi equipo era un desastre y que ni le debo haber pegado tres frostbolts al boss. ¡Pero era un raid de 25! ¡había discord con gente nueva! ¡mecánicas que requerían coordinación de todo el equipo! ¡y.... bueno, no había muchos chistes, la verdad. De hecho, cada vez que alguien no hacía bien la mecánica de Gruul y básicamente mataba al resto del grupo, solía haber reprimendas por el discord. Tal vez siempre fue así, tal vez yo recuerdo mal, y tal vez esté super justificado por el "compromiso" compartido de todos. Pero inmediatamente me di cuenta de que eso iba a ser a un problema. Pero de momento no importó, porque estábamos haciendo contenido "nuevo" y los bosses caían. O, bueno, caían después de una cierta cantidad de intentos. Magtheridon nos tomó muchísimo más trabajo, y fueron varias las noches en las que intentamos e intentamos sin poder ganarle, rotando entre esos endemoniados cubos: cinco jugadores, alternado entre 20 de los 25, tenían que clickearlos. Y si uno solo no lo hacia, o lo hacia mal, todos moríamos. Pero, incluso sin llegar a los cubos, el veradero problema era el dps... y cada vez que alguno de los jugadores se quejaba de ello yo podía sentir la culpa de estar contribuyendo al fracaso del grupo. Incluso sin quererlo, incluso habiendo explicitado que jugaba casualmente y que no hacía mucho daño... el "compromiso", el estress y la culpa se infiltraban lentamente en mi juego. Pero, por suerte, incluso en esta guild había grupos más relajados y mi estimado ChrisFenix (conocido en este reino como "Fear") parecía haber conseguido el balance perfecto en su equipo de Karazhan. Con la ayuda de semejantes compañeros, y la aprobación del Ojo Violeta, obtuve la llave del maestro y me adentré a esa maldecida torre... una vez más. 


Como ya mencioné, me encanta este dungeon. Tiene todo lo que un mega-dungeon tiene que tener: variedad justificada, un poco de ridículo, secretos por todas partes, una historia interesante, una estética espectacular, cierta linea cohesiva en los encuentros y, por sobre todas las cosas, ¡encuentros memorables y tesoros abundantes! No voy a mentir que, durante los primeros asaltos a la torre, me sentí un poco perdido y oxidado, lo cual solo aumentaba la extrañeza que me generaba un grupo de gente claramente aceitada en las batallas y (a mi parecer) "apurada". Había algo de la maravilla y sorpresa infantil con la que mirábamos la guarida de Medivh antaño que se había perdido. El grupo no estaba interesado en buscar detalles, aprender lore o explorar porque si. Estaban preocupados por el drop-rate de los items BiS y tener un mejor cleartime que la vez pasada. Y, si bien me resultó un tanto desilusionante en un primer momento, he aprendido a entenderlo. Los runs eran mayormente eficientes, y Karazhan era... como todo megadungeon, insanamente largo. ¡No recordaba que fuera TAN grande! Claramente antes tenía más tiempo que ahora o algo, porque incluso maximizando nuestra velocidad en la medida de lo posible, sin pavonearnos y (casi) sin wipear, un run podía durar unas tres horas con facilidad. Así y todo, tengo que admitir que el grupo (conformado entre otros por Baruka, Dotmomma, Teshimine, Xeslan, los ya mencionados ChrisFenix y Feadur, y eventualmente el mismísimo Neko) fue increíblemente amable, paciente y receptivo conmigo.... y sumamente generoso con el botín. Tuve la suerte de entrar en un momento en que nadie estaba equipando un mago, así que muchísimo del equipo que caía solo resultaba útil para este tipo nuevo en la guild que obstinadamente había elegido la magia de escarcha. No era raro que me llevara dos o tres piezas de equipo por run, y en nada de tiempo resulté estar mejor equipado de lo que había pensado que podría llegar a estarlo. Haciendo una breve elipsis, para cuando terminase la fase 1, gracias al equipo conseguido aquí, a aceptar el equipo "de  segunda" de raids de 25, y a haber cambiado herboristería por sastrería como profesión, terminaría peleando (y, dependiendo de la pelea, ganando) el puesto a la mayor cantidad de daño hecho en el grupo. Gracias a la amigable oferta de sumarme a ChrisFenix no solo había podido volver a mi megadungeon favorito, sino que Nuntius pasaba a ser bizarramente considerado como un "buen mago"... siendo escarcha. Todo era sorpresa. Graciosa y agradable sorpresa. 

Karazhan también amerita su propia entrada, tanto por la original como por esta versión. De todas las mazmorras del juego, Karazhan fue la única a la que seguí yendo siempre, hasta la última semana, mucho después de que pudiese salir cualquier cosa que me fuese útil. Un poco porque el lugar es genial... y un mucho por agradecimiento al grupo que supo acogerme. Los TeshiPulls, cierto tanke que nunca tenía el equipo que había needeado, las "siestas" de Dotmomma, el k-pop de Baruka, y las duras batallas contra bosses memorables. De todo eso, solo un puñado de screenshots y un video de aquella vuelta que puleamos mal a Shade of Aran teniendo un jugador afk: 




Final de Fase

No es falsa humildad cuando digo que no esperaba ni a palos que el personaje termine como terminó. Y no puedo enfatizar esto lo suficiente: ni una de las (*traga saliva*) 643hs de juego acumulado hasta el final de esta fase se gastó "grindeado". Incluso cuando me obstinaba con buscar los items para un objeto, solía hacerlo porque (y en la medida en que) me resultase rolero y divertido. Y así y todo, jugando un promedio de 2 o 3 horas por día, y de un modo que aún hoy no termino de entender, Nuntius terminó la Fase 1 de Burning Crusade Classic equipado hasta los dientes, topeando el meter de dps en su 10-man con un spec subpar y modificado a mano por ser obstinadamente rolero, y sin haber grindeado una hora. Más aún, consigue "pispear" casi todos los aspectos del juego, porque además de los dungeons que quería hacer, los mapas que no había visto y las raids que no pensé que iba a poder hacer... también pude participar de aceleradísimo combate PvP, tanto en battlegrounds con los chicos, en eventos del mundo que ya no serían relevantes en un par de meses y, por sobre todo, en el más prestigioso y peor rankeado equipo de Arena de toda la historia: POYK+1. Junto a mi misterioso compañero (que permanecerá anónimo) casi tuvimos un desempeño decente, llegando hasta a conseguirlo en una tarde e inmediatamente arruinarlo a base de pura soberbia. Las-puteadas-por-discord: a mis dedos, a mis rivales, a mi condenado elemental de agua que no disparaba (¡excepto cuando polimorfeaba al enemigo!), y los macros maléficos que dejaban de funcionar a piaccere. Estuvo buenísimo, no lo hago nunca más (hasta que lo vuelvo a hacer). Con todo ese poder acumulado, y tras tremendas frustraciones, finalmente conseguí el equipo para derrotar al antiguo rey de Outland, y Magtheridon cayó bajo mis rayos de escarcha!!! ... nah, mentira, ya lo habíamos matado antes pero quedaba linda la narrativa. Creo que el orden fue Gruul - Karazhan Básico - Magtheridon - Netherspite - Nightbane... ese condenado nos costó también. Lo que sí ocurrió la última semana, en el último raid contra un Magtheridon sin nerfear, es que conseguiríamos volver a derrotarlo y yo me haría con su cabeza, consiguiendo una última y atesorada pieza BiS... y una que otra screenshot para el recuerdo.


A pesar de todo, la fase terminaba en un lugar ambiguo. La horripilante demanda a Blizzard por abusos sistemáticos a mujeres y minorías en el lugar de trabajo ponía (para muchos de nosotros) el último clavo en el ataúd de quienes habían sido los gestores y guardianes de buena parte de nuestras infancias. Desde un punto de vista cínico y utilitario, la poblacion del servidor comenzaba un éxodo masivo que (tengo entendido) ha llegado a dejar a Faerlina, una vez el servidor más poblado de US, prácticamente vacío. Desde un punto de vista más personal, hizo que todo tenga inmediatamente un pésimo sabor de boca. A eso había que sumar también que el grupo se había disuelto: si bien continuábamos en contacto, Poyk había emprendido su propio (¡y exitoso!) camino, mientras que Henry y Ardoz no habían vuelto a jugar. Encima de eso, había que lidiar con algún que otro exabrupto que pudiese ocurrir tras algún fallo durante los raids de 25. Incluso habiendo limpiado todo el juego, las expectativas de la guild seguían altas...especialmente la de atendencia a raids de varias horas, varias veces por semana. Al momento de sacar la última screenshot, con la cabeza de Magtheridon, me sentía satisfecho. Podría haber cortado ahí mismo. Pero el capítalismo siempre gana... y debido a un cálculo estimativo (que ya había dado dividendos, debo admitir) había comprado tiempo de juego por adelantado antes de una subida anunciada de precio. En otras palabras, tenía un par de meses "gratis" ya asignados. Seguro que ya estaba un poco saturado, mi juego comenzaba a tener asco añadido al estress, y las condiciones pandémicas estaban aflojando en el mundo real. Pero mañana se terminaría el cooldown de sastrería, finalmente tejería la mejor túnica disponible para el mago de escarcha y estaría entrando a la Fase 2 con el personaje mejor equipo que hubiese tenido en cualquier MMORPG hasta la fecha. No perdía nada con probar, ¿no?

Confeccioné esta imagen como memento de lo que fue, sin lugar a dudas, el final del apogeo de mi "Experiencia WoW Classic". Muestra a mi personaje tal cual comenzó la Fase 2, el día que finalmente pude loggearme, gastar el mencionado cooldown y cambiar los puntos ganados en las Arenas por un brazalete. Me encanta que cada pieza de equipo representa algún aspecto distinto del juego: los dungeons con los chicos, los raids de 25, Karazhan (¡y su quest!), el World PvP, el excelentísimo desempeño POYK+1, el crafteo con profesiones. También me encanta que se ve genial


Los BiS se determinaron siguiendo la guía de IcyVeins (que es la única que, como set completo, tiene sentido). La diferencia con los Pre-Bis, cabe destacarlo, es prácticamente despreciable. Obviamente, hubo otros objetos y cositas lindas que no entraron acá... ni en la imagen, ni en la ya extensísima entrada: 
  • ¡Mi confiable grifo Galifax! Que pasa oficialmente a formar parte de mi menagerie de mascotas de mascotas imaginarias. 
  • Mi "set" de mago negro, ¡que me permitía pegarle a las cosas en los raids mientras me veía genial! compuesto por el Skywitch Hat, la Auchenai Anchorite's Robe y la Greatsword of Horrid Dreams [screenshot].
  • ¡Primer intento de tankear-magicamente a Krosh Firehand en Gruul's Lair! ¡Y que me salga como el orto
  • Ganamos como 3 battelgrounds con la alianza. En serio! Tengo screenshots!
  • Volver a conseguir la Captured Flame, por lejos la mejor pet para un mago (y que alguna vez fuera del Nuntîus Blood Elf).
  • Más meritorio aún, conseguir en ese mismo Midsummer Festival la Crown of the Fire Festival tras robar las flamas de las cuatro capitales enemigas y entregarlas en Ventormenta
  • Más-más meritorio aún: matar personalmente a todos los guardias de la corte élfica tras robar su flama, a pura ventisca y nova de hielo.
  • Pero, lo más meritorio de todo: hacerle 1k de daño a Thrall en su trono antes de que me voltee con la mirada. Si vuelvo a jugar, lo voy a buscar y le hago los 798.500 que me faltan. 
  • La Fase 1 de TBC duró sumó unas intensas 345 horas de juego, distribuidas en tres meses y medio. Sumadas a las de WoW Classic, el personaje acumuló un total de 643hs. 
  • Se asaltaron aproxidamente 70 mazmorras, distribuidas entre todas las del juego (¡excepto Botánica!), y se realizaron unos 20 raids (6 Gruul's, 8 Magtheridon's y 6 Karazhan). De estas expediciones 7 resultaron en derrotas irreversibles, 4 de ellas a manos del antiguo tirano de Terrallende... Magtheridon. 

Segundas conclusiones

La fase 1 de World of Warcraft - Burning Crusade Classic terminó el 15 de septiembre del 2021. Para ese entonces, Blizzard estaba en serios problemas éticos y legales, las vacunaciones se habían masificado en el mundo, la pandemia daba un respiro y yo estaba, a todos los fines y propósitos, satisfecho. Cierto cauto oportunismo me hizo seguir un poco más, pero lo que vendría estaba más que claro. En ese sentido, creo que este punto marca, sino el ápice, al menos el comienzo del final de mi retorno al WoW. Pero, más importante aún, marca un momento en el que se completó un ciclo de aprendizaje muy curioso y que no podría haber ocurrido en otro año. Obviamente, digo lo siguiente desde un lugar medio simbólico, pero creo que fue la primera vez en mucho tiempo que tan tozuda y desinteresadamente decidí qué elementos quería y no quería en mi espacio de ocio, muy a pesar de la opinión o presión de terceros que puedan estar involucrados en el mismo. Y obvio, no es que se juegue mucho acá... pero en realidad si, porque uno no puede evitar ser un neurótico de manual y estamos enfermamente entrenados para la optimización y la exhibición a pares (...escribía el flaco en un blog). Creo que, más en general, algo de esto se aplicó durante el resto del año a muchas otras cosas. Es, de una forma muy sutil y muy nerd, tener en claro qué quiere uno, por qué y cómo. Y qué no quiere. La diferencia entre no ceder tu especialización subpar o no sacarte la mascarilla por mera presión social es más superficial de lo que parece, y quiero creer que algo de lo aprendido (o ejercitado) durante este período en el WoW lo excederá considerablemente. Dicho eso, la Fase 2 sería una mera coda, con la enorme responsabilidad de traer razones de peso para renovar algo que parecía terminado. Responsabilidad que, muy a pesar de un par de eventos memorables y pseudo-reencuentros con avatares de antaño, no podría cumplir. ¿Cómo habría podido? Este juego ya había cumplido su misión. 

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