Burning Crusade - Classic (Fase 2)

Tercera (y última) parte del recuento y rememoración de mi experiencia jugando World of Warcraft Classic durante el pandémico año del 2021. La realización de las predicciones que se veían venir al final de la fase 2021, raid-logging, mi primer "contenido nuevo" en más de una década, el abandono completo de Blizzard y un final sin bombos ni platillos.   

El 15 de septiembre del 2021 comenzó oficialmente la segunda fase de Burning Crusade Classic, oficialmente denominada "Overlords of Outland". La fase, que (supuestamente) va a durar hasta enero del año próximo incluía básicamente cuatro elementos 'nuevos': dos raids que culminaban en la batalla contra icónicos e infamemente difíciles bosses, Kael'Thas Sunstrider en Tempest Keep [TK] y Lady Vashj en Serperntshrine Caverns [SSC], la reputación de Ogri'la y sus respectivas quests, y una nueva temporada competitiva de Arenas (y sus respectivos equipos). Sin embargo, creo que es seguro decir que (al menos en el servidor Faerlina y en mis alrededores) todo esto fue recibido con escazo entusiasmo. Por un lado, Blizzard había consumado su descenso de "empresa de calidad amada por los fans" a una verdadera pesadilla corporativa y ética que era cada vez más dificil de sponsorear con la consciencia tranquila. Para este momento, las horripilantes alegaciones sobre abusos sexuales, discriminación a mujeres y minorías, y otras tantas prácticas horribles eran de público conocimiento y habían tenido fuertes repercusiones fuera y dentro del juego. No era para nada raro encontrar protestas o boycotss en las calles de las capitales in-game, pero la principal forma de protesta fue el abandono masivo de jugadores y creadores de contenido que simplemente cancelaron sus subscripciones en cuanto pudieron. Personalmente, yo todavía tenía cargado "de antemano" cierto tiempo de juego, pero el hecho de mismo de loggearme al juego me generaba emociones encontradas. Y supongo que es importante ser claro en este punto: escribo que Blizzard consumó su descenso porque, como inexorablemente ocurre con toda empresa bajo esta forma de organización económico-social, sus prácticas se volvieron más y más predatorias con el pasar de los años. Aún recuerdo el impacto negativo que nos generó a todos cuando en el 2008 nuestra entonces Blizzard, la compañía que nos había dado cientos y cientos de horas de alegría y juntadas memorables alrededor de sus múltiples franquicias, se volvió Activision-Blizzard, con todo lo que eso significaba. Varios fanáticos de toda la vida vimos como aquello que considerábamos como sus "ideales creativos" y "estándares de calidad" se iban progresivamente al tacho frente a prácticas cada vez más agresivas para generar ingresos. Aún así, aún habiéndose alejado de la empresa por muchos años e incluso siendo plenamente consciente de que ninguna empresa es tu amigo, la evidencia presentada en la demanda llegaba a un nivel de burda crueldad que superaba el rechazo más abstracto que genera la cultura corporativa en general. Jugadores como yo se encontraban en la difícil posición de apoyar un juego/franquicia que les traía cierta amenidad y que había conformado una parte enorme de su infancia y adolescencia...y simplemente boycottear una empresa que claramente había ido demasiado lejos (spoiler: ganaría lo segundo). Cuestión que se volvía incluso más incómoda porque buena parte del appeal de "Classic" era volver a esa era de antaño, donde uno se divertía que juegos que simplemente eran buenos, socializaba con gente nueva y en general vivía un poco más relajado. . . . pero ahora con cash-shop y abusos laborales. En perfecto timing con esta situación, otros juegos como New World o Final Fantasy XIV se mostraban cada vez más prometedores. Mientras que el primero terminó llevándose buena parte de mi guild (antes de sucumbir ante sus propios problemas), el segundo vendía la promesa de una comunidad más amena, menos tóxica, más inclusiva y un equipo de desarrollo que realmente se interesaba por la satisfacción de sus jugadores y la calidad de su producto. Y que (al menos hasta el momento) no había sido descubierto abusando empleadas hasta el punto de provocar su suicidio. En este contexto, entre éxodos, boycotss, incomodidades varias, iniciaba la Fase 2 para un Nuntius que, como tantos otros jugadores... ya estaba un poco harto de todo. 

Raidloggers of Outland

Si bien el contexto no ayudaba (ni el horripilante, ni el bueno: porque también es cierto que en esta época del año las el panorama pandémico había mejorado y yo había ido lentamente retomando algunas de las actividades presenciales que tanto extrañaba y tan bien me hacían), mis problemas con el WoW no se limitaban a lo que pasaba por fuera del juego. Como mencioné en la entrada anterior, mi modo de juego "anti-grindeo" se había afianzado por completo en este momento. De algún modo que aún no terminaba de comprender, había conseguido terminar con todo el contenido de la Fase 1, estar equipado prácticamente al máximo posible para mi personaje y especialización, y en general haber tenido un buen rato sin someterme a ninguna práctica repetitiva de grindeo de ningún tipo: ni reputación, ni oro, ni materiales, ni nada. Estaba muy orgulloso de esta mentalidad... pero, he aquí el problema, ella acarreaba ciertos inconvenientes. En particular, que el WoW (al menos en la experiencia "Classic") es básicamente un juego de grindeo/farmeo. Una vez terminado el contenido de la primera parte, básicamente quedaban pocas cosas por hacer: farmear dungeons Heroicos de 5 personas, farmear los raids de 25 (viejos y nuevos), farmear reputaciones, farmear PvP o "questear porque si". Y, en el contexto en el que me encontraba, ninguna de estas actividades me resultaba del todo atractiva. Hacer dungeons podría haber sido divertido, si el grupo original estuviese aún formado. Pero ni Ardoz ni Henry/Airissu habían vuelto, y Poyk estaba bastante ocupado maximizando su personaje "nuevo" (Voyne) para ser lo más eficiente posible. Para hacer las cosas peores, con la pérdida de Ardoz nuestro equipo se quedaba sin un tanke estable... y, si encontrar un tanke random era difícil antes procedió a volverse prácticamente imposible con la enorme perdida de jugadores que nuestro servidor (y facción, en particular) experimentó. El PvP podría haber ofrecido algún tipo de paleativo, pero para este punto ya había reconocido que así como no quería grindear, tampoco quería estressarme por un juego. Lo cual dejaba como opciones raidear y questear "porque si". Había básicamente 3 zonas de Outlands que me faltaba visitar: Shadowmoon Valley, Blade's Edge Mountains y Netherstorm. Hasta este momento, nunca había questeado en esas zonas así que las consideraba mayormente terra incognita, y una parte mía estaba algo emocionado por finalmente verlas. Decidí arrancar por la que más me llamaba la atención, la claramente-inspirada-en-Mordor Shadowmoon Valley, y conseguí meter algunas cadenas de quests y ver algunas cosas... pero dos problemas se hicieron evidentes. El primero fue el ya mencionado de cierta disonancia cognitiva, que me impedía "meterme en personaje" y simplemente disfrutar del juego como tal. El segundo fue la literal imposibilidad de hacer eso debido a las leves y sutiles (pero constantes) micro-presiones de mi guild. Y acá fue cuando un problema, que ya venía de la fase anterior, se volvió prominente al punto de la exasperación. 

Básicamente: los raids de 25 personas demandan cierto nivel de compromiso. Esto es un hecho con el que me peleo seguido, pero que creo que tengo que simplemente aceptar. Es muy difícil coordinar a 25 personas para que puedan estar juntas y dispuestas, en un determinado horario, a hacer cierta cosa. Con este compromiso vienen ciertas expectativas... y, he aquí el problema, con esas expectativas el juego progresivamente deja de volverse un juego y se torna poco a poco en una especie de trabajo no-pago. La gente invierte su tiempo y esfuerzo, aprende mecánicas y las prácticas, lee guías, hace extensísimas cadenas de quests que les permitan entrar en mazmorras que pueden durar un par de sesiones de 4 o 5 horas cada una para completarlas. Y, en ese contexto, cuando las cosas no salen bien (...algo que le pasaría a más del 80% de las guilds durante estas dos fases) la gente pierde la calma y se enoja considerablemente. Ahora bien, hay algo claramente idiosincrático acá, y algo relacionado con la edad también. Como ya mencioné varias veces, y como se vería en mi "anti-grindeo", llegué a este juego con la delirante y absolutamente alocada idea de querer divertirme, escaparme y en general pasarla bien. Osea, esas cosas que la gente generalmente hace cuando juega. Y creo estar en una altura de mi vida enla que simplemente no estoy dispuesto a tolerar más ambientes tóxicos. Entonces, si bien puedo comprender por qué alguien le gritaría a una persona que un personaje, o que causa un wipe en un raid o que no está lo suficientemente equipado o algo (por todo lo del tiempo y compromiso), simplemente no puedo tolerarlo. En mi mundo ideal, un raid debería ser como juntarse a ver una película con amigos: incluso si la película es mala, nos reímos del guión y abrimos otra cerveza. Y, sea dicho de paso, así es como recordaba mis experiencias anteriores jugando al WoW. Seguro, tal vez había algún nabo que hacía un comentario desafortunado o que era más denso que el resto, pero lo recuerdo de wipear no es un raid leader enojado, es a Adma haciendo chistes para pasar el mal momento. Y, cabe destacar, toda esta molestia estaba 100% generada "en tercera persona". Como mencioné un par de veces, comencé la Fase 2 básicamente equipado hasta los dientes y con una clase que juega tocando un único botón. De algún modo inexplicable, yo me había vuelto uno de los "jugadores confiables" en la guild, y nunca recibí escarnio ni nada que se le parezca. Más bien, todo lo contrario: mis esfuerzos por questear solitariamente y a mi propio ritmo, de "oler las rosas y disfrutar del juego" eran rutinariamente interrumpidos (tanto in-game como por fuera del juego, vía facebook y whatsapp) por pedidos para avanzar con las cadenas de quest que me permitirían participar de más raids, o para conseguir equipo específico para jugar un rol más prominente en algunos encuentros especiales (como tankear Krosh Firehand en Gruu'ls Lair). Terminó volviéndose un chiste recurrente entre los TITANESdelWipe como, incluso queriendo alejarme, jugar menos o al menos jugar "a mi ritmo", era imposible escapar. 


Y, sin embargo, había una parte mía que genuinamente estaba emocionada por estar haciendo contenido "nuevo" (para mi, al menos) ¡por primera vez en más de una década! Nunca había pisado SSC ni TK, y realmente quería ver si podía ganar las legendarias batallas contra Kae'lThas y Lady Vashj. Más aún, también sentía una cierta responsabilidad y sincero agradecimiento para con los miembros de mi guild, <Insane>, que habían sabido recibirme y eran la principal causa de que estuviese tan equipado como lo estaba. Especialmente sentía una gran deuda de gratitud con los jugadores más estables de mi grupo de Karazhan: personas como Baruka, Milkito, Teshimine, Xeslan y, por sobre todo, ChrisFenix (Fear) y su hermano Feadur. Creo de que durante todo este período, Karazhan fue la única raid que sostuve con alegría hasta el final, yendo mucho después de que quedara algún loot que pudiese servirme. Lamentablemente, esta "deuda de gratitud" probablemente haya empeorado la situación. Lo que arrancó siendo "una noche de raid" para Karazhan, ya se había vuelto un esquema de semana completa: una noche para Karazhan, otra para los bosses que hayan faltado (generalmente los dos dragones), otra para Magtheridon y Gruul, y otra(s, generalmente dos) para SSC. Eso eran entre 3 y 5 noches de raideo por semana, que podían incluso estirarse si había cancelaciones a último momento (...que las había). Y en todas estas raids, la situación solía ser masomenos la misma: altos grados de apuro por terminar el contenido, tensión al enfrentar el contenido nuevo y el eventual enfado y toxicidad ante nuestra inevitable derrota. Porque que quede claro: la Fase 2 arrasó con lo que quedaba de <Insane> en el servidor (...y de tantas otras guilds). La mayoría de la guild nunca terminó a cadena de quest necesaria para acceder a TK (...lo cual probablemente potenció la insistencia en que yo la termine, que me impidió questear tranquilo como venía haciendo). Muchos jugadores abandonaron el raideo por desgaste, o el juego en su conjunto.  Y, para colmo de males, solo había malos portentos en el horizonte: Blizzard se caía a pedazos, las cofradías de habla hispana no paraban de fragmentarse, dividirse, o simplemente terminarse, perdíamos gente y no podíamos "pugear" porque nuestro servidor tenía cada vez menos población y... para colmo de males... el exilio afectaba desproporcionalmente a la Alianza. Tras un año entero de intentar arengar a mis compañeros de facción para que dieran la cara y se plantaran de manos contra el enemigo, la Horda finalmente estaba ganando la guerra. "Esta zona es de la Horda, como todo lo demás" dejaría de ser un chiste recurrente de Poyk para volverse la triste descripción del servidor que habitábamos (...y del acceso a las piedras de invocación que facilitaban acceder a los Raids de 25 en primer lugar). Además, cada una de estas expediciones no solo costaba tiempo... también costaba oro en materiales y consumibles necesarios para darnos una chance de ganar la batalla. Gracias a Newton abandoné herboristería por alquimia en la Fase 1, lo cual me dió acceso a un cooldown diario de transmutación con el que podía hacer suficiente dinero como para pagar los materiales de mis consumibles. Sumando todos estos elementos (y como Poyk no tardaría no señalar), hacia el final de la Fase 1 y durante la totalidade la Fase 2 me convertí básicamente en un raid logger: únicamente prendía el juego para vender mi transmutación o entrar a un raid (raid que sería bastante tenso, terminaría en una derrota y progresivamente hacía más "por deber" que por diversión cosa). 


En definitiva, todos estábamos agotados, siendo masacrados en SSC y pasando un momento bastante desagradable mientras lo hacíamos. Nadie se loggeaba durante el día, y si alguien lo hacía por lo general era para "cumplir" con cierta expectativa de la guild (como la quest de TK o grindear consumibles) más que para hacer algo que le divirtiese. Mientras tanto, jugadores stremeaban New World o FFXIV en el Discord de la guild, y se descubría nueva evidencia incriminatoria contra los altos mandos de Blizzard a cada momento. Finalmente, en un fatídico pull desganado contra High King Maulgar que resultó en wipe, nuestro lider TPSmorekthx (a.k.a. Tox) simplemente tuvo suficiente y, con hartada decepción calleo "Raid off por el resto de la expansión". <Insane> había sido derrotada por los Overlords of Outlands y, con su inminente disolución, se terminaba mi última razón para seguir jugando. 

No solo de transmutes vive el mago

Ahora bien, aclarado las razones que terminaron de solidificar la (ya por entonces obvia) decisión de no renovar la subscripción, también cabe destacar que hubo lindos momentos en mi corto pasaje por la segunda fase de TBC Classic. Para comenzar, no es mentira lo que decía antes y, si bien comenzaría a raidear con cantidades exponencialmente mayores de hartazgo y ansiedad-de-la-mala, también es cierto que estaba genuinamente emocionado por luchar (¡y vencer!) contra nuevos bosses. Si bien conseguí terminar los attunements y ganar el título de "Campeón de los Naaru" poco antes de mi partida, nunca llegué a poner el pie sobre Tempest Keep, con lo que mi paso por la Fase 2 se definió en un puñado de incursiones a Serpentshrine Caverns y la participación en eventos como el Brewfest. Sobre lo primero, puedo destacar que los nuevos bosses eran interesantes y desafiantes. Lamentablemente, tan solo llegué a derrotar a cuatro: Hydross, The Lurker Below, Leotheras y Karathress. De todos ellos, tengo que admitir que el segundo, The Lurker Below, se lleva mis palmas a la pelea más memorable y detestable del conjunto. Seguro, Leotheras tiene mecánicas más "filosóficamente" interesantes, pero con Lurker me vi obligado a volver a adquirir mayores responsabilidades en el un Raid, siendo el mago encargado de mantener la polimorfia sobre ciertos adds, mientras esquivaba el condenado chorro y usaba mis escudos mágicos para no morir por el agua ardiente. La tensión (especialmente en el contexto de raideo que mencionaba antes) era real y hacía que la pelea fuese muy poco disfrutable. Por esas cosas de la vida, también hizo que estas screenshots de cuando cayó por primera vez representen un momento sumamente memorable durante esta fase: 




También fue memorable mi participación en el Brewfest, que culminaría (...no sin antes que Blizzard se mande otra cagada y calcule mal la duración del evento necesaria p ara conseguir las recompensas) en que recupere mi antigua montura... ¡mi cabra, Tempestad! Esta había sido mi montura 'original' durante la totalidad de mi antigua experiencia en TBC y WotLK (bueno, al menos hasta haber llevado el genocidio a los líderes de la Alianza y obtenido a mi oso de guerra "Bolvar"). En lo que a mascotitas virtuales respecta, el re-encuentro con Tempestad fue sumamente apreciado. Más aún, el proceso para conseguirlo hizo muy manifiesto que me divertía más haciendo las pavadas del evento del Brewfest que las cosas "necesarias" para grindear los raids. Sin embargo, lo que por lejos fue lo mejor que dejó el The Burning Crusade Classic fue, para sorpresa de nadie, el hermoso grupo de gente que supo formarse. Si bien Ardoz nunca volvió a pisar Azeroth, por un breve tiempo Henry (bajo el avatar de Airissu) volvió a estas devastadas tierras y me dejó un pasito más cerca de cumplir mi objetivo de original de hacer Karazhan con este hermoso grupo de personas. 

Durante los días finales de <Insane>, Henry se sumó a la hermandad junto conmigo y Neko, mientras Poyk pululaba por el Discord de la guild, ayudaba en los PUGs y chateaba por nuestro canal privado. Si bien fue un único run, ese asalto a Karazhan fue como una culminación de todo el proceso y una suerte de premio a la paciencia puesta en los raids más molestos. Explicamos las mecánicas, matamos a todos los bosses y en tan solo una noche Henry consiguió que su personaje se lleve un montón de equipo y quede listo para los primeros raids de 25... tal y como yo había hecho, hacia un par de meses atrás. Lo mejor, sin embargo, probablemente vendría después y por fuera de todo raid. Una vez más, el grupo original se juntó para hacer pavadas ineficientes en el mundo abierto. Notando sobremanera la ausencia de nuestro tanke designado, y con Poyk (=Voyne) constantemente señalando lo inutil de nuestra tarea (. . . pero dándonos una mano, de todas formas ;) ), utilizamos nuestras patentadas tácticas-no-convencionales para ayudar a Neko a matar los mini-bosses que marcaban el inicio de la cadena de reputación para Ogri'la. ¿Tres telas tankeando? ¿Un Voidwalker que pulea cuando hay que kitear y kitea cuando hay que pulear? ¿Un mago que "tankea" a base de blink, cubo, más blink y más cubo? ¡No problemo! Lejos de toda útilidad, lejos de todo raid, y riéndonos como hienas durante todo el proceso, enfrentamos a los hijos de Gruul del mismo modo que enfrentásemos, ¡oh tantas lunas atrás!, a Gath'Ilzogg y los orcos elites del Blackrock Clan. ¡Y fue glorioso!


Conclusiones agridulces

Y así, sin muchos bombos ni acontecimientos, mi subscripción llegó a su final el día 22 de octubre del 2021. Habían pasado 244 días desde mi retorno a Azeroth, el 20 de febrero de ese mismo año. Durante ese período conseguí el escapismo y sociabilización que tanto necesitaba en los tiempos de encierro pandémico, me descubrí distinto (tanto en forma de jugar, como en mi forma de ser) del adolescente y joven-adulto que pisase estas tierras digitales una década dantes. Recordé por qué había dejado de jugar en primer lugar y reafirme que, por mucho-mucho-mucho que me gustaría saldar mis cuentas pendientes con Illidan, Arthas y sus respectivas legiones...claramente el ritmo y las demandas del raiding ya no son para mi (o, bueno, al menos no si demandan una disponibilidad de 5 días por semana). Creo que es una clara señala del agotamiento general que dejó el juego que, para este momento, dejé de registrar tan meticulosamente los asaltos de mazmorras y raids. De hecho, muy para mi sorpresa, no tengo el conteo final de horas de juego (aunque estimo que se habrán sumado más de 100 al número anterior, seguramente llegando a algo cercano a 800hs, divididas en unos 8 meses de juego en los que el WoW básicamente volvió a ser mi único hobby. Tampoco dejé asentado un recuento preciso en lo que a loot respecta, aunque sí recuerdo que: 
  • Terminé juntando 4 de las 5 las piezas del set Aldor's Regalia (Tier 4 de Mago), en un intento por tener un set alternativo para eventualmente cambiar mis talentos a Arcano (...y ver si podía sumar el DPS que venía faltando en los raids). 
  • Obtuve uno de mis nuevos trinkets favoritos, la Dark Iron Smoking Pipe, que no solo es super útil y fuerte, sino que me evitó farmear dungeons para conseguir un equivalente, viene de mi siempre bien recordado Blackrock Depths... ¡y es una condenada pipa de mago!
  • Durante el Brewfest también conseguí el Direbrew's Remote, una forma rápida de viajar directamente al bar Tragapenas en el medio de Blackrock Depths. Entre otras cosas, esto me permitió volver a esta nostálgica parte del WoW Classic para ver un show de LVL 70 Tauren Chieftain con Neko y Henry [Screen]
  • Conseguí la condenada Tempest Key, la llave para la raid de Tempest Keep que nunca pisé. Y, con ella, el título de "Campeón de los Naaru" [screen]
  • Y, último pero no menos importante, el ya mencionado regreso de mi Swift Tempest Ram, ¡Tempestad!
  • EDIT:  /played = 29 días, 3 hours, 9 minutes, 23 seconds [699 horas]
Con todos estas aventuras, amistades, tesoros, logros y derrotas bajo su cinturón, el mago de escarcha se encontró necesitando el reposo y la calma que traen el estudio y la contemplación. Desde entonces, no ha habido noticias de su paradero, y no faltan quienes rumorean que cayó en batalla mientras la Horda terminaba de dominar la totalidad del mundo conocido. Sin embargo, hay quienes aseguran haberlo visto sobre su confiable montura Tempestad, en los derruidos caminos que llevan al reino arcano de Dalaran. Allí, tras mostrar su anillo a los miembros del Kirin Tor, habría atravesado las barreras mágicas que protegen la ciudadela y desaparecido entre sus bibliotecas y torres encantadas... hasta que su presencia en Azeroth sea necesaria otra vez. 








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